Una familia argentina, que pintó su nombre sobre la roca, se arrepintió y regresó al lugar para enmendar el error Cuando los montes en la Cordillera de los Andes son extraordinariamente imponentes, por su forma, su extensión, o su altura, son explicados por leyendas. Creer en que son producto de la orogenia y miles de años de choques y roces de las placas tectónicas es lo válido, pero culturalmente, aún cayendo en las historias más inverosímiles, se pide algo más. Así pasa con el Lanín, bellísimo volcán con un pico que alcanza los 3776 metros sobre el nivel del mar, compartido entre Chile y la Argentina.
Dice la historia mapuche que un dios muy malo, Pillán, vivía en su cumbre, y para calmar su fiereza reflejada en la actividad del volcán la tribu Huaiquimil ofreció en sacrificio a la hija menor del cacique, adorada por todos. Desde entonces, se dice que este volcán en apariencia inactivo, aunque no exento de riesgo, encierra en sus ardientes entrañas a una princesa.
Aunque desde esta historia parte del pueblo mapuche sostiene la sacralidad de la montaña e incluso reclaman que sea considerado formalmente como tal, hay un punto en el que todos estamos de acuerdo: el Lanín sería una dignísima morada para una princesa y hemos de hacer todo lo posible para resguardar su belleza.
De empinadas laderas y nieves eternas, adornadas por glaciares y abrazadas por preciosidades naturales como el Lago Huelchulafquen, recorrer sus laderas e incluso hacer cumbre en el Lanín es una experiencia factible para cualquier adulto en buen estado de salud.
Admirar su imponencia desde la base es una experiencia inolvidable, y un matrimonio argentino quiso inmortalizar ese momento inscribiendo sus nombres sobre una roca. Con corrector de texto blanco se escribió nombre y fecha. La familia Pérez, que podría haber sido la familia Gómez o López ya que son miles los que hacen lo mismo en distintos lugares ampliamente visitados, sacó una fotografía con su firma grabada en la roca y la subió a redes sociales.
Fue tal el escándalo generado, con voraces críticas, que pronto advirtieron el error, se comunicaron con las autoridades del Parque Nacional, se comprometieron a ir a borrar el nombre de la roca, lo hicieron, y ahora deberán pagar una multa. Según expresó la hija del matrimonio en redes sociales, los padres están compungidos y arrepentidos, y aprendieron la lección.
Grabar una inscripción en un lugar bellísimo para dejar “la huella”, intervenir en la naturaleza arrancando la flora local para llevarnos ese pedacito de maravilla natural a casa, poner en riesgo el hábitat de la fauna autóctona por el solo hecho de pasar un buen momento, son tentaciones en las que las familias pueden caer, pero que ponen en riesgo maravillas como el Lanín a las que todos tenemos acceso.
No sería la primera vez que las autoridades, para resguardar los patrimonios naturales y culturales para las generaciones venideras, pongan cupo o limiten el turismo.
La lección aprendida por la familia argentina al pie del Lanín y la amplia difusión que tuvo su error y luego enmienda, puede servir para que cada vez menos caigan en esas tentaciones de inmortalizar momentos, que de una manera u otra, igual quedan grabados en la memoria o en alguna foto.