A 20 años del peor desastre natural del que Venezuela tenga memoria
Este 15 de diciembre se cumplen 20 años de la tragedia que ocurrió en Vargas –litoral central venezolano, contiguo a Caracas- y enlutó a todo el país.
La lluvia sin parar cayó por semanas sobre el territorio nacional hizo que ese día la capa vegetal de cerros y colinas se desprendiera y diera paso a toneladas de piedra y tierra que cayeron sobre pueblos enteros y arrasaron con zonas altamente urbanizadas. Todo, en cuestión de pocas horas. Las quebradas quedaron sin cauce y, de pronto, todo era un gran río de lodo que incorporaba todo aquello que se le atravesaba en su loca carrera hacia el mar.
Fue el día en que, según testimonios: “Se derramaron los cielos y la tierra se hizo río, se llevó lo que era mío y no volvimos a verlo. Virgen de la Coromoto, Virgen María, San Juan Bautista, ayúdame en este trance y que el corazón me alcance para dárselo a los otros. Ay San Antonio, se derramaron los cielos, Ay San Antonio… la tierra se hizo río!”.
Cada 15 de diciembre, sobre todo si llueve, el fantasma de aquella tragedia perturba el espíritu en este país.
Se calcula que unas 30.000 personas perdieron la vida en el mayor siniestro ocasionado por el peor desastre natural del el país tenga memoria. Quienes cubríamos los hechos no podremos jamás olvidar escenas de tanto dolor y devastación. Quedan para siempre grabadas en la retina y en el corazón. La desdicha no podía ser mayor. Mujeres humildes, madres de familia, circulaban por los canales de televisión rogando poner en pantalla la foto de sus hijos desaparecidos.
Gente vagando por una geografía que en segundos se hizo extraña intentando ubicar el punto donde hasta hacía pocas horas se encontraba su vivienda. Pilotos de la aviación civil arriesgando todo por salvar a quienes, desde plataformas inestables, resistían el embate de agua y rocas, a la espera del rescate. Niños vagando a su suerte muertos de hambre y de frío. Algo que recordaremos como una escena del infierno del Dante reproducido en el litoral central de una Venezuela que vivió, en distinta intensidad según la región, aquella catástrofe.
Un desastre convertido en tragedia por obra y gracia de una política que privilegia otros objetivos y deja la vida humana en segundo plano. Comenzaba el gobierno de Hugo Chávez y era el día en que debía aprobarse, mediante referéndum, la Constitución de 1999, reformada por voluntad e iniciativa del recién estrenado jefe de Estado.
Comenzaba también la más grande calamidad de nuestra historia, aludes gigantescos que cegaron vidas y dejaron en la indigencia a numerosas familias necesitadas ayuda inmediata y urgente.
Las imágenes de la tragedia aquí (hacer click en galería):
Era el día en que debía aprobarse, mediante referéndum, la Constitución de 1999, reformada por voluntad e iniciativa del recién estrenado jefe de Estado.
Esas elecciones debían realizarse, a pesar de que la tragedia avanzaba por minutos llevándose las vidas y propiedades de miles de venezolanos. El gobierno se empeñaba en ignorar olímpicamente las dramáticas informaciones que llegaban desde el litoral. Pronto se hizo patente que varias zonas del país sufrieron los coletazos y clamaban también por auxilio.
El abandono que pautó el entonces presidente Chávez negando la entrada a la ayuda enviada por Estados Unidos, a bordo de buques que esperaban en aguas internacionales cargados con agua, enseres, ropa, alimentos y medicinas destinados a socorrer a la población en emergencia, se cumple cuando los sucesivos gobiernos de militantes oficialistas, mantienen la desidia intacta.
Territorio adentro, Vargas exhibe los mismos daños, escombros y deterioro en las estructuras y vías causados por el deslave que se llevó calles, avenidas, caseríos y urbanizaciones enteras. “No necesitamos ayuda del imperio”, decía tajante Chávez en medio de aquella tragedia que, a todas luces, superaba las capacidades del Estado venezolano.
Actualizado diciembre de 2019