Un privilegio ofrecía a la Iglesia de Sant Just y Pastor un juramento inusual
Ante un altar. Así era como cualquier ciudadano de Barcelona en peligro de muerte podía mostrar su última voluntad. Un juramento que tenía incluso validez legal. Pero no se trata de un altar cualquiera. El juramento debía realizarse ante el altar de la Basílica de Sant Just i Pastor de Barcelona, una basílica escondida entre las calles más antiguas de la ciudad y que tiene culto cristiano ininterrumpido desde el siglo IV.
El privilegio de Sant Just y Pastor estuvo vigente desde el año 801 y no fue en hasta el año 1991 (1190) cuando fue derogado. La historia es muy curiosa. Lluís el Pietós, hijo de Carlomagmo, otorgaría al altar de Sant Fèlix tres privilegio tras ser conquistada Barcelona a los musulmanes.
El privilegio de batalla juzgada. Los caballeros que se batirían en justa o duelo debían jurar en el Altar que no iban a utilizar brujería en la contienda.
El privilegio del juramento de los judíos. Ante una disputa entre un cristiano y un judío, el segundo debía jurar en el altar que diría la verdad
El privilegio del testamento, según el cual un juramento ante el altar realizado ante un notario y el párroco de la Iglesia serviría legalmente como testamento o documento de últimas voluntades.
La Basílica de Sant Just i Pastor
Actualmente en la Basílica de Sant Just i Pastor no se realizan juramentos ni privilegios sino que lo que tiene presencia continuada es la oración y la acogida a los pobres. La Comunidad de Sant’Egidio cuida especialmente la bienvenida a los peregrinos y el 25 de diciembre celebra allí su tradicional almuerzo de Navidad.
La Basílica es de estilo gótico. Una nave con seis tramos nos dan la bienvenida y contrasta la sobriedad de las bóvedas con la descoración neoclásica y neogótica de las capillas laterales y el altar. Hasta el año 1537 la Basílica estuvo presidida por la talla de la Virgen de Montserrat pero entre 1816 y 1832 la imagen se sustituyó por un altar mayor neoclásico.
Merece la pena visitar la Capilla de Sant Feliú que recuerda la concesión de estos tres privilegios y subir al campanario desde donde se puede apreciar una de las mejores vistas de Barcelona.