Homilía hoy en Casa Santa MartaUn buen pastor se acerca a los descartados, es capaz de conmoverse y no se avergüenza de tocar la carne herida. Quien sigue el camino del clericalismo, en cambio, se acerca siempre o al poder de turno o al dinero. Papa Francisco lo reafirma con fuerza en la homilía de la Misa de la mañana celebrada en Casa Santa Marta, comentando el episodio evangélico de la curación de la mujer postrada narrado por Lucas de la lectura de hoy.
En la sinagoga, el sábado, Jesús encuentra a una mujer que no lograba ponerse derecha, cuenta el Papa, “una enfermedad de la columna que desde hacía años la mantenía así”. Y el evangelista usa cinco verbos para describir lo que hace Jesús: la vio, la llamó, le dijo, “le impuso las manos y la curó”.
Cinco verbos de cercanía, subraya Francisco porque “un buen pastor es cercano, siempre”. En la parábola del buen pastor es cercano a esa perdida, deja a las demás y va a buscarla. No puede ser lejano a su pueblo.
En cambio los clérigos, doctores de la Ley, los fariseos, los saduceos, vivían separados del pueblo, riñéndole continuamente. Estos no eran buenos pastores, aclara el Pontífice, estaban cerrados en el propio grupo y no se interesaban en el pueblo.
“Quizás les importaba, cuando terminaba el servicio religioso, ir a ver cuánto dinero había en las ofrendas”. Pero no estaban cerca de la gente. En cambio Jesús está cerca y su cercanía viene de lo que Jesús siente en el corazón. “Jesús se conmueve”, dice otro pasaje del Evangelio.
“Por esto Jesús siempre estaba allí con la gente descartada de ese grupito clerical: allí estaban los pobres, los enfermos, los pecadores, los leprosos, pero estaban todos allí, porque Jesús tenía esta capacidad de conmoverse ante la enfermedad, era un buen pastor”.
“Un buen pastor se acerca y tiene capacidad de conmoverse. Y yo digo, el tercer rasgo de un buen pastor es no avergonzarse de la carne, tocar la carne herida, como hizo Jesús con esta mujer: ‘tocó’, ‘impuso las manos’, tocó a los leprosos, tocó a los pecadores”.
Un buen pastor, prosigue el Papa, no dice: “Sí, está bien… Sí, sí, estoy cerca de ti en el Espíritu”, esto es distancia. pero haz “lo que hizo Dios Padre, acercarse, por compasión, por misericordia, en la carne de su Hijo”. El gran pastor, el Padre, nos ha enseñado cómo hizo el buen pastor: se abajó, se vació, se vació a sí mismo, se anuló, tomó la condición de siervo.
“‘Pero, y los otros, los que siguen el camino del clericalismo, ¿a quién se acercan?’. Se acercan siempre o al poder de turno o al dinero. y son los malos pastores. Sólo piensan en cómo escalar a poder, ser amigos del poder y negocian todo o piensan en los bolsillos. Estos son los hipócritas, capaces de todo. No le importa el pueblo a esta gente. Y cuando Jesús les dice ese bello adjetivo que utiliza muchas veces con estos, ‘hipócritas’, se ofenden: ‘Pero nosotros no, nosotros seguimos la ley’”.
Cuando el pueblo de Dios ve que los malos pastores se llevan palos se alegra, recuerda Francisco, y esto es un pecado, sí, pero han sufrido tanto que un poco “gozan” con esto. Pero el buen pastor, subraya el Pontífice es Jesús quien ve, llama, habla, toca y cura. Es el Padre que se hace carne en su Hijo, por compasión.
“Es una gracia para el pueblo de Dios tener buenos pastores, pastores como Jesús, que no se avergüenzan de tocar la carne herida, que saben que sobre esto – no solo ellos, también todos nosotros – seremos juzgados: estaba hambriento, estaba en la cárcel, estaba enfermo… Los criterios del protocolo final son los criterios de la cercanía, los criterios de esta cercanía total, a tocar, a compartir la situación del pueblo de Dios. No olvidemos esto: el buen pastor se hace cercano siempre a la gente, siempre, como Dios nuestro Padre se hizo cercano a nosotros en Jesucristo hecho carne”.