En el fondo, es la historia de un padre que luchó por los derechos de su hijaImagina que tienes una hija de nueve años que, aunque tiene una escuela muy buena a pocos minutos de casa, debe caminar largo tiempo y tomar varios autobuses para asistir a otra institución porque en la primera no la aceptan por su color de piel (y si te parece malo en verano, imagina en pleno invierno).
Esta fue la frustración del señor Oliver Brown, padre de Linda, y la de muchos otros representantes de niños afroamericanos, quienes en 1950 -con la dirección de la Asociación Nacional para el Avance de la Gente de Color (NAACP, por sus siglas inglés)- se atrevieron ir a una escuela de “sólo blancos” para intentar inscribir a sus hijos.
En el fondo, ellos sabían cuál sería la respuesta, pero justamente era lo que necesitaban para llevar el caso a la Suprema Corte.
Unas 13 familias de diferentes estados denunciaron que se estaban violando los derechos civiles de sus hijos al haber segregación racial, sobre todo cuando en la Constitución se establecía “protección igualitaria”.
Tuvieron que pasar cuatro años (1954), pero finalmente se dio un fallo a favor de estas familias que históricamente es conocido como “Brown v. Board of Education” (se tomó el apellido Brown por cuestiones de orden alfabético de los demandantes), dando “fin” a una doctrina que regía en la educación pública norteamericana desde 1896 llamada “separados pero iguales”.
La Suprema Corte dictaminó que “separar (a los niños negros) de otros de edad y calificaciones similares únicamente por su raza genera un sentimiento de inferioridad en cuanto a su posición en la comunidad que puede afectar a sus corazones y mentes de un modo improbable de revertir”.
Cuando salió esta sentencia, Linda era una adolescente. Sin embargo, el resto de su vida adulta lo dedicó a ser una activista y defensora de los derechos humanos.
Para ella, la segregación en las escuelas era todavía una realidad y, peor aún, era algo que continuaba después de las aulas.
Falleció el pasado 25 de marzo y, 60 años después de aquel famoso fallo, habría que preguntarse: ¿Realmente se acabó la segregación en las escuelas de Estados Unidos? ¿Qué hay de los colegios de otros países?
¿Hay otros grupos minoritarios (latinos, asiáticos, etc) que están siendo discriminados? ¿Qué hay de la segregación en otros campos sociales como el laboral?
Si bien es cierto que ella quedó en los libros de historia como un icono de la segregación racial de las escuelas de Estados Unidos, ojalá que ese principio y motivación de igualdad de derechos fundamentales de su padre y el de otros tantos -que es común para cualquier nación en distintos ámbitos- no quede simplemente en papel.
Sí, quizá todo parece indicar que aquella “victoria” fue tan sólo una en un largo camino que todavía hay que recorrer. Sin embargo, le enseñó al mundo que a veces no se trata de ser un gran político o un personaje famoso para incentivar un cambio, puede ser cualquier persona con la convicción de luchar por lo que es justo y correcto.
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