A la hora de adaptar al popular personaje de Marvel Comics, Ryan Coogler ha construido un filme con una notable carga política y moralSeguramente uno de los personajes más complicados de abordar dentro del conocido como Marvel Cinematic Universe, por su simbólico lugar dentro de la cultura de la comunidad negra estadounidense, era precisamente Pantera Negra.
Por más que, a través de la entente televisiva Marvel/Netflix, nos llegara antes otro superhéroe que, en teoría, cumple un rol similar en el imaginario colectivo, Luke Cage, la realidad es que no tiene ni mucho menos la relevancia ni la carga ideológica de T’Challa (Chadwick Boseman).
Quizás por eso supo a tan poco su participación en Capitán América: Civil War, pese a ser uno de los elementos más destacados de la película: porque, dentro de su infinidad de tramas y de personajes, tanto su personalidad como la mítica de su país africano de origen, Wakanda, quedaban un tanto desdibujadas.
Le ha tocado a Ryan Coogler, con la ayuda en el guión de Joe Robert Cole, asumir la responsabilidad de estar a la altura de las expectativas de la primera aventura cinematográfica individual de un mito racial de semejante calibre.
Y ha salido del envite con nota por la inteligencia de situar al personaje dentro de una tragedia de resonancias shakesperianas –eso sí, aliñada con elementos de película de James Bond y un buen puñado de set pieces espectaculares– que le ha permitido explorar la responsabilidad moral que conlleva el poder.
Pero también, y sobre todo, por cómo define el universo de Wakanda, desde su naturaleza de sociedad ultratecnológica gracias al empleo del vibranium hasta la cosmogonía (de raíces africanas) que explica los poderes y los compromisos de su protagonista.
Lo más interesante, sin embargo, es cómo Coogler y Cole hacen suyo, y además con toda la propiedad y la justificación del mundo, ese conflicto racial heredado de los cómics de Stan Lee y Jack Kirby que latía detrás de los X-Men de Bryan Singer: el enfrentamiento entre las dos formas de concebir la lucha contra el racismo y la discriminación que suponían Charles Xavier y Magneto, sosias respectivamente de Martin Luther King y Malcolm X que, en esta ocasión, se reflejan en el propio T’Challa y su antagonista, su primo Erik Stevens (Michael B. Jordan).
Su lucha no es tanto por el trono de Wakanda como por el uso que hace falta darle a sus recursos y a sus posibilidades para enfrentarse a la injusticia con la que ha de lidiar la comunidad negra, y lo trágico es que ambas partes, desde sus particulares perspectivas, plantean cuestiones muy válidas al respecto.
Cierto es que, a pesar de que el director ha podido contar con algunos de sus colaboradores creativos más estrechos, a nivel visual Black Panther sufre de la estandarización que caracteriza a las producciones más recientes de Marvel Studios –y que provoca que, a veces, todo parezca rodado por el mismo director de fotografía–.
Y que sus dos horas y cuarto de metraje provocan algún bache rítmico hacia la mitad de la historia. Pero son detalles nimios frente a lo que ha logrado Ryan Coogler: seguramente la película Marvel políticamente más relevante de los últimos años –sino la más relevante que ha producido la compañía–, auténtico toque de atención en clave racial hacia la obsesión de las sociedades desarrolladas a, desde que la crisis económica ha hecho mella en sus estructuras, encerrarse en sí mismas y negarse a ayudar al prójimo.
Las alusiones a las crisis de refugiados o a la nula capacidad de reacción de grandes organismos como la ONU o la OTAN no son anecdóticas ni superficiales. Todo se dirige al mismo punto: la necesidad de que dejemos de una vez de hablar de lenguas, colores de piel y fronteras, y empecemos a colaborar los unos con los otros para hacer este planeta un poquito más habitable (y amigable).
Ficha Técnica
Título original: Black Panther
Año: 2018
Países: Estados Unidos
Género: Superhéroes
Director: Ryan Coogler
Intérpretes: Chadwick Boseman, Michael B. Jordan, Lupita Nyong’o, Danai Gurira, Martin Freeman, Daniel Kaluuya