Me gustaría que como un rayo Dios me mandara por escrito los siguientes pasos a dar en mi vida…No siempre me resulta tan fácil saber lo que tengo que hacer en cada situación. Desconozco la palabra oportuna. Deseo hacer algo y no lo hago. Callo cuando quizás quisiera hablar. ¿Debo hacer esto o lo otro? Dudo. Y la duda se convierte en incertidumbre. Lo que está bien. Lo que está mal. Lo que debe ser hecho y lo que no. Lo correcto. Lo incorrecto.
Es más fácil aconsejar a un tercero que decírmelo a mí mismo y hacerlo. A veces pido consejo pero no encuentro la respuesta. Me gustaría que como un rayo Dios me mandara por escrito los siguientes pasos a dar en mi vida. Tal vez lo hace. Y yo no escucho.
Una persona me comentaba lo que alguien le aconsejó un día: Me dijo que hiciera lo que me diera la gana, que él también estaba harto de todo, y que creía que lo mejor de todo era hacer lo que le viniera en gana. Olvidarse de lo que piensen los demás y dedicarse a disfrutar de la vida. Aunque eso no fuera lo más correcto.
Que estaba harto de que la gente le dijera lo que estaba bien o mal. Que iba a pasar de todo, e iba a hacer todo aquello que le habían censurado en muchos momentos de su vida.
Me impresionó su discurso. Tal vez porque lo he oído muchas veces. Incluso yo mismo he querido hacerlo mío en momentos de dolor, de angustia, de rabia, de cansancio. Porque no siempre lo que deseo es lo que corresponde hacer. O no es el lugar en el que estoy el que responde al anhelo de mi alma.
Y entonces me veo en lugares donde no deseo estar. O haciendo justamente aquello que no quería. Y también siento la tentación de tirar por tierra todo lo andado. Y desandar un par de etapas del camino. Volver atrás. O buscar otro camino posible, una alternativa viable.
¿Qué es lo que Dios quiere? Me pregunto cien veces en el silencio del alma adentrándome a ciegas en lo enmarañado de mi interior. Buscando respuestas claras.
Pero no obtengo certezas. Sólo la intuición que me permite dar un paso más. El siguiente. Eso basta. En la misma dirección por la que van mis pasos. Con temor y temblor. Y con la única seguridad de un amor de Dios que me sostiene en medio de mis dudas.
Él va en mi barca justo en medio de la tormenta. Sí. Justo ahí. Donde comienzan las sombras. En ese lugar escondido viene a darme paz Jesús poniendo un poco de calma. Me ama como soy. Y eso me da tanta paz.
No sé si todos mis pasos serán los correctos. Pero si sé que en mi fragilidad Jesús me mira, me ama, se detiene y me anima. Me veo frágil y noto su mirada sobre mí.