“Son 44 buenas personas que no merecen un mal final”Se ve que el Cono Sur está forjado para la épica. Los rugbiers uruguayos del avión en los Andes, los mineros chilenos en la montaña, y ahora los tripulantes argentinos del submarino ARA San Juan.
Suele contar Carlitos Páez Vilaró, hijo del renombrado artista y uno de los supervivientes de la tragedia de los Andes, que su padre nunca lo dio por muerto. Ni al momento de saberse del accidente, ni a los 8 días cuando las autoridades tiraron la toalla, nunca. Y emprendió, con la ayuda principalmente del pueblo chileno, una intensa búsqueda casi solitaria.
Aquella búsqueda de su hijo, dijo el artista tiempo después, “probó mi fe y terminó siendo una experiencia maravillosa. Entendí que Dios fue mi copiloto en todas mis búsquedas. Me instalé en Chile los tres meses y veía a Carlitos vivo en todos lados. Le gritaba, corría a abrazarlo y no era él. Pero esa certeza y la cadena de solidaridad espiritual hicieron que lo encontrara. Los chilenos me dieron todo sin pedirme nada. No tenía dinero, pero nunca me faltó un caballo para andar, una casa, un caldo de congrio”.
Así como ocurrió la tragedia de los Andes, así como ocurrió con la tragedia de los mineros en Chile, la inmensa solidaridad sostiene la esperanza de las familias que esperan los 44 tripulantes del submarino desaparecido hace una semana.
Cadenas de oración y pedidos de oración en iglesias de todo el país, apoyo psicológico en la base de Mar del Plata en la que esperan noticias. Por ejemplo, este martes monseñor Santiago Olivera, obispo castrense, celebró en esa base una misa para pedir por los tripulantes, al tiempo que se presentó una canción elaborada por las familiares denominada Buscando el Sol.
Mensajes de apoyo de todo el mundo, embarcaciones y aviones incluso desde las Islas Malvinas, donde los kelpers abandonaron por un momento la histórica enemistad y se han solidarizado de lleno…
La cuñada de uno de los tenientes desaparecidos en el navío aseguró al diario Clarín con esperanza: “Estoy convencida de que si los 33 mineros de Chile salieron, nuestros 44 también van a salir. Son 44 buenas personas que no merecen un mal final”.
En la familia de Eliana, única mujer tripulante del ARA San Juan y probablemente la primera submarinista de América Latina, también se refirieron con la misma ilusión. “Tiene que estar tratando de arreglar lo que sea para volver”, dijeron al diario La Nación, a la vez que la imaginaron en plena acción mientras en la superficie todos buscamos su paradero: “Deben estar por cenar y después entra de guardia, a revisar los radares y el millón de sensores que tiene el submarino”.
Es difícil que la familia de los 44 conserve la misma esperanza durante todos los días. Abunda la desinformación como la buena intención en hacer lo posible por ayudarlos.
Hay entre ellos padres, hijos, hijas, esposas. Pero detrás hay un país que con el apoyo del mundo está espiritualmente acompañándolos expectantes por cada parte de la Armada argentina para abrazarlos y llorar de alegría ante un desenlace que no cesaremos de esperar. La historia de las épicas sudamericanas respaldan la esperanza.