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El secreto para ayudar a tu hija adolescente

MOTHER AND DAUGHTER
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Kari Kampakis - publicado el 30/03/18
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Una madre experimentada y autora de libros para gemelos y adolescentes ofrece su mejor consejoUna amiga me llamó para hablarme de una cuestión sobre la que me suelen preguntar. Como madre de chicas jóvenes, está viviendo lo mismo que yo con tres de mis cuatro hijas.

“Mi hija siempre ha sido muy dulce. Pero últimamente se comporta de forma diferente. Se cabrea por las cosas más insignificantes y ni siquiera sé qué he hecho mal” me cuenta, dubitativa por expresar su preocupación.



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En seguida le aseguré que su hija era perfectamente normal. He mantenido esta conversación con un sinnúmero de madres y entiendo la desesperación y el temor que ello implica.

Justo en el momento en el que las madres más deseamos estar cerca de nuestras hijas, más las sentimos alejarse de nosotras. Lo que antes era una relación agradable, ahora puede parecer inestable o en peligro. Algunos días nuestras hijas nos quieren… pero otros días parece que no tanto. A veces parecemos el enemigo y se olvidan de que estamos de su parte.

¿Pubertad y hormonas? Son causas reales y válidas. He vivido lo suficiente como para poder confirmar que cuando el viento cambia de dirección nos damos cuenta.

Si bien el momento en el que esto sucedió fue diferente para cada una de mis hijas, el denominador común fueron los cambios de humor extremos, estar a la defensiva y la irritabilidad. Un cambio de actitud y un alejamiento paulatino.


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El gran error que cometí (y que me llevó tiempo corregir) fue reproducir la reacción de mi hija. Si ella se enfadaba, yo también. Si me gritaba, yo también gritaba. Pero con el tiempo me di cuenta de que estos comportamientos nos habían dividido aún más. Provocó que mis hijas se cerrasen en banda y, a decir verdad, fue bastante inmaduro por mi parte.

Estar aislada en mis propias emociones y en lo que provocaba mi hija en mí hizo que no consiguiera conservar la calma y ofrecerle el apoyo emocional y los consejos que ella necesitaba. Me volví tan susceptible a las reacciones contrarias y las renuncias que me olvidé de tener en cuenta la inquietud interior que podía explicar su nuevo comportamiento.



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Ahora lo sé: la adolescencia (y la transición hasta llegar a ella) es difícil. Es una época de cambios constantes, donde cada día es diferente. Resulta amedrentador para un niño que su mundo, hasta entonces seguro y predecible, se altere tanto.

De repente se encuentran en la tormenta perfecta de la pubertad, los complejos, la baja autoestima, la comparación con sus compañeros, la necesidad de pertenecer a un grupo, las redes sociales, las presiones académicas y una oleada de cambios en el cuerpo, el estado de ánimo, las amistades y las circunstancias.

Lo que desata todo es que, por primera vez en sus vidas, tienen pensamientos, sentimientos y emociones importantes. No saben cómo gestionarlos y lo fácil es descargarlo en mamá o en alguien con el que se sienten seguros porque su amor es incondicional.

Un psicólogo me dijo una vez que la parte del cerebro que interpreta las emociones se encuentra detrás del desarrollo de las propias emociones. Para mí, esto fue una epifanía. Me ayudó a entender uno de los motivos de esta angustia adolescente.



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¿No odias ese sentimiento de estar frustrado o molesto pero no poder precisar por qué? ¿No has sentido la tensión de una fricción interior que no puedas explicar o gestionarla? Un poco de claridad supone un alivio. Un poco de criterio o sensatez a tiempo puede activar nuestra capacidad para hacerle frente.

No puedo hablar de los niños, porque las niñas son mi cabina de mando, pero lo que sí sé es que las niñas adolescentes necesitan ayuda emocional. Necesitan adultos que les quieran y puedan ayudarlas con paciencia a desarrollar y cultivar una vida interior saludable.

Conforme mis hijas se hacían mayores, cada vez me necesitaban más emocionalmente. A veces lo hago mal: intento tres enfoques inadecuados antes de dar con el que funciona. Así que, si te encuentras perdida con tu hija, no tires la toalla. Ella te necesita, y encontrar el enfoque adecuado que haga que siga hablándote vale el tiempo y el esfuerzo.

A continuación detallo algunas ideas sobre cómo ser una buena ayuda emocional.

MATKA Z CÓRKĄ

Shutterstock

La relación es clave

Hace poco, mi amiga Joelle señaló que las adolescentes necesitan relacionarse mucho. Conforme los niños crecen, los padres pasan de estar en una posición de poder a una posición de influencia.

Mantener una relación estrecha hace que puedas opinar en la vida de tu adolescente. Permite que te conviertas gradualmente en un mentor, un guía, un consejero, alguien a quien poder acudir en busca de consejo o apoyo.

Cuando mis hijas se acercan a sus años adolescentes, doy prioridad a una relación estrecha.

  • Tengo en cuenta lo que no funciona:
    • gritos,
    • irritaciones,
    • críticas, no escucharles,
    • disciplinar desde la ira
  • y lo que funciona:
    • pedir perdón cuando se reacciona de forma exagerada,
    • remarcar su fortaleza,
    • difuminar la tensión con humor,
    • reír y pasárselo bien,
    • tener tiempo a solas con ellos,
    • mostrar empatía,
    • escuchar,
    • disciplinar desde el amor
    • y explicar los límites con lógica.



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No empecé con buen pie cuando una de mis hijas tenía 11 años, y decidí hacer un examen de conciencia para enmendarlo. Sabía que me abandonaría por sus amigos si no conseguíamos conectar mejor, así que me tragué mi orgullo y busqué el modo de llegar hasta su corazón. Hoy en día nos llevamos genial y estoy contentísima de haberme esforzado para cambiar.

