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El orden puede convertir tu casa en un refugio de paz

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Sofía Gonzalo - publicado el 02/02/18
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La limpieza y el orden son clave en el engranaje de una familia. En cada pequeño gesto que hacemos y en los que dejamos de hacer, nos jugamos el clima de nuestro hogar.

Tardar un minuto más en hacer bien una cama tiene una gran recompensa. Si lo piensas, no llegan a 60 segundos y en cambio estás dejando huella en el modo de vida de tu familia.

Una cama bien hecha significa que la persona aprecia acabar correctamente lo que empieza y que prefiere el trabajo bien realizado a las prisas y la pereza.


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Alicia Iglesias, Organizadora Profesional y Coach de Organización, es una experta en aconsejar cómo convertir una casa en un refugio donde nos sintamos relajados y felices.

En su perfil de Instagram @ordenylimpiezaencasa propone ideas y sugerencias para convertir nuestra casa en un remanso de paz. 

¿Cómo puede influir en una familia que la casa esté ordenada y limpia?

Un hogar desordenado es una fuente constante de conflictos.

Cualquiera de nosotros puede viajar a la infancia (y muchos a la edad adulta) y descubrir cientos de discusiones con padres, hermanos, pareja o compañeros de piso acerca de recoger la habitación, el salón hecho un desastre, lavar los platos…

¿Cómo cambiaría nuestra vida haciendo desaparecer estos momentos de tensión del día a día?

Para mí, la casa debería ser un refugio, el lugar al que ansías llegar después de un día difícil para relajarte y sentirte bien.

En lugar de eso, lo más normal es llegar a casa a pelear, incluso con nosotros mismos. ¿Qué sensaciones tenemos cuando atravesamos la puerta de casa y nos recibe un salón patas arriba y la pila de platos en el fregadero?

En cambio, ¿qué sensaciones tenemos cuando llegamos y está todo limpio y ordenado?

Desprenderse de cosas materiales es absolutamente necesario a la hora de ordenar. ¿Cómo podemos explicar su importancia?

Esto quizá es una de las partes más difíciles por cómo hemos sido educados en la acumulación. Intentaré mostrarlo con un ejemplo.

Imaginemos que tenemos una casa normal, de unos 60 metros cuadrados, para una familia de tres miembros y tres armarios pequeños (sin trastero). Lo habitual será encontrar los armarios abarrotados; encontrar la ropa que buscas cada mañana implicará empujar prendas, algunas se caerán de las perchas y otras se doblarán de mala manera. Como resultado, lo normal será que saques la ropa que buscabas arrugada (después de lo que te costó plancharla).

El salón será pequeño y no entrará ni un alfiler. También tenemos costumbre de comprar un sofá excesivamente grande para el espacio que tenemos. La mesa del salón tendrá papeles y otras cosas encima que no deberían estar allí, etc… Seguro que te suena.

La realidad será que casi la mitad de las cosas que tenemos nos sobra. Tendremos muchísima ropa que casi no usamos nunca, objetos que ni recordábamos que estaban allí, etc… Habrá discusiones porque no hay ni donde apoyar un plato, aumentará el estrés y se crearán conflictos en la familia que podrían acabar siendo irreparables.

¿Cuál será el diagnóstico de la familia? “Esta casa se nos queda pequeña”. Lo de siempre.

Puedes estar a punto de desprenderte de una casa que te encanta, con un buen alquiler y en un barrio que te encanta y de meterte en un problema (porque una casa mayor con un alquiler mayor o una situación peor siempre es un problema) por acumular un montón de cosas que no quieres ni necesitas. Además, el problema llegará unos meses después (porque la acumulación siempre va a más).

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Alesiakan – Shutterstock

¿Tarde o temprano los hijos reconocen el esfuerzo que conlleva mantener una casa limpia y ordenada?

No siempre, desgraciadamente. Se pueden dar cuenta cuando han vivido el cambio de una casa desordenada a una ordenada si notan el descenso en las discusiones y una mejora del ambiente y, sobre todo, si eso les supone ciertas ventajas (como más flexibilidad a la hora de llegar a casa y cosas así). Sobre todo los adolescentes, son muy prácticos y necesitan ver beneficios palpables.

Cuando realmente lo agradecerán serán cuando empiecen a independizarse, cuando tengan que mantener ellos solos una casa se llevarán sus rutinas con ellos y, una vez acostumbrados al orden y la sencillez, es difícil caer en la acumulación de nuevo.

Volverán a ser muy conscientes del esfuerzo cuando tengan hijos o tengan que compartir su hogar con un compañero o pareja que no tenga su misma educación ordenada.

No obstante, y esto es muy importante, los niños y los adolescentes son imitadores, aprenden por el ejemplo. Si ven que una parte de la pareja carga con todo el peso mientras la otra se lava las manos, ellos harán lo mismo. 

¿Qué objetivos nos podemos plantear para comenzar un nuevo plan de “orden y limpieza” en casa?

Objetivos pequeños, siempre. El gran error de esos momentos en el que decidimos enfrentarnos al desorden es querer resolverlo todo de un plumazo.

Nos damos una paliza de un fin de semana, acabamos reventados y orgullosos y en dos semanas todo vuelve a estar como al principio.


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Lo mejor es ir introduciendo pequeños cambios y mantenerlos, crear rutinas. Siempre digo que, si te cuesta el orden, empieza por ordenar tu cajón de los calcetines.

Es algo pequeño, sencillo y controlable. Si no eres capaz de mantener algo así, ¿cómo esperas mantener organizado el salón de una familia de cinco miembros?

Los pequeños cambios te hacen sentir bien, te dan sensación de control y de que “tú puedes” y te animan a dar otro pequeño paso. Hasta el camino más largo empieza por un primer paso. 

¿Nos recomendarías alguna frase o idea motivacional para emprender estas tareas en familia?

¿Cuál es la primera ley de la manada? Todos cuidan de todos (es de Ice Age y la uso mucho con mi familia). Se trata de concienciarse de que la convivencia en familia, las tareas y los problemas son cosa de todos, que somos un equipo y que estamos ahí para ayudarnos.  

¿Qué consejos nos darías para crear nuestra propia rutina de orden y limpieza familiar?

Hacerlo todo muy visual (con un planner que pueda ver toda la familia para ver quién se encarga de cada cosa), empezar por cosas pequeñas, fáciles, nada de limpiar los cristales o el trastero, hay que ir poco a poco.

Yo haría una lista con todas las tareas que queremos repartir (una vez más, si ves que hay algo muy pesado, no lo pongas, será desmotivante para el que le toque).

Una vez tengas la lista, cada uno debe elegir una tarea empezando por el más joven y acabando por el más mayor. Al terminar, vuelve a elegir una tarea cada uno en el mismo orden, hasta que se acaban.


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Inevitablemente esto creará un equilibrio natural en el reparto. Además, los niños (que escogen primero) sentirán que tienen ventaja y que pueden librarse de lo que menos les gusta (intenta que así sea, sobre todo, al principio). Por si el reparto no es del gusto de todos, repite esta operación al principio de cada mes. Así se pueden ir cambiando los papeles.

 

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