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¿Es Tierra Santa la Tierra Prometida?

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Daniel Esparza - publicado el 15/03/18
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Responde el padre Charles K. Samson autor de “Vengan y vean: Guía católica para la Tierra Santa”

El padre Charles K. Samson es sacerdote en la archidiócesis de San Luis, Misuri, y autor de lo que describe como una “guía portátil que mezcla arqueología, la Escritura, historia cristiana antigua, teología, oración” y su propia experiencia en Tierra Santa. Todo un desafío de tarea, y es decir poco.

Sin embargo, el padre Samson parece ser la persona apropiada para llevar a cabo esta empresa: obtuvo su grado en Teología Sagrada en la Pontificia Universidad Gregoriana y una licenciatura en Escritura Sagrada en el Pontificio Instituto en Roma, tiempo durante el cual estudió lenguaje, historia y arqueología en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Como doctorando en el departamento de Teología Bíblica de la Pontificia Universidad Gregoriana, ahora el padre Samson ayuda a dirigir el Retiro y Peregrinación a Tierra Santa del Seminario Kenrick-Glennon y ofrece a todos los interesados en la visita un ejemplar de Come and See: A Catholic Guide to the Holy Land [Vengan y vean: Guía católica para la Tierra Santa], un libro escrito no solo para los peregrinos, sino también los católicos que viven en la región. Todas las ganancias de las ventas del libro se distribuirán al Seminario Patriarcal Latino en Beit Jala, Palestina.

Aleteia: Comúnmente se piensa en la arqueología bíblica como una actividad relacionada principalmente con excavaciones en Israel, la Tierra Prometida. Sin embargo, un examen más detenido podría revelar que La Tierra Santa se compone también de otros territorios (Siria, Jordania, Líbano, Palestina, Irak y demás). ¿Estaría usted de acuerdo en diferenciar Tierra Prometida de Tierra Santa? ¿Es esto algo que podamos encontrar en su libro?

Padre Samson: Estaría de acuerdo con tal diferenciación, aunque no sin algunas observaciones. La antigua tierra de Canaán —también llamada Tierra Prometida, que los romanos nombraron “Palestina”— es la que Dios mostró a Moisés desde la cima del monte Nebo (Deuteronomio 34,1-3).

En la terminología actual, eso significaría que Moisés vio todas las franjas de tierra que pertenecen tanto al Estado de Israel como a la Autoridad Palestina, cuya tierra se conoce comúnmente como Cisjordania, a la orilla oeste del río Jordán.

De hecho, hoy en día, si uno se aventura hasta la cima del monte Nebo (que está en Jordania) y mira hacia el este, se pueden ver, en un panorama ciertamente espectacular, las inmensas franjas de tierra que se extienden desde el mar de Galilea hasta el sur del mar Muerto. Esta es la tierra de la que habló el Señor a Moisés: “Esta es la tierra que prometí con juramento a Abraham, a Isaac y a Jacob, cuando les dije: ‘Yo se la daré a tus descendientes’. Te he dejado verla con tus propios ojos” (Deuteronomio 34,4).

Deberíamos subrayar algunas cosas de toda esta discusión. En primer lugar, muchos peregrinos identifican la “Tierra Prometida” simplemente con “Israel”, la cual asocian inconscientemente con la Israel de hoy en día. Al hacerlo, estos peregrinos pasan por alto sin darse cuenta el hecho de que, en realidad, partes de la tierra prometida por Dios a los hebreos incluyen territorios pertenecientes a la actual Palestina. Por tanto, creo que es mejor hablar, en el marco de peregrinaciones, bien de “Tierra Prometida” o bien de “la Tierra del Antiguo Israel”, en vez de llamarlo a todo simplemente “Israel”.

En segundo lugar, además, sin duda debería hacerse una distinción entre “Tierra Prometida” y “Tierra Santa”, ya que en realidad la “Tierra Santa” se extiende más allá de los territorios de la antigua Canaán, incluyendo partes de lo que ahora es Jordania, localizada en el lado oriental del río Jordán (de ahí el nombre del país). El que esta tierra debiera incluirse en la denominación “Tierra Santa” se basa, entre otras cosas, en el hecho de que, según leemos en el historiador eclesiástico Eusebio, se cree que los cristianos judíos que vivían en Jerusalén huyeron de la Ciudad Santa antes de que Tito la quemara y emigraron cruzando el río Jordán para vivir en Pella, que era parte de una región de la Tierra Santa denominada “Transjordania” (porque estaba “más allá” —trans, en latín— del río Jordán).

Así que, recapitulando, esto es lo que deberíamos sacar en claro de este debate: por “Tierra Prometida” deberíamos entender la tierra de la antigua Canaán / “Palestina” romana / Estado de Israel y Autoridad Palestina actuales… Estos tres elementos son más o menos sinónimos; por “Tierra Santa” deberíamos entender la Tierra Prometida y secciones de tierra cercana más allá del río Jordán y ubicadas hoy en Jordania. En efecto, estas consideraciones se encuentran en mi libro, que contiene también mapas y diagramas complementarios que explican cómo se ordenaba la Tierra Santa en tiempos de Jesús, particularmente.

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