¿Cuándo se alcanza la madurez? ¿Cómo se aprecia? Tras el período turbulento de la preadolescencia, la conducta de los jóvenes suele sosegarse. Las relaciones familiares dejan de ser un permanente nido de conflictos violentos y la irritación y los gritos dejan paso a la discusión racional, al análisis de las discrepancias y hasta a los pactos y los compromisos.
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A partir de este momento, el conflicto se desplaza desde la ambivalencia afectiva a la reivindicación de ciertos derechos personales, entre los que destacan:
- las exigencias de libertad e independencia
- la libre elección de amistades
- las aficiones…
El adolescente intenta experimentar sus propios deseos más allá del estrecho círculo de las relaciones familiares.
En este segundo momento de la adolescencia, la adolescencia propiamente dicha, los intereses afectivos de los jóvenes abandonan masivamente el ámbito familiar estableciendo nuevas elecciones de objetos afectivos extra familiares, como es propio de todo adulto.
Importancia del desarrollo afectivo
El mundo afectivo en muchas ocasiones puede alterar el pensamiento, por ejemplo, cuando estamos ciegos de rabia o amor. De esta manera, es imposible pensar en un desarrollo intelectual separado de un desarrollo emocional.
La inteligencia emocional, es la que se pone en práctica al momento de ser capaz de reaccionar correctamente ante nuevos desafíos y responder a las exigencias de la vida.
El desarrollo de la afectividad es necesario para alcanzar una madurez emocional adecuada, de acuerdo a la edad y etapa de vida.
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Se debe tener en cuenta que madurez es un proceso dinámico, de desarrollo paulatino. Es un concepto relativo que puede referirse tanto al desarrollo total de la personalidad como a cada una de las esferas del desarrollo humano, y en cada etapa evolutiva de la vida. Por ejemplo, un adolescente puede estar maduro biológicamente para tener un hijo, pero no lo está desde un punto de vista emocional, ni social.
Madurez afectiva implica la integración armónica de todos los componentes de la personalidad, logrando tener una percepción correcta acerca de si mismo, de los demás y del mundo que nos rodea.
El logro de una personalidad armónica permite un bienestar emocional; sentirse bien interiormente.
Algunos indicadores de madurez afectiva
Durante la adolescencia hay que ir trabajando con mucho realismo y sobre todo paciencia para lograr poco a poco el desarrollo y equilibrio que todo ser humano desea en relación a estos aspectos:
- La afectividad: Identificar, expresar y manejar los afectos y ser sensibles a los afectos ajenos. El ocultar o no expresar los sentimientos bloquea el crecimiento personal.
- El sabor de la vida: Disfrutar de pequeños logros cotidianos afectará al estado de ánimo que será más positivo y estable. Para ello es importante tener despierta la capacidad de admiración.
- El dolor: Aceptar y manejar experiencias dolorosas que no podemos evitar (enfermedades, muerte). Esto no significa suprimir las emociones sino darle a cada una el valor que le corresponde. Aceptar el dolor como necesario para la maduración de la personalidad.
- Las emociones: Tener estabilidad emocional y tener dominio sobre el exceso emocional.
- La autoestima: Tener una autoestima real y positiva permite estar satisfecho consigo mismo, con los demás y con el mundo. Posibilita la capacidad de autocrítica, lo que redundará en el propio perfeccionamiento.
- Las relaciones sociales: Ser socialmente adaptado. Tener un comportamiento adecuado, ser capaz de compartir y relacionarse en familia, colegio, trabajo, instituciones y relaciones sociales en general. Tener capacidad para la convivencia diaria.
- El proyecto vital: Tener un proyecto de vida con metas concretas ya que la vida no se improvisa.
- La sexualidad: Tener conocimiento de la propia sexualidad. Aceptarla sin temores, culpas, ni creencias erradas. Estar satisfecho y valorar el propio sexo. Reconocer lo que el cuerpo siente y a la vez tener autocontrol sobre él.
No siempre los adolescentes logran la madurez afectiva emocional que se espera y es probable que algunos de estos indicadores de madurez estén ausentes pero, con un desarrollo y educación afectivo-sexual adecuado, estarán en camino de lograr mayor madurez afectiva y realización personal.