¿Lo que no vemos con nuestros ojos y que no tocamos con las manos no existe?Mañana lunes, solemnidad de la Anunciación del Señor, celebramos la Jornada por la Vida que este año lleva por lema Educar para acoger el don de la vida. Esta Jornada nos invita a recibir con amor y confianza el don de la vida. Una vida que nos viene regalada, sin que ninguno de nosotros haya podido decidir cuándo nacemos, dónde ni en qué condiciones.
Hoy querría compartir con vosotros una preciosa parábola que circula estos días por las redes sociales. Cuenta que en el vientre de una madre dos bebés inician un singular diálogo:
Uno: -¿Crees en la vida después del parto?
El otro: -¡Por supuesto! Tiene que haber algo después de nacer.
Uno: -¡Tonterías! No hay vida después del nacimiento. ¿Qué te hace pensar que podría haberla?
El otro: -Supongo que si tenemos ojos, piernas y boca es porque hay un mundo exterior con luz que contemplar; un espacio inmenso que hay que recorrer, e infinidad de alimentos que hay que deglutir. Si no, ¿por qué los tendríamos? Hay cosas que ahora no comprendemos.
Uno: -Eso es absurdo. Tú sólo estás creando una ilusión esperanzadora. Esta oscuridad es todo lo que hay.
El otro: Además, ¿por qué crees que estamos aquí, flotando tan panchos, totalmente protegidos? ¿Quién nos alimenta? Sabes, hay una explicación: ¡tenemos una Madre, que nos alimenta y que nos cobija. Sí, y ahora… ¡estamos dentro de ella! Solo puede ser así.
Uno: -Bueno, yo no la veo y, por lo tanto, no creo que ella exista.
El otro: -A veces cuando estoy en silencio la llego a escuchar. Percibo su presencia y escucho su voz cariñosa.
A la luz de esta parábola, ¿podemos afirmar que todo aquello que no vemos con nuestros ojos y que no tocamos con las manos no existe?
¡Cuántas cosas nos ciegan y nos impiden ver la belleza de las cosas grandes! Aprendamos a amar y a respetar la vida. Respetemos la vida de los no nacidos, ya que tienen derecho a vivir y gozar de esta vida, de este mundo en el que vivimos nosotros. Estemos atentos y abiertos a ver los signos de la VIDA que nos espera en el más allá.
Y permitidme una última reflexión. De vez en cuando, me encuentro con familias que han adoptado a niños y comparten conmigo su inmensa alegría. Sin embargo, también se lamentan de la excesiva duración y el elevado coste del proceso que han tenido que seguir antes de llegar a acogerlos como hijos.
Por ello, en esta Jornada por la vida, invito a trabajar por un sistema de adopciones más ágil, que apostando por la vida, supere toda tentación de convertirse en un negocio económico. La vida no es un negocio.
¿Por qué adoptar es tan caro y tan complicado? ¿No sería posible ofrecer a los padres biológicos que no se ven capacitados a acompañar la llegada de una nueva vida, un sistema ágil y sencillo de dar a sus criaturas en adopción?
Quiero dar gracias por el don de la vida y que la intercesión de Santa María nos ayude a superar las barreras que, a menudo, se cuelan en nuestra existencia.