Un ave venerada por los mayas y aztecas, que los misioneros españoles usaron para explicar la resurrecciónEl colibrí, esta pequeña y maravillosa creatura, ha siempre tenido un gran valor espiritual en varias de las grandes culturas aborígenes como la Maya, la Azteca, Guaraní y otras tantas andinas.
Los mayas cuentan que los dioses crearon todas las cosas de la Tierra. Y a cada animal, a cada árbol y a cada piedra le encargaron un trabajo. Pero, cuando ya habían terminado, notaron que no había nadie encargado de llevar los deseos y los pensamientos de un lado a otro.
Como ya no tenían barro ni maíz para hacer otro animal, tomaron una piedra de jade y tallaron una flecha. Era una flecha muy chiquita. Cuando estuvo lista, soplaron sobre ella y la flechita salió volando. Ya no era una flechita, porque estaba viva. Los dioses, habían hecho un colibrí. Era tan frágil y tan ligero el colibrí que podía acercarse a las flores más delicadas sin mover uno solo de sus pétalos. Sus plumas brillaban bajo el sol como gotas de lluvia y reflejaban todos los colores.
Entonces los hombres trataron de atrapar al pájaro precioso para adornarse con sus plumitas. Los dioses se enojaron y ordenaron: “si alguien lo atrapa, el colibrí morirá”. Por eso, nunca nadie ha visto un colibrí en una jaula ni en la mano de un hombre.
En la cultura azteca aquellos que morían durante la guerra y las mujeres que morían durante el parto iban hacia el Tonatiuhichan o Casa del Sol. Pasados cuatro años después del fallecimiento, las almas de estos guerreros se convertían en diversos tipos de aves de rico plumaje, especialmente colibríes para volar acompañando al sol. Cuando los dioses advertían que habían alcanzado cierto grado de perfección, ellos se transformaban en un grado superior.
Mientras esto sucedía, los dioses llevaban a los muertos a un lugar al que llamaban Mictlán, que significa “lugar de la muerte” o “residencia de los muertos” para purificarse y seguir su camino.
Los aztecas no enterraban a los muertos sino que los incineraban. Las cenizas eran puestas en una urna junto con un jade que simbolizaba su corazón y en noviembre hacían una gran fiesta en la primera luna llena del mes, para celebrar la culminación de la cosecha del maíz. Ellos creían que ese día los difuntos tenían autorización para regresar a la tierra, a celebrar y compartir con sus parientes vivos, los frutos de la madre tierra.
Los misioneros españoles al llegar a México aprovecharon esta costumbre, para comenzar la tarea de la evangelización a través de la oración dándole un sentido más cristiano, y recordando las almas de los difuntos el día 2 de noviembre.
El colibrí puede simbolizar muchos conceptos diferentes, y creo que podemos aprender tanto de ellos. Por ejemplo:
Es la única ave capaz de volar hacia atrás: así también nosotros deberíamos a veces ir un poquito hacia atrás, mirar nuestra historia, aprender del pasado, de los errores para poder proyectar mejor nuestro futuro.
Son pequeños incansables, siempre buscando el mejor néctar entre las flores, así también nosotros debemos ser incansables buscadores de verdad y de buenos valores
Por su aspecto pequeño y gran velocidad de vuelo son las únicas aves que pueden planear su vuelo.
Los colibríes trabajan de forma muy importante en la polinización de las plantas ya que distribuyen el polen de flor en flor. Nosotros también debemos trabajar para el mejoramiento de lo creado y cuidar nuestra “casa común”.
Al momento de dormir buscan refugio o un lugar donde esconderse, especialmente de sus depredadores, es común que duerman echándose boca abajo sobre los árboles de tal forma que puedan mezclarse con el ambiente y no ser visibles.
El colibrí tiene una potente significado espiritual. En los Andes de América del Sur, el colibrí es un símbolo de la resurrección. Al momento de dormir buscan refugio o un lugar donde esconderse, especialmente de sus depredadores, es común que duerman echándose boca abajo sobre los árboles de tal forma que puedan mezclarse con el ambiente y no ser visibles.
Por eso parecen morir todas las noches frías, pero vuelven a la vida cada nuevo al amanecer. Nuestras vidas también deben ser una resurrección constante, “morir” todas las noches, dejando los errores y aciertos cometidos durante el día, confiándonos a las buenas manos de Dios, para luego “resucitar” llenos de fuerzas y poder afrontar un nuevo día.
Cuenta una leyenda guaraní, que la muerte no es el final de la vida, pues el hombre, al morir, abandona el cuerpo en la tierra pero el alma continúa su existencia. La leyenda dice que se desprende el alma y vuela a ocultarse en una flor a la espera de un mágico ser. Entonces, es cuando aparece el “mainimbú” (nombre guaraní del Colibrí) y recoge las almas desde las flores, para guiarlas amorosamente al Paraíso. Esta es la razón de que vuele de flor en flor.
Como vimos en varias culturas aborígenes de casi toda América el colibrí tiene un gran simbolismo y está muy relacionado a los difuntos, las almas y la “resurrección”. Recordemos entonces cuando seamos visitados por unas de estas maravillosas creaturas, de pedir siempre por las almas de nuestros seres queridos, para que logren ser amorosamente guiadas a través de nuestras oraciones muy cerca de Dios en el Paraíso.