La isla de Capri, situada al sur del golfo de Nápoles (Italia), en el mar Tirreno, es una de las más famosas del mundo. Si en la Segunda Guerra Mundial los Estados Unidos descubrieron la Costa Amalfitana y se enamoraron de ella, Hollywood se rindió ante la isla en 1960 con el filme "Capri" protagonizado nada menos que por Sofía Loren y Clark Gable.
El turismo es abundante en los meses de primavera y verano, pero el hecho de que el acceso no sea fácil (a no ser que uno sea propietario de un yate) consigue que mantenga su encanto sin aglomeraciones y con precios para todos los públicos (entre 40 y 1.800 € la pernoctación en temporada alta).
El medio habitual de llegada es el ferry que parte del puerto de Nápoles y que permite la ida y vuelta en el día (incluso con el coche propio en el barco). Ahora bien, si uno quiere descubrir los tesoros de Capri, lo recomendable es pasar ahí por lo menos dos jornadas.
La isla recibe su nombre por las cabras que pueden todavía verse en una geografía escarpada que combina mar y montaña. Fue el lugar de descanso del primer emperador romano, Octavio Augusto (27 a.C.-14 d.C.), y su sucesor, Tiberio, mandó construir varias villas. De ellas, la Villa Iovis (Casa de Júpiter) puede visitarse todavía.
La isla puede rodearse en uno de los barcos a motor que esperan al turista en el puerto principal, y en el paseo destacan los Faraglioni, dos inmensos cúmulos de roca caliza al sureste, así como la Grotta Azzurra, una cueva situada al noroeste a la que solo se puede acceder en barca. La particularidad es que, aunque está completamente a oscuras, a ciertas horas del día permite la refracción de los rayos del sol del exterior. El azul resultante es espectacular.
Hay que bajar un buen número de escaleras si se ha llegado por tierra, pero vale la pena. Otro modo de acercarse es subir a una de las barcas que se adentra en la Grotta. Recuerden que están en Italia, por lo que algunos precios son negociables, y puede visitarse desde las 9 de la mañana hasta una hora antes del atardecer.
Una forma divertida de viajar por Capri es alquilar una motocicleta. En la pequeña ciudad hay varias tiendas de alquiler y el precio es asequible. Recorrer la isla en motorino permite parar en cualquier momento y disfrutar del bellísimo panorama. Así se puede llegar también al faro del Oeste o a los baños de Tiberio.
Si alguien prefiere ir a pie e incluso hacer algo de montaña, puede ascender al modesto Monte Solaro, de 589 metros de altitud. Es el punto más alto de la isla por lo que la vista es inmejorable.
Además de Capri, en la isla hay otra población, diminuta y poco visitada. Se llama Anacapri. Ahí se encuentra la Iglesia de San Miguel Arcángel. Solo por visitar este monumento vale la pena el viaje a la isla puesto que alberga una obra de arte simpar.
Se trata de un bello ejemplo de iglesia del siglo XVIII, blanca por fuera y de líneas elegantes en su interior, al estilo llamado Barochetto o Luis XVI. Lo más sorprendente, sin embargo, se halla en el suelo: un mosaico de azulejos que ocupa todo el templo y en el que se refleja el Paraíso.
Concretamente, se recoge la escena de la Expulsión del Paraíso, con Adán y Eva, la serpiente, el árbol de la Vida, y a ambos lados la luna y el sol.
La mayólica, de colores vivos y de origen natural, es tan bella que se decidió dejarla a la vista del visitante, de forma que están retirados los asientos y puede accederse a un pequeño coro desde donde se obtiene una perspectiva aérea del conjunto.
Aparecen reflejados muchos animales domésticos y salvajes, así como el unicornio. El conjunto es sublime.
El altar mayor es tridentino, es decir, sitúa al sacerdote que celebra de espaldas al pueblo. Es uno de los más bellos ejemplos del arte napolitano ejecutado entre el Barroco y el Rococó, con un gusto excelente en la combinación de mármol de colores y piedras duras, entre ellas el lapislázuli.
En la visita a Capri tampoco hay que perderse los Jardines de Augusto, la iglesia de San Stefano en el centro de Capri o la Cartuja de San Giacomo, del siglo XIV, curiosa porque su tejado está hecho a base de lapilli, material volcánico expulsado por el Vesubio (pocos kilómetros al sur de Nápoles).
No solo la naturaleza y el arte han mimado a Capri. También la Historia y la literatura. Muchos reyes la emplearon como lugar de descanso e incluso el pirata turco Barbarroja se cuenta entre los visitantes, eso sí, en su caso para arrasarla.
Debussy compuso allí un preludio, Graham Green o Somerset Maugham la visitaron, Dolce & Gabanna la escogieron para presentar una de sus últimas colecciones y Mariah Carey posee allí una casa. Como se ve, el registro de admiradores es innumerable.
Para los amantes de la perfumería, la isla cuenta con otro pequeño tesoro: el laboratorio de Carthusia, una empresa que elabora sus productos a la manera de las antiguas farmacias. En su sede, de camino a los Jardines de Augusto, puede verse la destilería así como los cientos de frascos que recogen la materia prima: flores y hierbas aromáticas procedentes en algunos casos de la misma isla.
Datos de interés:
Información general en Azienda Autonoma Soggiorno e Turismo Isola di Capri.
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