Diez años después de la muerte del arzobispo de Mosul, se inicia su causa de beatificaciónHace diez años, el 13 de marzo de 2008, el cuerpo del arzobispo de Mosul, Mons. Paulos Faraj Rahho, fue encontrado sin vida en las cercanías de la ciudad iraquí de Mosul. Una hora fue suficiente para confirmar la identidad del cadáver. La noticia del asesinato del líder religioso de la comunidad caldea se extendió rápidamente.
Asesinado por su fe
Durante casi dos semanas, Mons. Rahho estuvo retenido en cautividad por los islamistas, cuyas intenciones no dejaban lugar a dudas. El 29 de febrero de 2008, una milicia atacó brutalmente al prelado mientras salía de su iglesia. Los terroristas dispararon contra su coche, matando en el acto a su conductor y a sus dos guardaespaldas. Sin miramiento alguno, los terroristas arrojaron a Rahho dentro de un coche y desaparecieron del lugar en un instante.
Desde aquel “viernes negro” para la comunidad cristiana de Mosul, nadie volvió a tener noticias del arzobispo. Solamente sus secuestradores, miembros de Al Qaeda en Irak, se expresaron para reclamar que los “cristianos asirios participen en la yihad” y reclamando un rescate de tres millones de dólares. A pesar del compromiso del papa Benedicto XVI para intentar la liberación de Mons. Rahho, el jefe de la comunidad caldea terminó siendo asesinado y su cuerpo abandonado.
Un informe para la Congregación para las Causas de los Santos
En la actualidad, la Iglesia iraquí intenta hacer reconocer el martirio del arzobispo de los caldeos de Mosul y el de otras víctimas muertas por el odio hacia la fe cristiana. Para ello se espera el trámite de un informe para la Congregación para las Causas de los Santos, en el Vaticano. Esta congregación, dirigida por el cardenal italiano Angelo Amato, administra los procesos de beatificación y de canonización.
“Debemos comprometernos para que los sacrificios de esta vida humana y de otras vidas más sean reconocidos por la Iglesia”, explicó Mons. Youssif Thomas Mirkis, arzobispo caldeo de Kirkuk. Muchos cristianos han sacrificado su vida para “defender su fe”, precisa el prelado. Para ellos y para todos los que quieren vivir en su tierra natal, es importante que esta muerte sea recordada. Según el prelado caldeo, se trata de un auténtico “testimonio de arraigo de los cristianos” en la región.
El sacrificio de los cristianos en Irak, muertos por su fe, es un drama que continúa todavía a día de hoy. El pasado 25 de febrero, un joven cristiano padre de familia de Bagdad fue asesinado delante de su casa por un grupo de hombres armados. Sin embargo, el arzobispo de Kirkuk anima a los fieles a “mantener siempre vivos el valor y la esperanza”, a resistir contra la violencia “en nombre del Evangelio”.