Es el presidente que nadie esperaba y al que la política sigue repudiando, pero sorprendentemente conecta con un amplio electorado que continúa siéndole fiel.El 8 de noviembre de 2016 se llevó a cabo una de las elecciones más extrañas en Estados Unidos. La perdedora, Hillary Clinton, superó por dos millones de votos populares al ganador, Donald J. Trump (quien ganó por el voto electoral): un magnate setentón, dueño de una fortuna construida a base a muchas bancarrotas, que apenas si tenía partido político, con tres matrimonios a cuestas y con una retórica incendiaria en contra de los migrantes, resumida en la frase de su campaña: “Make America great again” (“Hacer de nuevo grande a Estados Unidos”).
Ayer se cumplió un año del martes en que fue elegido Trump. Nadie lo creía entonces, y muchos todavía no se recuperan del estupor del día siguiente. Menos aún cuando todo parece indicar que hubo una “trama rusa” que desestabilizó el tren donde corría Hillary y metió mano, hasta el fondo, en el proceso electoral vía un sofisticado equipo de hackers. Una sombra de sospecha que ya se ha cobrado víctimas. Pero que ha dejado al presidente Trump incólume. Hasta el día de hoy.
Cierto que el martes pasado el candidato Demócrata a la gobernatura de Virginia, Ralph Northam ganó las elecciones en su Estado, evitando un potencial golpe para su partido y dando a los Demócratas una sacudida de impulso muy necesaria antes de las elecciones de 2018. Es la primera derrota de la era Trump en el poder. Y la primera llamada de atención para los Republicanos, quienes tendrán que revisar qué son sin Trump. Porque éste no ha perdido su “voto duro”. A un año de la elección, sigue teniendo los mismos votantes que en 2016.
El misterio de su éxito con los votantes
Se podría decir que se trata de un “animal político”. Pero no es así. Ha amenazado con desatar un conflicto nuclear y borrar del mapa a Corea del Norte; ha dicho que podría invadir Venezuela, ha endurecido la postura de su país en contra de Cuba, se salió del Acuerdo de París y de la Unesco; ya tiene 8 prototipos del muro que quiere construir en la frontera con México (3,200 kilómetros), ha salido del acuerdo del Pacífico, quiere echar por la borda el Tratado de Libre Comercio con Canadá y México, dice un promedio de 5 mentiras al día… pero su electorado está más firme que nunca.
Es más, si este 8 de noviembre de 2017 hubieran vuelto a hacerse las elecciones en Estados Unidos, Trump ganaría otra vez. Tiene una extraña conexión con sus votantes, no con los políticos. Ni siquiera con los políticos de su partido. Con 42 millones de seguidores, ha hecho del Twiter su principal aliado, su mejor arma de ataque, su canal de intercomunicación con la gente. De los medios se ha mofado. Los acusa de distribuir “fake news” (noticias falsas) y solamente tiene una cadena, Fox, cercana a sus ideas. No le importa demasiado. Los intelectuales, los periodistas, los citadinos (como él) le tienen sin cuidado. Trump no ganó en ninguna ciudad mayor a 100,000 habitantes. Son los Estados Unidos profundos –población blanca, rural y empobrecida—los que votaron por él. Y lo seguirían haciendo.
Repulsa entre los hispanos
Ningún presidente de Estados Unidos ha sido tan impopular como él en su primer año de gestión. Su nivel de aprobación oscila entre el 34 y el 45 por ciento, sin embargo su voto directo anda entre el 25 y el 30 por ciento. Ha cosechado repulsas infinitas entre los migrantes, entre los jóvenes hijos de migrantes (por quitarle el sueño que les había generado el DACA), entre los musulmanes, los afroamericanos y los hispanos.
Este lunes quitó el estatus de protección temporal (el TPS) a los nicaragüenses, les restó posibilidades a los hondureños y dejó temblando a los haitianos y salvadoreños acogidos al mismo. Ayer le metió más candela a Cuba… Pero sigue ahí. En el Twiter. Haciendo leyes y generando decisiones que, en su opinión, hacen de nuevo grande a Estados Unidos. Decisiones y leyes que fueron sus proclamas de campaña. A Trump le interesa Estados Unidos. La economía está mejor que hace muchos años. Bajó el desempleo. Wall Street registra récords históricos. Lo demás, puede esperar. Los demás, pueden esperar.
