¿Qué anhelan los jóvenes hispanos que están bajo el amparo del programa DACA en EEUU?Estas semanas son decisivas para los cerca de 800,000 jóvenes llamados “Dreamers” (“Soñadores”) que se encuentran viviendo en Estados Unidos bajo la sombra protectora del programa de Acción Diferida para Llegados en la Infancia, o DACA. Para muchos de ellos, la mayoría, quizá la totalidad de estos jóvenes hispanos, Estados Unidos es el único hogar que conocen.
Ruby Thomas y Jessica Able del periódico The Record, periódico de la Arquidiócesis de Louisville (Kentucky), acaban de publicar en el Servicio Católico de Noticias (CNS) de Estados Unidos un reportaje esclarecedor sobre un grupo de jóvenes católicos inmigrantes de la parroquia de Santo Domingo, en Springfield, Kentucky.
Ellos, como muchos otros jóvenes católicos y de otras denominaciones religiosas, están protegidos actualmente (y por unos meses más) por el DACA; pero ese programa está propuesto para finalizar en marzo de 2018, a menos que el Congreso apruebe la Ley de Desarrollo, Alivio y Educación para Menores Extranjeros o DREAM Act.
Tenemos metas en nuestras vidas
Yuliana Ortega, de 15 años, quien es estudiante en Washington County High School, llegó a los Estados Unidos desde Jalisco, México, cuando apenas tenía un año. Su más grande temor está cifrado en tener que dejar a sus amigos y familiares en Springfield, una vez que finalice el programa DACA.
“No sé nada de México. No sé a dónde iría”, dijo a The Record. En este momento hace malabarismos con la escuela, mientras trabaja en el restaurante que su familia administra, y espera trabajar un día como intérprete.
“Tenemos metas y cosas en nuestras vidas a las que queremos llegar”, resaltó esta joven de origen mexicano, pero absolutamente arraigada en la cultura y en el modo de vida estadounidense.
Primero conózcannos
Wendy Hernández, de 21 años, es tutora de inglés para las escuelas del condado de Washington. Hernández vino a los Estados Unidos cuando tenía seis años, junto con su madre y dos hermanos. Su madre huyó de Cuernavaca, México, “para escapar del abuso físico”. Ella considera que Estados Unidos, en general, y Springfield en particular, son su hogar.
Desde que Hernández se enteró de la decisión del presidente Donald Trump de cancelar el DACA, vislumbra un futuro incierto. “Es un poco aterrador porque no sé lo que va a pasar”, subrayó la joven. “Mi carrera, todo, está en sus manos (de legisladores)”.
Y pidió que quienes van a decidir su suerte, primero “conozcan un poco sobre nosotros y vean cómo estamos tratando de ayudar a nuestra comunidad. Tenemos ambiciones y metas en nuestra vida y para nuestro futuro”.
Trabajamos duro, creamos empleos
Carlos Guzmán, de 26 años, es propietario y operador de una empresa de reparaciones caseras en Lebanon, Kentucky. Guzmán, dijo que terminar el programa DACA tendría un efecto dominó devastador en su vida. No solo le quitarían su hogar, su familia y su comunidad de fe, sino que lo privarían de su sustento, un negocio “en que ha trabajado mucho” para construirlo.
“Creo que mucha gente no se da cuenta de que trabajamos duro para tener un futuro mejor. Hacemos nuestro mejor esfuerzo para contribuir a este país. Pagamos nuestros impuestos, creamos empleos y contribuimos a la economía”, aseveró Guzmán, quien fue traído desde Sonora, México, a los 14 años. Sus padres decidieron traerlo a él y sus tres hermanos a los Estados Unidos para evitar la violencia constante que enfrentaban en ese lugar del noroeste de México.
Tengo miedo de perderlo todo
Dora Lozano, de 18 años, es alumna en Elizabethtown Technical and Community College, donde estudia español y educación especial. Lozano dijo que no tiene recuerdos de su ciudad natal de México, que dejó con su familia en los Estados Unidos cuando tenía tres años. “Tengo miedo de perderlo todo. Esto es todo lo que sé”, confesó.
Si se le da la oportunidad, Lozano le pediría a los legisladores que intenten comprender la situación desde su punto de vista. “No vinimos aquí para dañar a nadie; vinimos aquí para tener una vida mejor. Este programa (DACA) nos ayuda a alcanzar nuestras metas. No queremos que se lo lleven”.
Nuestro futuro está en sus manos
Juan Saucedo, de 16 años, es un estudiante de tercer año en Washington County High School y quiere convertirse en mecánico diesel. Llegó a los Estados Unidos desde Aguascalientes, México, cuando tenía cuatro años.
Saucedo solicitó el estatus de DACA a principios de 2017 y estuvo en el proceso de solicitud cuando la administración de Trump anunció el final del programa. No está seguro del estado que guarda, actualmente, su petición.
“Nuestro futuro está en sus manos, pero no hay nada que podamos hacer”, dijo el adolescente. “Tenemos objetivos como todos los demás. Solo porque somos hispanos o una raza diferente, no significa que no tengamos metas”.
No somos criminales
Finalmente, el reportaje propone el testimonio de Manuel Hernández, de 25 años, alumno de último año en Eastern Kentucky University, donde estudia informática y seguridad. Llegó a los Estados Unidos con sus dos hermanos, su hermana Wendy y su madre, cuando tenía 13 años.
Hernández dijo que él y otros jóvenes de DACA contribuyen “a este país de muchas maneras”. Y agregó: “Somos estudiantes; tenemos trabajos, esta es nuestra casa; no creo que ninguno de nosotros quiera regresar”.
Reconoció que es difícil luchar contra una narrativa que describe a los inmigrantes como los que quitan empleos a los demás y los degradan. “No somos solo un estereotipo. No robamos trabajos. No somos criminales. Estamos tratando de contribuir tanto como sea posible”.
Con información de The Record, reproducida en Catholic News Service.