El 12 de septiembre de 1943 y después de una batalla desafortunada, Roma fue ocupada por los alemanes nazis. La ciudad quedó a cargo del general de la SS Herbert Kappler que enseguida inicio una campaña del terror. El 16 de octubre de 1943 organizó una razia reuniendo a 1023 judíos romanos para deportarlos a los campos de exterminios.
Esta campaña del terror se extendía también a los antifascistas, a algunos partidos políticos, a sindicalistas y a cualquiera que él encontrara sospechoso. Los encarcelados fueron llevados a diversas prisiones romanas. Durante este tiempo la hermosa ciudad de Roma fue el escenario de la obra más terrorífica y cruel.
En este contexto un grupo de la “Resistencia Romana” salió a luchar con determinación ante el asedio nazi. Planearon un ataque simbólico el día 23 de marzo de 1944 como advertencia a los invasores alemanes. Para ello fabricaron una bomba artesanal con casi 18 kg de explosivos colocadas en un carrito para la recolección de basura. La pondría un partisano disfrazado de barrendero, en la calle Rasella, lugar donde solían pasar todos los días una tropa de militares.
Ese día murieron 32 soldados y al día siguiente, debido a las heridas, uno más fallecería.
Cuando Hitler se enteró de lo sucedido ordenó inmediatamente la represalia. Debían pagar con la vida 10 italianos por cada militar alemán muerto. Kappler, enseguida confeccionó una lista. La lista se realizó con presos condenados a muerte en espera de ejecución, 75 judíos detenidos en espera de recibirse la orden de deportación a campos de exterminio y personas acusadas de terrorismo pero dejadas en libertad por falta de pruebas.
El 24 de marzo el teniente Erich Priebke y Karl Hass trasladaron a los 335 seleccionados (cinco fueron conducidos por error) en camiones militares a las Fosas Ardeatinas, unas minas abandonadas muy cerca de las famosas Catacumbas de san Calixto. Fueron conducidos de 5 en 5 a través de las galerías de la mina y fusilados. Los ejecutaron con un solo tiro detrás de la nuca y muchos de ellos no recibieron un tiro certero, por lo que agonizaría durante horas. Finalmente dinamitaron toda la zona sellando las entradas a las minas.
Las víctimas tenían entre 14 y 76 años y sólo después de la liberación de Italia por parte de las tropas norteamericanas se pudieron exhumar los cuerpos y ser reconocidos por los familiares. En el lugar se construyó un enorme mausoleo donde fueron colocados y las Fosas Ardeatinas se convirtió en un sagrario monumento nacional para honrar la memoria de los 335 mártires víctimas de una guerra cruel e inhumana.