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Moronta: No es “invitación al odio” reconocer que Venezuela sufre momentos dramáticos de hambre

MORONTA
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Carlos Zapata - Aleteia Venezuela - publicado el 22/01/18
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El prelado reiteró que decir la verdad no es delito y pidió mostrarse en sintonía con quienes más sufren en la nación sudamericana. En ese sentido, condenó la indiferencia, incluso de quienes desde la Iglesia matizan la gravedad de cuanto ocurre en el país

En Venezuela, “el dolor de la inmensa mayoría de nuestra gente es grande y se manifiesta de muchas maneras”, una de ellas es el hambre. Lo afirma el primer vicepresidente de la Conferencia Episcopal (CEV), quien así se expresó durante la homilía de celebración eucarística correspondiente a la fiesta de San Sebastián, celebrada en Táchira el pasado 20 de enero.

El prelado dijo que todo predicador necesita poner un oído en el pueblo, “para descubrir lo que los fieles necesitan escuchar” y denunció la “gran indefensión” del pueblo, así como “un irrespeto a lo más grande que el mismo Dios nos ha dado: la vida”. Frente a ello, dijo, “existen las tentaciones a la desesperanza y la resignación, al conformismo y a la desolación.

Llamó la atención, sin embargo, el inciso en la frase: “No es ningún secreto –como tampoco es una invitación al odio- reconocer que vivimos un momento dramático: el hambre que golpea la salud física y espiritual de muchos hermanos, la falta de medicamentos y de otros insumos necesarios, la migración de numerosos venezolanos hacia otros países en busca de mejores condiciones, así como otras expresiones de la situación que se vive”.

¿La razón? Su comentario recordó la orden dada por el presidente Nicolás Maduro contra dos obispos en el marco de la “ley del odio”, que prevé sanciones y cárcel de hasta 20 años para quienes “inciten o promuevan el odio”. De esta manera, Moronta reitera su respaldo y solidaridad con los obispos amenazados: el de Barquisimeto, Antonio López; y el de San Felipe, Víctor Hugo Basabe, quienes ya habían recibido un mensaje de la Diócesis de San Cristóbal en este mismo sentido.

El prelado del Táchira propuso el compromiso solidario y fraterno de cada uno de los creyentes y personas de buena voluntad: “Si oímos a nuestros hermanos con la ayuda de la Palabra de Dios, entonces nos daremos cuenta de cómo urge cada día intensificar nuestra cercanía mutua”. Dijo igualmente que “unos son torturados y asesinados con saña; otros son golpeados por la difamación y la burla; otros también son martirizados por el menosprecio hacia su coherencia de vida al no caer en la corrupción, o al defender la vida y los valores del Evangelio”.

A propósito de la celebración del conocido mártir San Sebastián, quien sufrió el ataque con flechas por no renegar de su fe, dijo que en la actualidad también se reciben ataques similares: “Una primera flecha va dirigida contra el derecho fundamental de todo ser humano, el de la vida”. Explicó que este don divino se ve amenazado desde el nacimiento “en el vientre materno hasta la que está por pasar a la eternidad”. Al respecto, recordó que todo ser humano “tiene el derecho a vivir con dignidad y a que se le respete su propia vida”.

Insistió en que lo más atacado actualmente en Venezuela es el derecho a la vida: “Se siente en las consecuencias del hambre, de la miseria en que muchos están cayendo… La vida que se irrespeta cuando se aplican leyes marciales sin el legítimo proceso, aun sabiendo que en Venezuela no existe la pena de muerte; la vida que no se atiende en hospitales o porque no se fortalece la  atención a la salud; la vida que tampoco se cuida cuando se responde con más violencia en barricadas o en actos delictivos o en sicariatos. Es la flecha que pretende callar a quienes defienden sus derechos humanos”.

Tampoco se ahorró cuestionamientos contra acaparadores y especuladores, así como contra quienes “contrabandean y buscan dinero fácil; los narcotraficantes con su comercio de muerte; los que rompen las ilusiones de tantos niños y adolescentes con la pornografía. Es la flecha lanzada por las mafias que se aprovechan de la situación para hacer sus fechorías y negocios amorales e inhumanos”.

“No podemos dejar de mencionar las mafias dedicadas al tráfico de personas y de órganos y las que roban a tantos migrantes aprovechándose de las condiciones en que llegan a nuestra frontera. Hoy también nos topamos con las mafias que se están especializando en buscar, contratar y oprimir a tantos adolescentes y jóvenes, hombres y mujeres, para llevarlos a la prostitución”, dijo.

Llamó la atención, igualmente, sobre el exceso de “puestos de control en las carreteras y otros lugares”, donde “sufren los transportistas de alimentos y de otros insumos, los viajeros de unidades de transporte… para ellos hay controles excesivos y discriminantes y muchas veces acompañados del ‘matraqueo’. Pero curiosamente ¿por qué no existen controles en los lugares donde funcionan esas mafias antes mencionadas?”.

Aunque no lo citó de manera directa, cuestionó la compra de conciencia a través de políticas ya acusadas por el expresidente del Episcopado, arzobispo de Cumaná, Diego Padrón, de generar mendicidad: las bolsas del CLAP creadas como parte de las medidas populistas del gobierno de Nicolás Maduro.

“El dolor causado por ese dardo no se sana con bolsas de alimentos, o con ofertas de dinero, o con planes de una patria herida en lo más profundo de su ser… Es el dardo que quiere ser evitado de muchas maneras: una de ellas, muy patente para nosotros, es el de las migraciones de jóvenes, de familias, hacia otros países en búsqueda de mejores condiciones de vida”.

Al respecto, se mostró cercano a las familias sufrientes y empático con el dolor dejado “por quienes se van”, que no sólo es sentido por los familiares que se quedan acá, “sino por toda la nación, que ve indefensa: el vacío de las aulas de escuelas y universidades, el cierre de tantas empresas y puestos de trabajo, el abandono de hogares y comunidades… Los responsables de lanzar esos dardos tendrán que vérselas algún día con la justicia divina”.

También condenó “la indiferencia de quienes o no han tomado conciencia de la gravedad de la situación; o se han encerrado en un conformismo al renunciar a ejercer su vocación de sujeto social; o de quienes están aguardando que sean otros quienes vengan a dar soluciones o esperan que ellas llegarán desde fuera como por arte de magia”.

Y lo más grave del asunto, dijo, “es que en este grupo de personas se encuentran muchos miembros de la Iglesia: son los que no se sienten comprometidos desde su fe y todo lo quieren reducir a actividades pietistas; o los que prefieren seguir amparándose en un ‘clericalismo’ trasnochado y antievangélico; o los que pretenden que la Iglesia se reduzca a las sacristías… Es el dardo de quienes quieren una Iglesia con una pastoral de conservación y no en salida, pobre y para los pobres”.

Si escuchamos al pueblo, porque somos parte de él, y, a la vez, escuchamos a Dios, con quienes estamos en comunión, “no podemos quedarnos sólo en análisis de la realidad, aún hechos desde la Palabra de Dios, ni en laméntelas o en deseos porque otros lleguen a actuar. Por eso, debemos tomar una posición y reafirmar nuestro compromiso”.

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