¿Cómo descubrir tu vocación?
- ¿Qué quiere decir el Cardenal a los jóvenes? ¿Cómo tienen que discernir su vocación?
Algunos jóvenes piensan que la vocación es una señal maravillosa: una voz del cielo o un rayo. No (Risas). Probablemente suceda, pero muy raramente. Como en el caso de san Pablo o Moisés, pero no en caso de la gente común como nosotros.
Siempre les digo a los jóvenes que Dios trabaja en nuestras condiciones humanas. La vocación, la llamada de Dios es la intención que Dios tiene con nosotros.
Dios creó a cada persona para un propósito. Y este objetivo ya se está realizando. Solo tenemos que descubrirlo. Es muy simple (risas)
- ¿En serio?
¡Tienes que mirar a tu corazón! Conocerse a uno mismo, averiguar los dones que hemos recibido, los talentos e intereses.
Luego limpia tu mente y el corazón para darte cuenta de que no vivimos sólo para nosotros mismos.
Entonces veremos cómo nuestros talentos pueden servir a otros. Este es un comienzo para descubrir cuál es tu vocación.
Todos estos dones, intereses y talentos provienen de Él: nos los dio, decidiendo que no son solo para nosotros.
- Vivimos en tiempos en los que no es fácil escuchar la voz interior. Especialmente porque el mundo lo está ahogando de forma muy efectiva.
Sí, eso es verdad. Antes del sínodo, escuchamos de muchos jóvenes que la están buscando, pero las condiciones para oírla no siempre son apropiadas.
Especialmente hoy en día, cuando estamos conectados a tantas cosas: teléfono, Internet, correo electrónico, mensajería instantánea...
Esto es bueno, pero a veces estamos demasiado presentes en todo el mundo.
Estás en Europa, pero te enteras de lo que está sucediendo en Australia. E incluso si no estás buscando ruidos, todos esos medios de comunicación pueden conducirte a ello.
Es por eso que necesitamos algo de disciplina. Les digo a los jóvenes que para profundizar su relación con otras personas uno debe permanecer de vez en cuando a solas.
¡No se trata de no mantenerse en contacto! La soledad, la oración, la reflexión, incluso el descanso, es la forma de conocerse a uno mismo y, por lo tanto, de mejorar las relaciones con los demás.
Cuando estamos ocupados, corriendo a todas partes, no vemos a la gente a nuestro lado, a los pobres que nos necesitan.
A veces, incluso en la familia, cada miembro está tan absorto en el mundo virtual que pierde su conexión con los demás familiares.
Por lo tanto, el tiempo dedicado para uno mismo no es ningún tipo de aislamiento incomprendido. Sirve para mejorar la calidad de las relaciones con los demás.
No se puede tenerlo todo
- Bueno, ¿y si uno tiene dos opciones para descubrir la vocación? ¿Querría ser un médico y también sacerdote? ¿Cómo elegir el camino correcto?
Muy buena pregunta. Ocurre que ambas elecciones son buenas. Es fácil elegir cuándo una es buena y otra no tanto. Está claro que vas a elegir la buena.
Pero a veces discerniendo te das cuenta que tienes predisposición a ambas opciones. Puedes ser bueno en ambas. De hecho, el mundo necesita ambas y ambas sirven a la gente.
Esto es muy difícil, pero creo que en este caso debes considerar un criterio: ¿cuál de las dos me ayudará a seguir más a Jesús? Y a veces, según el caso, no es el sacerdocio.
- ¿Este criterio también se aplica a las elecciones en el contexto del matrimonio? ¿Qué pasa si tenemos dos buenas opciones?
Antes que nada, debes darte cuenta de que no puedes tenerlo todo.
- ¡Este es el problema del mundo de hoy!
Sí, queremos tenerlo todo. Queremos una vida perfecta, una pareja perfecta, un trabajo perfecto. Y cuando vemos un defecto decimos: No, no es para mí.
¡Nunca encontrarás a nadie perfecto! Al elegir a la persona adecuada, debes verificar en oración cuáles son tus motivos y simplemente “dejarte llevar por la fe”.
Y de nuevo responder a la pregunta: ¿con cuál de las dos personas puedo estar más cerca de Jesús? ¿Con cuál de las dos parejas puedo servir mejor a Jesús?
