Cómo escoger a nuestros consejeros para no correr el riesgo de exponer nuestra intimidadCuando nos desahogamos con alguien sobre nuestras intimidades, podemos tener consecuencias desastrosas si escogemos a un confidente sin madurez para acoger lo que tenemos que hablar. Una persona debilitada por los malentendidos y crisis en su relación pudiera, fácilmente, recurrir a la ayuda de quien está más cerca de ella.
De esa forma, un simple amigo puede volverse un consejero cuando la persona, que se encuentra en una crisis, se ve favorecida por largas horas diarias de convivencia en el trabajo o en la universidad.
Sin reservas, ésta expone situaciones, las cuales deberían sólo ser discutidas con quien, realmente, forma parte del problema: el cónyuge, por ejemplo. Tal vez, a falta de valor o por cierta dificultad en el diálogo con quien es la causa de la crisis, la persona ve en el amigo una oportunidad para contar lo que está viviendo.
La persona necesitada de amparo, sin darse cuenta y por el hecho de sentirse comprendida en sus desahogos, ve en el amigo al “Sr. Comprensión”, aunque éste conozca sólo parte de la verdad.
Por medio de conversaciones, sobre asuntos relacionados con la intimidad personal, la simple amistad puede transformarse en una relación muy estrecha. Y cualquier falta de atención por parte de los amigos puede hacer surgir entre ellos una atracción diferente; favorecida por comportamientos que no deberían ser vividos entre amigos.
Eso puede ser nocivo para cualquier relación, especialmente si el vínculo con el amigo se intensifica por medio de llamadas de teléfono privadas, correos electrónicos secretos, entre otras actitudes que pueden generar una crisis de celos.
Ayuda externa
Muchas veces, las personas que se encuentran fuera de nuestro problema logran entender mejor la situación que estamos viviendo.
En ciertas ocasiones, se vuelve, realmente, necesario recurrir a la ayuda externa, sea por medio de un profesional o alguien que tenga experiencia y madurez, para que pueda ayudar a la pareja a encontrar posibles soluciones para sus impasses.
Compartir es bueno, sin embargo, es importante saber con quién estamos hablando de nuestra intimidad, que es “sagrada”.
Hacer de cualquier persona un consejero para nuestros desahogos o reclamos sólo expone nuestra intimidad y, al mismo tiempo, puede aplazar la recuperación de la convivencia con quien debería ser el primero en saber nuestras necesidades.
La mejor forma de resolver una crisis es contar con la participación directa del otro en lo que se refiere al desacuerdo. Finalmente, forma parte de la convivencia a dos acoger los cambios de forma mutua y el eterno acto de reconciliarse.
Artículo de Dado Moura publicado originalmente en Canção Nova y traducido al español desde la edición portuguesa de Aleteia.