Un megaoperativo en una de las cárceles más peligrosas del país, visitada por Francisco en 2015, culminó con siete presos muertos y decenas de heridos “Mi hijo me llamó por teléfono y me dijo que le habían quitado al bebé”, expresó Marco. Este hombre es el abuelo del pequeño David, un bebé de un año que estaba viviendo junto a su padre recluido en el penal de Palmasola, una de las cárceles más peligrosas de Bolivia con más de 4000 reclusos y ubicada en las cercanías de Santa Cruz de la Sierra.
Ni bien se enteró de lo que estaba pasando en la cárcel, Marco –junto a la madre del niño- decidió salir corriendo en plena madrugada hasta el lugar para salvar al bebé. En primera instancia no fue posible pues en el lugar reinaba un clima de caos.
La historia de Marco, reproducida por El Deber, está vinculada al denominado “megaoperativo” que se desarrolló en las últimas horas y que terminó con la toma de control del centro penitenciario visitado por el propio papa Francisco durante su visita a Bolivia en 2015.
Fueron más de 2.200 efectivos los que participaron de esta intervención luego de la sospecha de un nuevo motín. La acción derivó en un fuerte enfrentamiento que dejó como saldo la muerte de siete presos, además de decenas de heridos, entre los cuales también había varios policías.
Durante la requisa se encontró droga, armas de fuego y hasta una destilería de alcohol. Palmasola, una cárcel que es motivo de conversación desde hace varias semanas por diferentes episodios (denuncias de abuso de menores y hasta fuga de reos), era “tierra de nadie”.
“Se va a escribir otra historia en Palmasola. Este penal va a pasar bajo el control policial como sucede en todas las cárceles. Aquí no va haber ningún privilegio. Se va manejar Palmasola con absoluta transparencia”, expresó el comandante nacional de la Policía, Faustino Mendoza, reproduce El Deber.
Con estas palabras, a nivel de las autoridades, se anunciaba el fin de “los privilegios” en esta famosa cárcel boliviana.
Solidaridad con víctimas
El arzobispo de Sucre, Jesús Juárez, expresó a Radio Fides su solidaridad con los familiares de los siete muertos en el penal, al tiempo de recordar sobre el peligro que representa vivir en las cárceles bolivianas debido al hacinamiento, además de la influencia de los grupos mafiosos que operan desde dentro.
“Expresar mis sentimientos de solidaridad y cercanía a los familiares de los que han pedido la vida y los que están heridos, son momentos tristes, dolorosos y de angustia”, indicó.
“Con frecuencia la Iglesia ha denunciado la inseguridad que hay en las cárceles, el hacinamiento y sobretodo la presencia de grupos mafiosos que por rivalidad, riñas y enfrentamientos causan estas situaciones dolorosas”, agrega.
Por último, el arzobispo hizo un fuerte llamado a que se esclarezcan los hechos y que “la vida siga adelante”.
Efectivamente, lo acontecido en este violento recinto visitado por Francisco en Bolivia, invita a la reflexión acerca de las situaciones más complejas de los sistemas carcelarios a nivel local y regional.
Detrás de Palmasola está el drama de los hacinamientos, pero también el de la falta de control, la presencia de armas, droga y hasta el tema de la convivencia de los niños en estos lugares donde reina la violencia (en algunos casos hasta con denuncias de abusos sexuales y maltratos).
Con el correr de las horas el pequeño David pudo recaer en los brazos de su madre. Algo similar sucedió con otros menores, entre los cuales algunos quedaron a la deriva y a la espera de alguien que se pudiera hacer cargo de ellos. Algunos, prosigue El Deber, fueron llevados al hogar La Esperanza. Sin dudas fueron horas de angustia, congoja y desesperación. Pero ahora también es tiempo de reflexión.
Con información en base a El Deber y Radio Fides