Al inspirarse en un pasaje del profeta Isaías, Francisco recordó que todo cristiano es como "un pequeño germen donde se posará el Espíritu del Señor, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de conocimiento y temor del Señor".
"Estos son los dones del Espíritu Santo. Desde la pequeñez del germen a la plenitud del Espíritu. Esta es la promesa, este es el Reino de Dios". Esta es "la vida del cristiano", recordó el Papa:
"Ser conscientes que cada uno de nosotros es un brote de esta raíz que debe crecer, crecer con la fuerza del Espíritu Santo, hasta la plenitud del Espíritu Santo en nosotros".
"Y ¿cuál es la tarea del cristiano? Simplemente cuidar el germen que crece en nosotros, cuidar el crecimiento, cuidar el Espíritu".
Y, ¿cuál es el estilo de vida del cristiano? "Un estilo como el de Jesús, de humildad", explicó Francisco:
"Se necesita fe y humildad para creer que este germen, este don tan pequeño llegará a la plenitud de los dones del Espíritu Santo".
Pequeño y necesitado
"Se necesita humildad para creer que el Padre, Señor del Cielo y de la Tierra, como dice el Evangelio de hoy, ha escondido estas cosas a los sabios, a los doctos y se las reveló a los pequeños".
"Humildad es ser pequeño, como el germen, pequeño que crece cada día, pequeño que necesita del Espíritu Santo para poder ir adelante, hacia la plenitud de la propia vida".
"Hay quien cree que ser humilde - observó el Papa - es ser educado, cortés, cerrar los ojos en la oración..." "No, ser humilde no es eso". Entonces "¿cómo puedo saber si soy humilde?", preguntó Francisco:
"Hay un signo, una señal, único: aceptar las humillaciones. La humildad sin humillaciones no es humildad. Humilde es ese hombre, esa mujer, que es capaz de soportar las humillaciones como las soportó Jesús, el humillado, el gran humillado".
Francisco recordó el ejemplo de muchos santos "que no sólo aceptaron las humillaciones sino que las pidieron" para parecerse a Jesús.
"Que el Señor - concluyó su homilía el Papa - nos dé esta gracia de cuidar lo pequeño hacia la plenitud del Espíritu, y no olvidar la raíz y aceptar las humillaciones".
Por Roberta Gisotti