Una de sus creaciones más famosas fue el vestido negro que abrió la película Desayuno en Tiffany’sQuizá el título pueda sonar un poco injusto, porque Hubert de Givenchy fue mucho más que el diseñador de una gran estrella, pero es que la afinidad que tuvo con Audrey Hepburn trascendió la pantalla.
Nació el 21 de febrero de 1927 (91 años) en Beauvais, Francia, en el seno de una familia aristocrática; lo que le dio las comodidades necesarias para estudiar arte y trabajar para destacados diseñadores y casas de moda parisinas, como Robert Piguet y Elsa Schiaparelli.
Criado mayoritariamente por su madre y abuela, tras la temprana muerte de su padre, Givenchy desarrolló un gusto exquisito y una sensibilidad especial por la feminidad.
En 1952 decidió fundar su propia casa de diseño y, para su primera colección, quiso crear piezas separadas (sobre todo conjunto de faldas y blusas, sombreros y trajes estructurados de sastrería) que fueran tan sofisticados como versátiles para sus clientas, además de espectaculares trajes de noche.
La recepción fue fabulosa. En una Francia marcada por los estragos de la Segunda Guerra Mundial, sus piezas fueron percibidas como la definición del chic parisino y fue uno de los diseñadores que ayudó a colocar nuevamente a la nación gala en el radar mundial de la moda.
Un año después, Givenchy conoció al afamado diseñador español Cristóbal Balenciaga, a quien admiraba profundamente. Ambos crearon una silueta llamada “the sack” (el saco), donde la cintura de la mujer no estaba enmarcada.
¡De película!
Aunque Edith Head era quien solía hacer los trajes de Audrey Hepburn y las grandes divas de la época dorada de Hollywood, la actriz tuvo una conexión especial con Givenchy cuando lo conoció en el set de Sabrina y pidió que fuera él quien le hiciera sus vestuarios a partir de mediados de los 50, lo que terminó de repuntar su carrera.
El primer film para el que lo hizo fue Funny Face (1957), pero le siguieron Love in the Afternoon (1957), Breakfast at Tiffany’s (1961), Charade (1963), Paris When It Sizzles (1964) y How to Steal a Million (1966).
Asimismo, ella también fue una musa para él, no sólo a nivel de costura, sino también para crear un perfume al que llamó L’Interdit. Incluso cuando ella falleció, Hepburn le dejó 25 de sus vestidos más preciados, los cuales él solía prestar a distintos museos para distintas exposiciones en su honor.
“Las piezas que él crea son las únicas en las que yo me siento yo misma. Es más que un diseñador, es un creador de personalidad”, dijo Audrey Hepburn en una ocasión.
Pero Hubert de Givenchy no sólo vistió a la aristocracia del cine, también la de la política. Tal fue el caso de la Primera Dama de Estados Unidos, Jacqueline Kennedy Onassis, quien utilizó un vestido Givenchy durante una visita oficial al Palacio de Versailles en 1961 que es considerado uno de los más memorables de este ícono de la moda. Otras de sus clientes eran la princesa Grace de Mónaco y Wallis Simpson.
Un gran hombre
La elegancia de Givenchy no era sólo en las pasarelas, sino también en su trato. Sus colegas y allegados siempre lo definieron como un verdadero caballero.
Ejemplos hay cientos, como por ejemplo, que en su último desfile en 1995 como director creativo de su firma (luego de venderla al conglomerado Louis Vuitton Moët Hennessey en 1988, con quienes trabajó durante siete años), otros diseñadores como Yves Saint Laurent, Paco Rabanne y Valentino estuvieron aplaudiéndolo en la primera fila, especialmente cuando el Sr. Hubert invitó a todas sus costureras a recibir ese aplauso final junto con él.
Sin duda, su legado será el de un diseñador que supo innovar sin dejar de ser clásico y elegante, pero también el de un hombre que, como él mismo solía decir, le interesaba y gustaba vestir a la mujer para “hacerla sentir hermosa”.
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