En la vida nos sentimos amados en el momento en que nos mostramos tal y como somosEs muy bueno que nos miren a los ojos quien nos permite ser sólo aquello que estamos logrando ser en ese momento. Alguien que nos acoja de la manera en que somos, o de la manera en que estamos. Por eso creo que el verdadero amor no llega a nuestra vida cuando el otro nos dice que nos ama. El verdadero amor llega a nuestra vida cuando el otro sin decir nada nos mira a los ojos y nos convence que nos ama.
Sin necesitar decir nada. Sin necesitar usar la palabra, nos mira a los ojos y nos deja tranquilos. Porque las personas que verdaderamente nos aman nos dejan tranquilos para que seamos lo que realmente somos. No nos exigen lo que no podemos ser, ¿sabes por qué? Porque ellas no aprecian las expectativas, sino la realidad.
Quien aprecia la expectativa corre el riesgo de no amar a nadie nunca.
Ahora, quien descubre que el amor consiste en acoger al que tiene cualidades y defectos, ahí cambia la realidad.
Yo soy amado, no solo cuando muestro mis cualidades, también cuando el otro descubre mi mayor defecto, e incluso así, me mira, me sonríe, y me dice: yo te amo de todos modos.
Es por eso que nosotros en la vida podemos ayudarnos, pues hay muchas personas que necesitan de eso.
Por eso, es importante preguntarnos: ¿Cómo es la huella que he dejo en el corazón de aquellos con los que trato? ¿Dejaste algo que vale la pena o dejaste huellas que duelen?
Hacer esta profunda reflexión es muy útil pues cada uno de nosotros tiene una gran responsabilidad en la vida en cuanto a la relación con los demás.
Mira, si yo entrara en tu vida, sólo quiero hacerte bien, porque de gente que te hace mal, ya estás lleno. Por eso cuando estés reparando tu relación – sé que duele hacer eso – antes de permitir que la persona entre en tu vida quítate el maquillaje para que vea quién eres realmente.
Es como nos sentimos amados en la vida. En el momento en que nos mostramos tal y como somos. En el momento en que nos mostramos de verdad. Yo soy eso.
Y el otro te mira y dice: yo no logro ser ni la mitad de lo que soy lejos de ti.
Y ahí se empieza a hacer el bien, y empieza la verdadera amistad. Si yo soy tu amigo sólo quiero serlo para volverte mejor.
Yo quiero entrar en tu vida para ayudar a que seas mejor.
Si no, es mejor que me quede fuera de tu historia, de tu vida, ser completamente dispensable.
Ahora bien, si yo puedo hacer una pequeña diferencia en tu historia, me gustaría, si me lo permites.
Eso es lo que hace la diferencia, la gente que nos da una segunda oportunidad. Porque amarnos cuando lo merecemos es fácil, cuando hacemos las cosas bien, el otro nos mira y nos sonríe. ¿Pero cuando nos equivocamos? Ahí descubres si el otro te ama o no.
Porque en la vida sólo tenemos derecho a decir “yo te amo“ después de haber dicho infinitas veces “yo te perdono“.
Si no hay perdón no existe el amor. Por eso los novios que rompen a la primera de cambio es porque nunca hubo amor. Si no se es capaz de perdonar un error, no se es capaz de mirar a los ojos y recomenzar, nunca hubo amor.
Porque la vida del ser humano es así: llena de defectos, de fallas. Nadie es perfecto.
Y amar consiste en encontrar esas imperfecciones y descubrir que somos la pareja perfecta de tan imperfectos que somos.
Cuando juntos unimos las fuerzas, nuestras imperfecciones, te doy las mías y me das las tuyas vamos cosiendo los defectos juntos y nos vamos volviendo mejor.
Estando solo no logro ser ni la mitad de lo que soy cuando estoy a tu lado, porque me ayudas a olvidar los deberes que tengo. Ahora bien, hay otras personas a quien es necesario decirle: cuando estás a mi lado me quedo peor, porque me recuerdas todos los defectos.
Porque quien ama de verdad no apunta al pasado sino al futuro. Hay muchas personas que se quedan sentadas diciendo lo que has hecho y lo que has dejado de hacer.
Hay quienes nos dicen que no necesitan mirar lo que has hecho ni lo que has dejado de hacer. Esa es la gran diferencia.
Por Prosa e Poesia