Perfil bajo en las declaraciones, comentarios inteligentes y respetuosos, cordialidad en la atención con la prensa, priorizando siempre al equipo y a sus compañerosÉl mismo se ocupó de anunciar que esta semana daría a conocer su decisión, y sus lágrimas en el banquillo tras ser reemplazado para la ovación en la Copa del Rey lo preanuncian.
Algunos, la gran mayoría, dicen que Andrés Iniesta deja el Barcelona para irse a jugar a China. Otros, que podría mudar su talento a Manchester para unirse a las filas de Pep Guardiola en el City. Suena más a ilusión la segunda opción y a realista la primera.
Queremos seguir viendo en el máximo nivel y contra los mejores rivales a un deportista que ha sido, como muchos han escrito desde que se sabe que todo en el Barça ya sonaba a nostalgia, el cerebro del mejor equipo que ha hecho rodar la pelota en la historia.
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Iniesta es “el cerebro”
El manchego es un futbolista que es como la piedra fundamental en una catedral. Puede ser que el campanario sea lo más llamativo, puede ser que los vitrales sean esplendorosos, pero sin esa piedra angular, hay algo que puede caerse.
Iniesta entiende el fútbol, entiende el pase por dar, entiende el pase por recibir y así salió campeón del mundo. Basta ver esa final de Sudáfrica 2010; Iniesta sabía que ahí tenía que esperar, que ahí tenía que estar.
Iniesta entiende cuando correr y cuando replegarse, lee al adversario, se divierte con él tirando caños sin faltarle el respeto porque comprende que el fútbol es para eso, y una pelota ante dos piernas semi abiertas pide a gritos ir por ahí.
Iniesta no redunda, hace lo que tiene que hacer con elegancia, pero también con voracidad por la victoria. Le tocó ser parte de una camada maravillosa no tan solo del Barcelona, en el que vive desde que era niño en la Masía, sino del deporte.
Nunca más se vio ni se verá un despliegue maravilloso y fenomenal como aquel que lo tuvo en su esplendor junto con Xavi y Messi, acaso el que se robó siempre todas las miradas, y también con otros baluartes barcelonistas como Piqué, Puyol, Busquets, y otros invitados de lujo como Dani Alves, Mascherano, Eto’o, Rafa Márques, Luis Suárez, Neymar, el mismo e inolvidable Ronaldinho, entre tantos y tantos otros que desde hace poco más de 15 años han hecho del Barcelona Fútbol Club la ilusión de cualquier niño que juega al fútbol.
Iniesta es consciente de lo que ha logrado. Muy consciente. Por eso llora por estas horas, como lloramos todos los que nos damos cuenta de que el tiempo pasa también en el fútbol. Llora y no hace fiestas o se prepara homenajes. Porque la gloria no le ha quitado la humildad.
¿Cómo se es humilde en el fútbol?
Como Iniesta, como muy pocos han logrado en el deporte mundial compatibilizando perfil bajo en las declaraciones, comentarios inteligentes y respetuosos, cordialidad en la atención con la prensa; priorizando siempre al equipo y a sus compañeros; mostrándose con sencillez en familia; reconociéndose frágil cuando corresponde; rehusando de ostentaciones que sabe sus seguidores jamás podrían llegar a poseer; evitando tatuajes que resalten otra cosa que no sea la que él es; mostrando su Fuentealbilla natal en redes sociales y su apuesta a los viñedos como cualquiera de su pueblo haría…
Iniesta, por inteligencia y sabiduría, bien merecería ser considerado uno de los grandes doctores de la historia del fútbol, eminente maestro de la redonda para ser visto, estudiado, e imitado en la posteridad.
Quienes amamos el deporte lloramos de nostalgia por Andrés porque sabemos lo que la camiseta blaugrana es para él.
Pero como decía el gran Roger Federer a quien los años parecen no pesarle: “Amo lo que hago y por eso sigo haciéndolo“. Sigue con lo tuyo Andrés. Donde sea, pero sigue un tiempito más.