Sé abierto y busca tu propio camino
- ¿Y cómo fue su llamada al sacerdocio?
Al principio estaba planeando ser médico.
- ¡Entonces mi pregunta está justificada!
¡Sí! (risas) Cuando era niño, pensé que sería un doctor. Mis padres también estaban felices.
Cuando tenía 14 años, se creó una nueva comunidad juvenil en mi parroquia a la que fui invitado.
No quería pertenecer a ella, pero fue esta comunidad la que me permitió ver otra realidad.
Ayudábamos a los niños de la calle, a las familias pobres que vivían en barrios marginales.
Hacía trabajos sociales, aunque seguía estando pensando en estudiar la medicina.
La gente me preguntaba si me gustaría ser sacerdote, pero lo ignoraba. “No, no, voy a estudiar medicina y en la parroquia solo estoy ayudando”.
Y luego algo sucedió. Uno de los sacerdotes me preguntó si sabía que en la universidad de los jesuitas podría obtener una beca.
“Puedes hacer un curso preparativo para la carrera médica. Si consigues una beca, podrás ayudar a tus padres”.
Entonces me presenté a los exámenes. ¡Ya desde el principio me di cuenta de que aquel no era ningún examen médico sino para entrar en un seminario! ¡Estaba furioso!
“¡¿Padre, por qué usted me engañó?!”, gritaba, y él me dijo: “¡Quería abrirte los ojos porque tienes una mente limitada y no tienes en cuenta ninguna otra cosa que no sea la medicina!”.
Estaba enojado, pero después de eso comencé a hacerme preguntas. Cuando comencé a inclinarme hacia el sacerdocio, descubrí que había suspendido el examen.
Pero entré en la universidad y pude comenzar la carrera de medicina. Pero comencé a hacerme preguntas, a hablar con muchas personas.
Estaba confundido, pero rezaba mucho: “Señor, en toda esta confusión, muéstrame el camino, porque yo mismo no veo nada”.
Poco a poco... decidí volver al seminario y preguntar si podía volver a intentarlo. Se negaron.
Después de dos o tres solicitudes rechazadas, decidí que, dado que la puerta del seminario estaba cerrada para mí, iba a ser médico.
El último día de reclutamiento, hice cola para pagar. Me vio un jesuita que realizaba entrevistas con los candidatos para el seminario.
"¿Qué estás haciendo aquí? ¡Eres tan terco. ¡El rector te dijo que no te aceptaría!".
"Lo sé, por eso no lo intento más. Me quedaré en la Facultad de Medicina", respondí.
Se volvió y dijo: "Ven". Me hizo la entrevista, llamó a alguien y me dijo: "Después de que mostraras interés, vamos a ponerte a prueba. ¡Pero sólo por un semestre!". Después de este semestre me dejaron quedarme.
Necesitas de otras personas
- ¡Y ahora es usted cardenal! La vida es impredecible...
La conclusión es esta: busca tu propio camino, pero estate abierto a lo que te ofrece la vida. No todo está bajo nuestro control.
¿Quién lo hubiera pensado? Fui el último de la lista, y ahora, como dijiste, soy un cardenal (risas).
La búsqueda requiere su esfuerzo, pero también necesitas gente que te conoce para hacerte ver algo que tú no ves.
¡Estaba enojado entonces con aquel sacerdote, pero realmente él sólo fue una herramienta!
- ¡Una historia increíble!
Y así es la vida. Parece que tomaste la decisión final... Te parece… (risas). Por eso les digo a los jóvenes que no se sientan frustrados.
A veces los jóvenes se desmotivan cuando sus planes no funcionan como quisieran. Entonces se debe mirar desde una perspectiva más amplia.
¿Tal vez Dios tiene pensada una mejor historia para ti?
- Creo que el primer paso para descubrir la vocación es la libertad.
Sí, pero la libertad no significa que puedo hacer lo que me da la gana. Ser libre es ser honesto, libre de mentiras e ilusiones falsas.
Soy libre porque sé quién soy. Conozco mi fortaleza y sé cuál es mi debilidad. Si soy libre en este sentido, sé lo que es bueno para mí.
Si no soy bueno con las matemáticas, entonces no puedo ser contable y no pasa nada.
La libertad es dar a los demás y ese es el propósito de la vocación. La libertad se basa en la verdad y el amor. Si no eres libre en el amor, no es amor.