Historia de una mamá que dijo no al aborto terapéutico y nos ayuda a recordar que hay vías de tratamiento para mujeres embarazadas con un tumor“Es un milagro, Dios ha enviado a DJ para salvarme la vida”. Así declaró Aleks Patete, de 28 años, cuando el doctor le dijo que su quiste en el ovario era un tumor maligno.
Esta joven estadounidense de Ohio descubrió la mala noticia durante un control de rutina en la séptima semana de embarazo.
Los médicos le sugirieron con insistencia abortar y comenzar un ciclo de quimioterapia para atacar inmediatamente el tumor.
Ella no tuvo la más mínima duda y se rehusó diciendo: “Él me ha salvado la vida, ahora es mi turno de salvar la de él” (Phoenixnewsonline).
Son nuestros tiempos en los que vale la pena romper la paradoja cuando falta el sentido común.
Aleks tuvo la rapidez de plantear una evidencia con una perspectiva nueva, insólitamente asombrosa. Todo lo que es innato, y podría darse por sentado, hoy no lo es y pide – obstinadamente – que se le mire con una mirada nueva para manifestar su verdad.
Una madre está vinculada con su hijo enseguida, apenas sabe que está embarazada se siente dos y ya no uno; le es innato ser atentamente guardiana de la vida que crece en su vientre.
Y, sin embargo, es frecuente romper esta unidad, a fuerza de ideologías y sofismas sobre todo. El instinto en cambio rema en dirección opuesta al “elige tú si tener o no tener” o a “la libertad de la mujer es un derecho adquirido”.
Si se insinúan cuestiones graves inherentes a la salud, en lugar de elevar la barra del desafío, cuestionando la razón sin separarla de la afectividad, se desciende la pendiente con una lógica que se ha vuelto difícil de arrancar: cuídate a ti misma y aborta.
Quien quiera que se atreva a observar el acontecimiento desde una perspectiva distinta es juzgado como si fuera un loco o peor.
Pero una madre no puede más que verla de manera distinta, porque ella sabe que la enfermedad que la ha golpeado está golpeando igualmente a su hijo.
Son uno, es una batalla conjunta.
Este es el mensaje de Aleks que ha continuado el embarazo y ha elegido hacer una quimioterapia que no pusiera en riesgo la vida del niño: las dosis del tratamiento fueron reducidas y realizó ecografías frecuentes para monitorear la salud del niño.
Se trata de una elección para nada fácil, física y emotivamente; no es un camino que se vuelve ligero sólo porque se está seguro que Dios está al lado de quien sufre.
Dice que estaba muerta del susto todos los días y que lloró hasta el agotamiento, la joven señora Patete. Pero no estaba sola, confió en la página HopeForTwo que se encarga de acompañar a las madres que padecen cáncer durante el embarazo.
Por lo tanto, digámoslo a todos aquellos que se encuentran o se encontrarán en una situación tan terrible: no hay sentencias de muerte escritas a priori, ni para el feto, ni para la madre.
También en Italia hay quien como Airc se pone en acción para apoyar e informar a las familias en esta necesidad.
DJ nació, todo salió bien; su madre pronto se sometió a la extirpación del ovario enfermo y no quiso hacer la histerectomía porque todavía quiere ser madre.
“Sólo la gracia de Dios permitió que todo fuera bien y que ambos estén vivos” agradece Aleks. Ya tan joven nos enseña mucho: la compañía de Dios en la prueba es una mirada razonablemente dinámica sobre lo real, sobre todas las opciones que la ciencia ofrece (y son – gracias a Dios – más de las que la ideología del aborto fácil impone al pensamiento común).
Si la cultura del egoísmo y de la muerte quiere borrar una a una las evidencias innatas de una madre, nos remangaremos las mangas y seremos creativos como lo fue Aleks, porque el gran don de la Verdad es no cambiar ni una coma incluso si se mira desde puntos de vista insólitos.
Podría decir, simple y justamente: “Es mi hijo y no quiero matarlo”, pero desafió las etiquetas fáciles proponiendo una visión humanamente inatacable “Él me ha salvado la vida ahora es mi turno de salvar la de él”.