Una novela tejida de narraciones entrecruzadas sobre el mundo de la exclusión social asociada a la crisis económica y a la inmigración Muchas veces la erudición te aleja de la gente. No es el caso de Eduardo Romero. El autor de esta novela coral parece que haya querido desandar ese camino. Ha publicado ensayos tan sesudos como Quién invade a quién. Del colonialismo al II plan África (2011) o Un deseo apasionado de trabajo más barato y servicial. Migraciones, fronteras y capitalismo (2010).
Pero siempre ha reconocido la narración como vehículo de la empatía y la experiencia humana, escribiendo historias como A la vuelta de la esquina. Relatos de racismo y represión (2008), su relato corto Naiyiria (2016) o este En mar abierto, que ahora nos ocupa, una novela tejida de narraciones entrecruzadas sobre el mundo de la exclusión social asociada a la crisis económica y a la inmigración en la pequeña ciudad de Oviedo.
Su producción literaria mencionada ha sido editada por el colectivo Cambalache, un proyecto social autogestionado que intenta generar lugares de encuentro y de intercambio en los que compartir resistencias al capitalismo a través de la creación de un discurso propio construido desde los colectivos sociales, pero también desde prácticas concretas que pretenden transformar las relaciones sociales aquí y ahora.
La dicha pertenencia podría ser una carga peligrosa a la hora de escribir una novela. El discurso y la dialéctica de los movimientos sociales podrían invadir las páginas del relato y entorpecer el desarrollo natural de los personajes, quitándoles credibilidad y desanclándonos del mundo humano de las cosas y de la vida.
Sorprendentemente, sucede todo lo contrario. El autor parece haberse autoimpuesto métodos efectivos para evitar dicha tentación. La realidad es lo que mejor funciona a este respecto. Los personajes reales, en los que están basados muchos de sus protagonistas, impiden que estos últimos se conviertan en clichés. Y el cuidado periodístico de los detalles en la enorme multiplicidad de escenas ayuda sobremanera a aterrizar el texto.
El resultado es pues muy recomendable si uno quiere sumergirse en lo que tradicionalmente se podrían llamar los “bajos fondos” de Oviedo, un lugar de extrema humanidad que nos queda velado, debido a los ambientes en los que nuestro sistema los encierra.
Adolescentes sin familia que sobreviven o delinquen y ocupan y esnifan pegamento para llegar al día siguiente. Empleados fuertes como montañas que trabajan a destajo para empresas españolas que los hacen trabajar sin contrato y sin las condiciones laborales de seguridad mínima.
Alcoholismo, desempleo, precariado, malos tratos, prostitución, pobreza, explotación, ocupación, inmigración “ilegal”, persecución policial, deportaciones, racismo, etc. Un cóctel que tantas veces acorta la vida de sus protagonistas convirtiéndose en tragedia.
La prosa está cuidada y despojada de barroquismo. Frases esenciales que vuelan voluntariamente raso, desgranando una realidad que al lector le resulta en muchos aspectos completamente desconocida. Y sin caer en lo que sería fácil en estos temas: una agitación sentimental excesiva de las palabras, de las frases, de los puntos de vista introspectivos, de los morbos, los tremendismos y las hipérboles…
Eduardo Romero, un William T. Vollman español y para todos los públicos, escoge más bien un registro periodístico y naturalista, convirtiéndose la historia en un J’accuse…! que no está explícitamente escrito, sino que acaba emergiendo desde el corazón del lector.
Se sale de este enjambre narrativo con agradecimiento, habiendo participado de una vida comunitaria en la que la ternura y la amistad prevalecen sobre el sufrimiento y el dolor.
Por eso, al final de libro, enfrentado a ese despeñadero que te devuelve a la rutina y a lo cotidiano, invadido por un sentimiento de fraternidad, es donde uno puede comenzar a repensar el mundo teniendo en cuenta que las personas son más importantes que las leyes y que si las leyes existen es para proteger a “todas” las personas.