Todos los escenarios de recuperación posibles tomarán más de un período presidencial. El estudio revela lo que ningún país debe permitir que se haga con su economía
Un estudio que acaba de ser publicado por el Centro Internacional de Desarrollo de la Universidad de Harvard desglosó el ciclo de vida de la crisis que ha sufrido el país: asegura que Venezuela se acerca a vivir el peor colapso mundial en 50 años.
La investigación explica que entre 2014 y 2018 Venezuela ha sufrido un colapso productivo, que se inscribe dentro de una tendencia más larga de 40 años de fracaso económico. La caída del período 2015 – 2017 es la mayor en la historia del país y la mayor en el mundo, sin incluir a Libia y Sudán.
Las cifras del estudio exponen lo que un gobierno inescrupuloso -que no ve por la gente sino por su permanencia en el poder- con sus políticas equivocadas puede llegar a hacer con un país petrolero y sumamente rico como lo ha sido Venezuela. Comprensiblemente, los obispos venezolanos han venido alertando sobre un proyecto que han calificado de “moralmente inaceptable” como lo es el llamado Socialismo del Siglo XXI. El bien común está absolutamente ausente en los planes de un régimen, por casi dos décadas tutelado por Cuba, cuya ejecutoria pone al descubierto el más rampante desprecio por la vida humana.
El estudio fue realizado por Douglas Barrios y Miguel Ángel Santos, quienes además recordaron que el país vivió un boom de consumo sin precedentes que ocurría en paralelo a un estancamiento de la producción. Aseguran que entre 2014 y 2018 Venezuela ha sufrido un colapso productivo que se inscribe dentro de una tendencia más larga de 40 años de fracaso económico.
“Durante años -aseguran- los venezolanos vivimos un boom de consumo sin precedentes que ocurría en paralelo a un estancamiento de la producción”. Boom que fue financiado por otro boom bastante menor de exportaciones. Y la diferencia se financió a través de un colosal boom de endeudamiento externo. La caída de los precios del petróleo, cuando ya habíamos agotado nuestra capacidad de endeudamiento, jalonó la caída de las importaciones como si de piezas de dominó se tratara.
Los economistas analizaron variables como la muy pronunciada caída en las exportaciones no petroleras, “lo cual obligó a alinear nuestra capacidad de consumo (privado) con nuestra exigua capacidad de producción”, todo lo cual ha traído como consecuencia la crisis humanitaria en la que estamos inmersos. Considérese que las importaciones de medicamentos cayeron70% en apenas cuatro años (entre 2014 y 2016). Para colmo, Venezuela llega al 2018 con unos niveles colosales de endeudamiento, entre los mayores del mundo.
Dos tercios del país –revelan- se encuentran en pobreza extrema y solo menos del 10% de los hogares no son pobres. Este cuadro, en medio de una profunda crisis humanitaria, sin capacidad de producir alimentos ni medicinas. La necesidad urgente es importar para atender la emergencia, poner a producir lo que queda en pie del aparato productivo y aumentar de forma sostenida nuestra capacidad de producción.
Sostienen que, aun recuperando por cinco o diez años la producción petrolera, se impone el crecimiento no petrolero como elemento substancial. “El petróleo, -explican- es la única fuente de divisas con que cuenta Venezuela actualmente y debemos sacarle el máximo provecho. Pero la clave de la recuperación está en el sector no petrolero”. Y, por supuesto, mientras más tardemos en producir una transición política que detenga el declive, más cuesta arriba se hará la recuperación.
Pero hay una luz en el camino. Según estos expertos y sus análisis retrospectivos, los países que más fuertemente caen son los que presentan un rebote que les permite crecer más rápido en los siguientes diez años del colapso. Y señalan que las probabilidades de recuperación aumentan significativamente con la asistencia de instituciones financieras internacionales. Pero todo ello implica, no solo cambiar nuestra manera de pensar, sino generar un acuerdo nacional para dar sostenibilidad a una reforma que tomará más de un período presidencial para poner en marcha los escenarios de recuperación.