Aunque no haya nadie másJesús resucitado da paz. El miedo y alegría se mezclan en el alma. Ya no hay nada que temer. Jesús vive. Y se aparece a los que lo aman, a los que esperan un milagro imposible.
Es verdad que necesito creer en lo imposible para tener paz en el alma. Necesito pensar en los bienes de allá arriba para dejar de obsesionarme con los de la tierra y ser así feliz.
Sé muy bien que mi alma se llena de tristeza, de barro, de humedad, de oscuridad y llora con frecuencia en esa caverna escondida en mi alma llena de sentimientos confusos.
Brotan la rabia y la pena. Me siento confundido. Y necesito tocar a Jesús vivo para tener de nuevo alegría.
Jesús se detiene ante mi llanto y me dice: “¿Por qué lloras?”. Y yo sigo llorando. Tengo miedos y tristezas. Lloro por dentro.
Le digo confuso todos mis motivos para seguir llorando. Mi pecado, mi pérdida, mi caída, mi muerte. Le digo por qué lloro.
Es verdad. Lloro mucho. A veces con lágrimas que otros ven. Otras veces con lágrimas que corren por el alma. Nadie las ve. Lloro en lo hondo, en lo escondido.
Porque anhelo una plenitud que no logro. O deseo otros caminos que no recorro. Y lloro por el tiempo perdido. Y el alma se turba.
Y solo veo el sepulcro vacío. Y los sudarios caídos. Pero a Él no lo veo. Lo busco y no lo encuentro. Tiemblo. Siento mis lágrimas que caen. Me gustaría que Jesús viniera a mi vida y me abrazara en mi llanto y me dijera: “¿Por qué lloras?”.
Una persona comentaba hace unos días: “No importa el lugar en el que te encuentres. Aunque no pase nadie por él. Tenlo seguro, Jesús sí pasará por el lugar donde te encuentras”.
Esa afirmación me da mucha paz. Me alegra pensar que en mi lugar, en ese lugar en el que me encuentro, allí por donde a lo mejor no pasa nadie, no importa nada, seguro que por allí Jesús va a pasar.
Me va a preguntar por qué lloro. Va a querer conocer el motivo de mi tristeza. Le van a interesar mi angustia y mi pena. Se va a detener al ritmo de mis pasos para caminar conmigo.
Va a pasar por mi vida porque eso significa la palabra Pascua. Es el paso de Dios en mi interior. Atravesando mis puertas cerradas.
Necesito en mi vida ese paso firme y fuerte de Jesús que ha resucitado y quiere llenarme de paz.