Sin la solidaridad del obispo de la Diócesis de Cúcuta los sacerdotes venezolanos no podrían cosagrarUn regalo muy particular recibieron hace poco los más de doscientos sacerdotes que hacen vida en Táchira, fronterizo con Colombia, de parte de una diócesis vecina: vino de consagrar. Junto a las hostias, se trata de la materia prima fundamental para poder celebrar una Eucaristía.
Venezuela, que afronta la peor crisis humanitaria de su historia, se ve afectada por impensables niveles de escasez y desabastecimiento de alimentos y medicinas, lo que implica también dificultades para la obtención de las ofrendas que se convertirán en Cuerpo y Sangre de Cristo.
Situación similar ocurre con el crisma, que desde tiempos milenarios se utiliza como parte de los ceremoniales propios de la Iglesia y que requiere como base fundamental el aceite de oliva, un producto “de lujo” cada vez más difícil de conseguir en la nación sudamericana.
En este marco, al mismo estilo del Papa Francisco, el obispo de la Diócesis de Cúcuta, Víctor Manuel Ochoa Cadavid, sorprendió a los integrantes del clero vecino con los peculiares obsequios que han servido en semanas recientes para mitigar la severa crisis que afecta a todo el país.
La excepcional comunión entre las diócesis a ambos lados de la frontera no es nueva. Encuentros permanentes entre los obispos de Cúcuta y San Cristóbal son ya comunes, algunos de ellos incluso reseñados por la prensa local, que recuerda los llamados a la apertura total del hasta hace un tiempo dinámico paso terrestre.
Miles caminan de un lado al otro cada día, en romerías que crecen sin detenerse. La situación es dramática y ha llamado la atención de la comunidad internacional que se movilizó para impulsar la instalación formal de centros de refugiados.
Presidente Santos anunciará medidas el 8 de febrero
Este jueves 8 de febrero, se espera además el pronunciamiento del presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, precisamente desde Cúcuta, adonde se trasladará en compañía de buena parte de su tren ejecutivo.
La región, abarrotada con los venezolanos de tránsito hacia otros países en busca de un mejor futuro y por los que se quedan, continúa tomando acciones para responder a una situación que ya afecta la economía y estabilidad de los colombianos.
La canciller María Ángela Holguin informaba esta semana en el sitio oficial de la cancillería acerca de las puertas abiertas de su nación al acoger a venezolanos para el cultivo de flores, así como de la adopción temporal de muchos de quienes buscan un trabajo honesto por la vía formal.
No obstante, el de Santos será un anuncio de medidas oficiales que habrán de afectar tanto a la comunidad local como a los más de 50 mil venezolanos que según las autoridades neogranadinas cruzan diariamente el puente hacia tierras colombianas.
En esa región, la Iglesia mantiene un despliegue descomunal de ayuda humanitaria a todos los niveles: la más visible es la de alimentación, que lleva adelante principalmente a través de la red social Cáritas, con la entrega de más de 12 mil almuerzos, según constató Aleteia con sacerdotes de ambos lados del puente que une a las dos naciones.
Además, la labor de 2018 se viene reforzando desde hace más de un año, tras intensificarse a mediados de 2017 el “programa de acción, ayuda y cooperación mutua entre las Diócesis”, desarrollado por Moronta y Ochoca para “hacer frente a la situación que se vive” en la zona.
En repetidas ocasiones, el prelado del Táchira ha destacado la generosidad de su par colombiano, dejando claro que “la Diócesis de Cúcuta sigue siendo una mano amiga y solidaria, testigo de la caridad de Cristo en la frontera colombo-venezolana”. Juntos han visitado las siete casas de paso en la frontera donde llegan emigrantes venezolanos que van a Colombia y reciben insumos.
“Que en nuestra oración demos un momento de acción de gracias porque la Iglesia de Colombia, de manera especial la de Cúcuta, está recibiendo con tanto cariño y desinterés a tantos hermanos nuestros. Sólo la semana pasada la Iglesia en Cúcuta -dirigida por su obispo Víctor Ochoa- dio de comer a más de sesenta mil venezolanos que pasaron la frontera” dijo Moronta en un breve pero conmovedor mensaje tras celebrar la festividad de Nuestra Señora de la Consolación, patrona del Táchira, a finales del año 2017.
Tocado por Juan Pablo II
Nacido en octubre de 1962, Ochoa es un obispo joven y su trayectoria le ha permitido conocer de primera mano a los seminaristas, de los que ha sido durante largos años formador en tierras colombianas.
Quienes le conocen destacan su bondad y generosidad con los muchachos, a los que desde hace ya un rato se suman los venezolanos, donde funcionan más de cinco seminarios; el más grande de ellos: diocesano.
La suya no fue una ordenación habitual. Se convirtió en presbítero de manos del Papa Juan Pablo II, el 5 de julio de 1986 durante el viaje apostólico del Sumo Pontífice a Colombia. Tampoco le es ajena la hospitalidad, tanto por su origen ‘paisa’ como por su responsabilidad al frente del “hotel” sacerdotal en Roma, la Domus Internationalis Paulus VI creada enero de 1999 para acoger a eclesiásticos y de la que estuvo a cargo durante cuatro años.
Ordenado obispo por el cardenal Giovanni Battista Re, que en ese momento era Prefecto de la Congregación para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, Ochoa es sólo uno de los miles de colombianos que desde la diócesis más joven mira con ternura a su vecina –mayor en edad- para ayudarla en un gesto noble entre dos naciones hermanas.