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“La falta de Dios conduce a un mundo de ganadores y perdedores”

FRANCISCO PRIETO
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Jaime Septién - publicado el 28/03/18
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Entrevista con el escritor mexicano Francisco Prieto, autor de “La construcción del Infierno”Si existe en México el modelo cristiano de pensador, novelista, dramaturgo y maestro de muchas generaciones, ése es Francisco Prieto (La Habana, Cuba, 1942). Uno de sus últimos ensayos es “La construcción del Infierno”, editado por el Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana.

El ensayo de Prieto explora aquello que sucede “en una sociedad en la que los poderosos no reconocen límites y donde los más menesterosos son espectadores mediatizados del derroche de los bienes del mundo”.

– ¿Que le llevó a concebir un libro como éste? ¿La desesperación del humanista al ver la ceguera axiológica de la sociedad líquida; la angustia cristiana ante el horror en que hemos convertido la Creación…?

El libro es producto de una tristeza honda que me provoca un mundo donde se han venido perdiendo valores comunes y, lo más grave, el vivir como si la búsqueda de la verdad fuera una cosa inútil.

Lo que lleva a que un ser humano acepte el sacrificio como algo gozoso, aunque ello no implique que deje de ser doloroso, se finca en que su vida tiene sentido, en que comparte alegrías y sufrimientos con, al menos, una persona, con la certidumbre de haber vivido en función de valores que han orientado y regulado su existencia.

-Pero hoy esa certidumbre se ha perdido o se oculta en medio de banalidades individualistas…

… más allá del tu y el yo, es el valor trascendental de la verdad lo que va conformando el nosotros. Si antes se hablaba de la lucha de clases, ahora se quiere justificar la vida y aun darle un sentido, en base a antagonismos, a descalificaciones y, por tanto, a exclusiones.

Pero, insisto, la base de luchar por ser coherente está en que se viva desde la fe de que hay una verdad que nos descubre la vida interior: en el interior del hombre habita la verdad, escribió San Agustín, y, en efecto, en la raíz del ser están los trascendentales del ser, a saber, la necesidad de una verdad comprehensiva, el bien, la belleza como el resplandor del ser, la convicción de que lo que no está unido desde un principio no lo estará jamás.

-¿Los místicos de todas las grandes religiones coinciden en esto? 

Sí, pero la alegría del cristiano reside en la fe revelada de la Encarnación y de la Resurrección, lo que se traduce en que el amor es el principio y fundamento de su existencia, el amor que parte de un agradecimiento sin límites. Amar al otro como a uno mismo somete cualquier impulso de muerte, de uno mismo, contra los otros.

-En su “Diálogo en torno a la república”, Bobbio y Viroli hablan de la pérdida del temor de Dios como una de las grandes pérdidas de la sociedad moderna. ¿Estaría de acuerdo en esto?

En total acuerdo. Voltaire, tan crítico del cristianismo y de las instituciones cristianas, escribió en una de sus homilías que de no haber Dios habría que inventarlo para la conservación del orden social. Aparte de que la razón lo llevaba a admitir la existencia de un ser superior, éste no era una persona con quien se pudiera dialogar.

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El temor de Dios surge de la conciencia que tenemos del mal, de que dañamos al otro, a la naturaleza, que lo que hacemos a los otros, a algunos de entre los otros nos lo podrían revertir. Aparte, de que la falta del temor de Dios conduce a un mundo de ganadores y perdedores, un mundo despojado del espíritu de caridad; un mundo triste que lleva a los seres humanos a parasitar la tristeza que conduce a la depresión.

-En su libro dice que estamos inmersos en una sociedad donde los poderosos no conocen límites. El problema, creo, es que ya casi nadie reconoce límites. Y reconocerlos es el principio de la libertad, ¿no es así?

Max Weber nos hizo comprender de cómo el temor y el amor a Dios propiciaron el espíritu de justicia y de honestidad en los emprendedores -esto ya lo había desarrollado Santo Tomás en “El gobierno del mundo”-, especialmente entre los cristianos reformados para quienes la riqueza generada por ellos era signo de ser uno de los elegidos, lo que obligaba a una conducta honesta.

En este mundo enfermo de ateísmo o indiferente a Dios, vemos cómo en esas naciones de origen protestante se ha generalizado la corrupción. Al fin que como expresó aquel personaje de Dostoievski, “si Dios no existe todo está permitido”. Una ética utilitarista, la derivada del idealismo kantiano, por ejemplo, de que no actúes respecto del otro como no quisieras que actuaran contigo no satisface a nadie porque no está fincada en el amor que todo lo cura, que es un bien en sí mismo. Si actúo bien es porque no hay de otra -si me pillan voy a la cárcel o me pueden eliminar.

-El mundo como un campo de batalla…

… un campo de batalla en que los más dotados procuran burlar las leyes y sentarse sobre los demás. La vida puede convertirse en una obra de arte porque somos libres, artífices de nosotros mismos, y conviene recordar el poema de Juan Ramón Jiménez dedicado al soneto, “ilimitado en la limitación de sus orillas”: aceptar las propias limitaciones es la vía para desde ellas trazar el camino a seguir que, paradójicamente, nos hace vivenciar la infinitud, la sobreabundancia del ser.

Aceptar los límites es conocer lo que resta, ahí donde tenemos opciones, y una vía para aplastar la tentación de la soberbia, para compadecer, fraternizar, experimentar la necesidad del otro.

-¿Le parece que un faro de luz, la luz al final del túnel en el que estamos metidos, es el cristianismo?

A veces es la destrucción lo que ha provocado el renacimiento, lo que ha generado la conciencia de que se vivía en el error. Y esa destrucción llega cuando el mundo se ha vuelto un caos, cuando la represión se vuelve brutal y la ejercen unos cuantos que se han sentido dioses, cuando hombres y mujeres se someten porque han perdido el sentido de ser personas, cuando agotados por sus vicios han anulado la voluntad.

Entonces, antaño, llegaban los bárbaros. Pero, en la sociedad global, ¿dónde están los bárbaros si todo está contaminado? Aborto, eutanasia, parejas efímeras… Vivir como si no hubiese naturaleza humana, acallar las voces interiores, anular todo llamado a comprometerse con la vida y con el amor. En suma, una triste humanidad.

Tarde llega la luz al final del túnel pero aun en el vacío circundante, la fe del cristiano, de donde nace la esperanza y se resuelve en caridad, puede propiciar el renacimiento: baste recordar que fueron pocos los discípulos y que el Evangelio, cuando todo se mostraba perdido, iluminó a la humanidad con la evidencia de la Verdad que dio sentido a la más sencilla de las criaturas humanas.

– ¿Es usted, todavía, optimista sobre el futuro de la sociedad cristiana occidental?

Muchos cristianos, acaso demasiados, han caído en el relativismo. ¿Se darán a tiempo cuenta de que el cristiano no debe temer a proclamar su Fe puesto que no mataría por ella a nadie sino que devolvería bien por mal? El oró así: Perdónalos porque no saben lo que hacen. Y hay aun muchas comunidades cristianas que oran por todos sin hacer distinciones, que en silencio practican la caridad y viven desde el espíritu de la fraternidad. Son pocas, pero son.

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