El actor y director John Krasinski ha sorprendido a todo el mundo con su primera incursión en el terror, muy rica y llena de lecturas familiaresUno de los mecanismos más eficaces, por empáticos, del cine de terror, radica en darle el protagonismo a una persona con alguna limitación sensorial que le impide interaccionar de forma convencional con el mundo que le rodea. El ser humano está acostumbrado a relacionarse con su contexto más inmediato a través de todos sus sentidos, y cuando alguno de ellos falla, da lugar a pesadillas cinematográficas tan inquietantes como Sola en la oscuridad, Terror ciego, Testigo mudo, Hush o la española Los ojos de Julia…
Y a eso jugaban los guionistas Bryan Woods y Scott Beck cuando crearon el punto de partida que da forma a Un lugar tranquilo: a plantear un marco dramático en el que sus personajes principales no tienen posibilidad de hacer ruido, con todos los condicionantes y los frenos expresivos que eso conllevaría para una sociedad como la nuestra, tan habituada a la polución sonora.
Sin embargo, tan ingenioso punto de partida también enriquece la película más allá de su planteamiento de género, logrando que funcione como una interesantísima metáfora sobre la incomunicación familiar. Porque, aunque los Abbott sólo puedan comunicarse entre sí a través de lenguaje de signos, o en entornos que de alguna manera camuflen el sonido de sus voces, la realidad es que todo ello enmascara la incapacidad del patriarca Lee (Krasinski, que se desdobla como director y protagonista) para conectar a nivel emocional con sus hijos Regan (Millicent Simmons) y Marcus (Noah Jupe).
Centrado hasta la obsesión en garantizar la supervivencia de sus seres queridos, así como en proveerlos de todo lo que puedan necesitar, no se hace consciente de que está negándole a sus hijos lo que más necesitan en un entorno tan asfixiante, tan insoportable: su amor y su comprensión.
Porque el arco argumental que Woods y Beck, con la ayuda de Krasinski en las reescrituras, han trazado para sus protagonistas, se centra en el proceso de duelo que todos ellos han de afrontar tras la impactante secuencia de apertura.
Así pues, el enfrentamiento con los belicosos alienígenas de Un lugar tranquilo también supone un proceso de sanación de esas heridas que siguen abiertas debido al bloqueo emocional compartido, al obligarles, por pura necesidad de supervivencia, a colaborar, a coordinarse y, por lo tanto, a compartir una mínima comunicación… Lo que plantea la idea principal alrededor de la que gira el largometraje: lo esencial que resulta expresar, transmitir, conectar a través del lenguaje para crear armonía dentro de las relaciones emocionales más próximas.
Pero la existencia de todo ese subtexto no implica que Un lugar tranquilo descuide su vertiente más puramente genérica: al contrario. Precisamente el cuidado con el que Krasinki dibuja la constelación familiar de los Abbott, la atención que le presta a los pequeños gestos, hace mucho más insoportables los momentos de tensión, pues la empatía generada provoca que lo pasemos mucho peor cuando ellos sufren.
A lo que contribuye, claro está, el dominio que el director demuestra tener sobre la cadencia de esas secuencias terroríficas –sorprendente viniendo de un realizador cuyos trabajos anteriores habían girado alrededor del registro de la comedia dramática– y que, salvo algún que otro golpe de efecto destinado a hacer saltar a platea en sus sillones, explota muy bien los limitadísimos recursos que le proporciona su propio punto de partida.
Ficha Técnica
Título original: A Quiet Place
Año: 2018
País: Estados Unidos
Género: Terror
Director: John Krasinski
Intérpretes: Emily Blunt, John Krasinski, Millicent Simmons, Noah Jupe, Cade Woodward, Evangelina Cavoli, Ezekiel Cavoli