Cristo está en el centro del auténtico amor fraterno.«Quien encuentra un amigo, encuentra un tesoro» (Eclo 6,14). Así nos lo recuerda el Antiguo Testamento, y el Señor Jesús no deja de señalar el gran don de la amistad fundada en Él. Vivir la amistad como nos lo pide Jesús implica vivir una de las virtudes que San Pedro incluirá en su escalera espiritual: el amor fraterno. El amor fraterno es expresión natural del amor recto y fundado en Cristo que debe estar en la base de la amistad cristiana.
El amor por los hermanos en Cristo, que se puede manifestar de diversos modos, es una señal distintiva del cristiano. Resuenan las palabras de San Juan: «Si alguno dice: “Amo a Dios”, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve» (1Jn 4,20).
El amor fraterno en la amistad lleva al cristiano a trascender cualquier barrera cultural o de otro tipo en razón de una hermandad superior, fundada en una misma fe, teniendo un mismo corazón y una misma alma, a semejanza de la primera comunidad cristiana.
Lo lleva también a superar las dificultades propias de las relaciones humanas y a trabajar seriamente por crecer en amistad y reconciliación con sus hermanos. El horizonte lo señaló el mismo Señor Jesús: «Éste es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer» (Jn 15,12-15).
El horizonte que nos plantea el Señor Jesús hará que vivamos lo que decía, con gran sabiduría, el Eclesiástico: «El amigo fiel es un refugio seguro, quien lo encuentra, ha encontrado un tesoro. El amigo fiel no tiene precio, su valor es incalculable. El amigo fiel es un elixir de vida, los que temen al Señor lo encontrarán. El que teme al Señor orienta bien su amistad, porque, según sea él, así será su amigo» (Eclo 6,14-17).
Fuente: Mi Vida en Xto
Artículo publicado por Centro de Estudios Católicos