Uno de los guionistas de “Objetivo: Londres”, Christian Gudegast, debuta en la dirección con esta más que correcta historia de atracos perfectosNi su trabajo en el guión de la mediocre Diablo (A Man Apart) ni las reescrituras que firmó para la formulaica Objetivo: Londres dejaban entrever el dominio –y el conocimiento– de los tropos y las estructuras del hardboiled que Christian Gudegast exhibe en su ópera prima, Juego de ladrones.
Una obra, pese a esas formas en las que, con la ayuda del director de fotografía Terry Stacey, parece inspirarse en el Michael Mann de Heat y Collateral –no solamente por su forma de rodar los tiroteos, sobre todo en lo relativo al sonido, sino también por su abrumador retrato de Los Ángeles–, que en realidad se caracteriza por su sencillez de planteamiento.
Un enfrentamiento testosterónico en el que importan tanto las demostraciones de hombría desfasada como la inteligencia y la capacidad para anticiparse al contrario.
Y es que ni los policías liderados por Nick O’Brien (Gerald Butler) ni los ladrones que rodean a Ray Merrimen (Pablo Schreiber) pueden calificarse precisamente de melvillianos: son demasiado horteras para ello.
Igual que el mundo criminal en el que les enmarca Gudegast, lleno de tatuajes, músculos a reventar, mujeres siliconadas y luces de neón –y no precisamente a lo Nicolas Winding Refn, por mucho que Cliff Martínez se encargue de la banda sonora–, que se asemeja más al mundo de policías sucios y corruptos que David Ayer describía en su infravalorada Sabotage que a la estilización del género de autores como Mann.
Su concepto de la profesionalidad está matizado, pues, por un gusto más que dudoso y, sobre todo, por un individualismo lo bastante salvaje como para poner en cuarentena aquello del honor del ladrón –ya ni hablemos del de la Policía–: aquí se trata de sobrevivir a toda costa, se lleve a quien se lleve uno por delante.
Ignoro si es cosa del director de segunda unidad, Jamie Marshall, pero lo cierto es que Juego de ladrones exhibe una energía y una ambición en la planificación de las secuencias de acción –muy resultonas para haber sido rodadas con 30 millones de dólares de presupuesto– que, en muchas ocasiones, se echa en falta en las secuencias dramáticas, bastante más planas a nivel visual.
Y teniendo en cuenta el tiempo que Gudegast le dedica a desarrollar la vida personal de O’Brien –ahí se nota la servidumbre a la estrella máxima de la función: ninguno de los demás personajes están tan bien esbozados–, no habría estado mal dotar a dichas secuencias de una mayor intensidad, más allá de los esfuerzos de Butler, a veces un tanto agotadores, por convertirse en algo así como una fuerza de la naturaleza… Vehiculando, quizás de forma inconsciente, la espídica –y cocainómana– interpretación de Al Pacino para Heat.
Gudegast no pretende ni mucho menos revolucionar el género, y esa modestia de planteamiento es la que convierte a Juego de ladrones en una obra disfrutable y más que resultona, a la que lo único que se le puede achacar es que, en su reiteración de algunos esquemas del género –sobre todo, en todo lo relacionado al atraco a la Reserva Federal–, a veces parece agotarse antes de tiempo.
Por suerte, por debajo de todo ese horterismo (e histerismo) que resulta tan llamativo cara al aficionado al policíaco, el director/guionista defiende el uso de la inteligencia y la discreción –incluso si hay que disfrazarlas de vulnerabilidad– para imponerse frente a los que abusan de su poder y su fuerza, sea física o sociopolítica.
Ficha Técnica
Título original: Den of Thieves
Año: 2018
País: Estados Unidos
Género: Acción
Director: Christian Gudegast
Reparto: Gerald Butler, O’Shea Jackson Jr., 50 Cent, Pablo Schreiber, Evan Jones, Cooper Andrews