Habla el idioma de tu hija para construir la relación

Los 5 Lenguajes del Amor de los Jóvenes debería ser una lectura obligatoria para los padres. Es fantástico. Me ayudó a entender mejor a mis hijas y me aportó un conocimiento incalculable. Descubrí lo que tiene más repercusión para mis hijas (palabras de afirmación, actos de servicio, contacto físico o regalos) y lo que les hace sentirse amadas.

Una de mis hijas está obsesionada con las galletas con pepitas de chocolate, y tras una dura discusión, le compré una de estas galletas. Esa galleta me costó 2 dólares pero, como compartí en Facebook, el valor que añadió a nuestra relación fue incalculable.

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Por Antonio Guillem/Shutterstock

La adolescencia es una gran oportunidad para volver a conectar

Sí, las niñas se alejan, pero también vuelven, sobre todo cuando se encuentran heridas, confusas o emocionadas por compartir buenas noticias. Las chicas viven en una continua tormenta de pensamientos y emociones. Quieren un entorno sólido, un ambiente seguro y personas con las que ser ellas mismas para procesar la vida y sus acontecimientos.

Un regalo que le haces a tu hija es ser su guía emocional. Enséñale a discernir cuáles son sus sentimientos (“A lo mejor le hablaste mal a Anna porque seguías dolida por su comentario de la semana pasada”) y verbalízalo.

Las niñas que no desarrollan su inteligencia emocional o autocontrol pueden causar estragos en sus relaciones. Pueden ser como elefantes en una cacharrería y pagar sus sentimientos con aquel que esté cerca.

El otro extremo lo encontramos en jóvenes que canalizan sus emociones de forma interna. Las reprimen, no las procesan y con el tiempo florecen en forma de agresión pasiva o comportamiento autodestructivo. Esto tampoco es saludable.

A menudo les digo a mis hijas que tienen que conocerse. Prestar atención a los cambios de humor y los desencadenantes. Hay días en los que le sacaría los ojos a alguien, pero eso no es excusa para hacerlo. Todos debemos aprender a encauzar nuestros sentimientos, gestionarlos, meditar sobre ellos y trabajarlos, manteniéndolos bajo control para no herir a otras personas o a nosotros mismos.


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Ama a tu hija y deja que se desahogue…

… pero no seas su saco de boxeo. Las adolescentes nos llevan hasta el límite, y a veces nosotras aceptamos más de lo que deberíamos por miedo a perderlas. Empatizamos con sus luchas y dejamos que crucen la línea.

A mi parecer, esto es un error. Está en la naturaleza humana intentar llevar a una persona hasta el límite, y cuando dejamos que nuestras hijas nos traten como a un saco de boxeo estamos creando un precedente negativo para las relaciones futuras. Algún día ya no vendrán a nosotras, sino que irán a sus compañeros de piso, sus parejas o sus hijos.

Está bien desahogarse y descargar el estrés, pero no está bien faltar el respeto a alguien en el proceso. Además, las adolescentes necesitan respetar de forma sana a una autoridad si pretenden mantener un puesto de trabajo.

Yo le he tenido que decir a mis hijas: “No puedes hablarme así. Te quiero, pero no voy a tolerar faltas de respeto. Si lo haces vas a perder privilegios. No pagues tu rabia conmigo, solo intento ayudarte”. Si consigo mantener la calma, normalmente ellas también se calman.

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David Pereiras/Shutterstock

Ofrece una salida sana

La mejor forma de gestionar los pensamientos, sentimientos y emociones importantes es canalizarlos hacia algo sano. Encuentra un escape terapéutico que cree un clima de paz y felicidad, como el arte, la música, la oración, el ejercicio, pasar tiempo en la naturaleza o perseguir una pasión.

Animar a tu hija a que escriba en un diario también puede ser de ayuda. Haz que plasme en un papel sus pensamientos y que exprese sus sentimientos. Escribir las cosas hace que sea más fácil decirlas en alto, hace que tu hija cree un lugar seguro para ser honesta y transparente.


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Lisa Damour, en su libro Untangled, afirma: “Debes partir del hecho de que todas las adolescentes creen en secreto que están locas”. Me encanta esta afirmación, porque lo que creo que más consuela a las jóvenes es asegurarles que no están solas.

Las emociones que parecen tan únicas y extrañas son en realidad normales y universales. Hablar sobre ellas con alguien de confianza nos ayuda a distinguirlas. Esto es una realidad para niños, adolescentes y adultos. Puesto que ninguno de nosotros será capaz de dominar con maestría las emociones, podemos aprender a controlarlas antes de que ellas nos controlen a nosotros.


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Así que, si tu hija ha entrado en la adolescencia o está a punto, no te rindas. Ten paciencia. No dejes que un comienzo turbulento o una época dura te ahuyente, porque tu hija te necesita. Las adolescentes son indulgentes, además de divertidas e inteligentes. Pueden tomar un buen consejo y llevarlo a cabo. Un poco de ayuda puede ser muy útil, tan útil como un examen de conciencia por tu parte para encontrar un enfoque que le sirva a tu hija.

Este artículo apareció originalmente en karikampakis.com y se ha reeditado aquí con permiso.

Kari Kampakis es madre de cuatro niñas, así como autora, oradora y bloguera de Birminghan (Alabama). Sus dos libros publicados en inglés para chicas adolescentes (Liked: Whose Approval Are You Living For? y 10 Ultimate Truths Girls Should Know) se han utilizado ampliamente en todo Estados Unidos en estudios de chicas adolescentes.

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