Sus 22 candidatas, en lugar de decir sus medidas, prefirieron informar sobre casos de violencia contra la mujer. ¿Por fin los certámenes de belleza se han dado cuenta que tienen que reinventarse?
Los concursos de belleza, para muchos, es una cosa anticuada y hasta perjudicial para las niñas que los ven (por no mencionar a las que son pate de ellos).
Son certámenes donde se juzga a la mujer por su aspecto físico y donde se exigen ciertas medidas y cánones para ser catalogada como “la más hermosa”, independientemente de lo que haya en su interior.
El domingo pasado, Miss Perú quiso hacer algo diferente. Durante la presentación, sus 22 candidatas, en lugar de decir sus medidas, prefirieron informar sobre casos de violencia de género en su país o estado representante.
“Mi nombre es Camila Canicoba. Mis medidas son 2.202 casos por feminicidios reportados en los últimos nueve años en mi país”, dijo la representante del Departamento de Lima. “13 mil niñas sufren de abuso sexual en nuestro país”, afirmó Luciana Fernández, representante de la ciudad de Huánuco; mientras que “el 65% de las mujeres universitarias son agredidas por su pareja” fueron las “medidas” de Bélgica Guerra, de Chincha.
Asimismo, luego del desfile en traje de baño, la organizadora del certamen, Jessica Newton, ofreció un discurso para decir que las mujeres son libres de actuar y vestir como deseen y no por ello los hombres deben creer que “tienen derecho” a faltarles el respeto, etiquetarlas ni mucho menos “tocarlas”. Sin duda, un mensaje muy propicio en estos momentos donde el acoso y abuso sexual está en la palestra con casos como el del productor hollywoodense Harvey Weinstein o el fotógrafo de moda Terry Richardson.
Por supuesto, esto no sólo generó controversia en el país suramericano, sino que ha sido tema de conversación a nivel mundial en los últimos días.
http://www.youtube.com/watch?v=p2keNlHhCuY
Sin duda, el mensaje es muy efectivo porque, comunicacionalmente hablando, genera doble impacto: primero por las alarmantes cifras y segundo porque es dicho en un ambiente totalmente inesperado.
Los concursos de belleza se han caracterizado a lo largo de la historia por el glamour, las luces, el show, el maquillaje, los trajes y un largo etcétera… cuando mucho se pide genéricamente por la paz mundial (el chiste en la película Miss Simpatía no es de gratis) o se acabe el hambre en el mundo, pero en realidad no es lo más importante.
Particularmente, creo que la sociedad y la visión de la mujer ha cambiado muchísimo en las últimas décadas, así que si los certámenes de belleza quieren seguir existiendo, deben adaptarse a los nuevos tiempos y hacer reformas donde la gente se pueda sentir identificada.
Siendo venezolana, donde la industria del Miss Venezuela es casi tan poderosa como la del petróleo, les puedo decir que ya no tiene el mismo auge de hace 20 años… Claro que la situación política, económica y social de mi país es la principal razón, pero también es un tema de conectividad con la audiencia.
Lo dueños de estos concursos tienen que afrontar que ya ni por entretenimiento o esparcimiento nos vamos a creer que todo es lindo y hermoso (porque afuera o con sólo cambiar el canal de la televisión hay una realidad que te golpea) y que como seres humanos estamos cambiando nuestro pensamiento hacia la diversidad de la belleza, tanto a nivel exterior como interior.
Ojalá en el próximo Miss Universo haya una chica rellenita, otra con vitíligo, una musulmana, que no todas estén peinadas igual y así. Y ojalá también que sus organizadores entiendan la enorme plataforma que tienen para dar un significado de valor en esto tiempos que tanto lo necesitan.