Un ensayo reivindica el potencial humanizador del deporteEl deporte ha quedado lamentablemente olvidado por las huestes intelectuales. Es la tesis del profesor Guillem Turró Ortega, que reconoce que “es triste que el deporte haya quedado reiteradamente desterrado de los debates serios”.
Turró considera que venimos de una “desastrosa educación físico-deportiva” y explica que “no es fácil encontrar en las instituciones académicas personas receptivas al potencial formativo del deporte, individuos que profundicen en las relaciones entre educación, deporte, valores”.
“Los guardianes de la alta cultura nos hablan de él en términos apocalípticos, no comprenden que el interés que despierta pueda obedecer a motivaciones profundamente humanas, que su sentido y valor puedan interpelarnos desde un punto de vista moral”.
“Son también de los que piensan que la popularidad deportiva es una señal de decadencia espiritual, una manifestación trivial de la parte menos noble del ser humano”.
Turró, profesor de Ética en la Facultad de Ciencia de Psicología, Ciencias de la Educación y del Deporte Blanquerna, lo explica en el libro El valor de superarse. Deporte y humanismo, que ha recibido un premio de ensayo pedagógico y en Ética del Deporte, publicado por Herder. Este profesor, Doctor en Pedagogía con una tesis sobre humanismo y deporte, enseña también filosofía en la Institución Cultural CIC
Así, constata, “con pocas excepciones, los miembros del gremio filosófico y pedagógico siguen considerando el deporte un asunto menor que no merece mucha atención”.
“Es muy infrecuente encontrar intelectuales en el mundo del deporte y deportistas entre los intelectuales. La aparición de un deportista aficionado al arte, a la literatura o a la filosofía es una anomalía”, sostiene Guillem Turró.
Pero la responsabilidad no está sólo entre los pensadores. También entre los deportistas: “Al mismo tiempo que los profesionales del deporte no acostumbran a tomar conciencia de la dimensión ética y pedagógica de lo que hacen”.
“Creemos que esta desconexión entre pensamiento y deporte es una pésima noticia”, reconoce, y avanza. “No en balde este divorcio entre cultura intelectual y cultura deportiva pone de manifiesto uno de los males de nuestra historia cultural: un intelectualismo mal entendido”.
Las causas del divorcio cuerpo-mente
Persiste una escisión entre los valores físico-corporales y los valores morales e intelectuales. “Quizás esto esté relacionado con una tradicional occidental muy marcada por el dualismo, el racionalismo y el idealismo, unas tendencias filosóficas, y por tanto pedagógicas, que han postergado y silenciado la dimensión corporal”, afirma Turró.
Para él, una buena definición de deporte sería “la actividad física que el individuo asume como esparcimiento y que supone para él un cierto compromiso de superación”.
“El deporte es una actividad que consiste en afrontar unas dificultades a través de un esfuerzo ilusionante, físico, mental y espiritual, y que tiene como gran incentivo la satisfacción de conseguirlo”.
Sin embargo, “el deporte también puede ser una manera de canalizar patologías, disfunciones o contravalores”. En este sentido menciona realidades como la violencia (hooliganismo, racismo, xenofobia), la alienación, la anomia, la corrupción, el narcisismo, el culto al cuerpo…”
Virtudes humanistas que presenta el fenómeno deportivo
No podemos dejar de lado la actividad deportiva en nuestro esfuerzo por mejorar nuestra vida personal y social, considera Turró: “La praxis deportiva puede ayudarnos a adquirir valores y virtudes, dos conceptos que no son sinónimos. Por ejemplo el esfuerzo, la valentía, la cooperación, la humildad, la alegría, la perseverancia o la justicia”.
Pero hay una noción que este profesor reivindica y que tendría que ser nuclear en el deportista, y por tanto, aplicable a su vida personal y social: el “fair play”. Aquí tendríamos un ejemplo reciente en tenis con Dimitrov y Edmund como lección de deportividad. El fair play es un compendio de muchos valores: generosidad, justicia, empatía, humildad, respeto. La deportividad debería ser el comportamiento de quien vive el deporte de manera auténtica y genuina, anima.