Mensaje especialmente dirigido a Donald Trump y Enrique Peña NietoPor primera vez en la historia de la Iglesia católica de México, los obispos de la frontera norte del país y el Consejo de Presidencia de la Conferencia del Episcopado Mexicano, emitieron un comunicado dirigido a todos los habitantes de México y de Estados Unidos, independientemente de sus convicciones religiosas, y a los presidentes Donald Trump y Enrique Peña Nieto, con motivo del despliegue de tropas de la Guardia Nacional estadounidense en la frontera que delimita ambos territorios.
Son seres dignos
El comunicado lleva por nombre “Por la dignidad de los migrantes” y en él se reconoce tanto “el sufrimiento de nuestros hermanos migrantes que buscan mejores condiciones de vida al cruzar la frontera para trabajar y contribuir al bien común no sólo de sus familias sino del país hermano que los recibe”, como la necesidad “de una renovada regulación por parte de ambas naciones” de los flujos migratorios.
“Así mismo, escriben los prelados mexicanos, no nos es ajeno que una dimensión constitutiva de una sociedad próspera y pacífica es la verdadera vigencia del Estado de Derecho. Sin embargo, no toda norma, ni toda decisión política o militar, por el mero hecho de promulgarse o definirse, es de suyo justa y conforme a los derechos humanos”.
Esto último refiriéndose al traslado de 4,000 efectivos de la Guardia Nacional de Estados Unidos para resguardar la frontera de los migrantes, decisión que tomó el gobierno de Trump tras fallar en la consecución de presupuesto del Congreso para construir un muro en la franja fronteriza.
Su dolor es el nuestro
Con la misma convicción que el año anterior los obispos de México habían exclamado –ante el inicio de las medidas extremas del gobierno de Trump contra los inmigrantes indocumentados—que el dolor de ellos era el dolor de la Iglesia católica, ahora recuerdan que el dolor de los más vulnerables “debe ser entendido como norma suprema y criterio fundamental para el desarrollo de los pueblos y la construcción de un futuro con paz”.
Para los obispos firmantes del comunicado, “los gobiernos mexicanos del pasado y del presente tienen una grave responsabilidad al no haber creado las oportunidades suficientes de desarrollo para nuestro pueblo pobre y marginado”. Cierto; sin embargo, agregan, “las carencias que tenemos los mexicanos no pueden ser justificación para promover el antagonismo entre pueblos que están llamados a ser amigos y hermanos”.
Insisten en su comunicado que no es conforme a la dignidad humana y a las mejores razones y argumentos concebidos por hombres como Abraham Lincoln o Bartolomé de las Casas, “edificar barreras que nos dividan o implementar acciones que nos violenten. Los migrantes no son criminales sino seres humanos vulnerables que tienen auténtico derecho al desarrollo personal y comunitario”.
Defensa universal
En un párrafo decisivo, los obispos de México recuerdan que defender los derechos de los migrantes es una obligación moral que lleva a cabo la Iglesia en su conjunto y de manera particular a través del trabajo que se realiza entre los pueblos hermanos de México y Estados Unidos, con Centroamérica, el Caribe, Latinoamérica y Canadá, “en esta necesaria atención a nuestros hermanos migrantes”.
Sólo hay futuro en la promoción y defensa de la igual dignidad y de la igual libertad entre los seres humanos. La frontera entre México y Estados Unidos “no es una zona de guerra”, como han dicho recientemente los obispos de los Estados Unidos. “Al contrario, esta zona está llamada a ser ejemplo de vinculación y corresponsabilidad”.
Señalan más adelante que el único futuro posible para la región es el futuro edificado con puentes de confianza y desarrollo compartido, no con muros de indignidad y de violencia. Más aún, el Papa Francisco sin ambages ha dicho a todos: “una persona que sólo piensa en hacer muros, sea donde sea, y no construir puentes, no es cristiano. Esto no es el evangelio”.
Buscar otras soluciones
Por la dignidad de los migrantes y por la dignidad de todos los habitantes de los países de América, específicamente de México y Estados Unidos, los prelados mexicanos propusieron consumir energías “en la creación de otro tipo de soluciones. Soluciones que siembren fraternidad y enriquecimiento mutuo en el orden humanitario, cultural y social”.
Ciertamente, la solución de la Guardia Nacional patrullando una zona de más de 3,000 kilómetros, no es una decisión que fomente solidaridad ni aprecio. Se trata de una solución no creativa –aunque legítima—del gobierno estadounidense para detener los flujos migratorios ilegales (que de hecho han descendido en los últimos años) que son vistos como delincuentes.
Los obispos terminan este histórico comunicando pidiendo que “la Virgen de Guadalupe, Madre del verdadero Dios por quien se vive y Patrona de nuestra Libertad, bendiga a nuestros gobernantes y a nuestros pueblos. Que Ella nos sostenga en el esfuerzo por hacer de nuestras naciones, y de toda nuestra región, un espacio de reconciliación fraterna, de desarrollo integral y de servicio solidario a los más pobres que sirva de inspiración para el mundo entero”.