Homilía hoy en Casa Santa Marta
El Papa dedica la reflexión a la primera lectura de la liturgia de hoy, el pasaje del discurso de Pablo en la sinagoga de Antioquía. Los habitantes de Jerusalén y sus jefes, dice el apóstol, no reconocieron a Jesús y le condenaron, pero él después de morir, resucitó. “Y nosotros, concluye, les anunciamos que la promesa hecha a los padres se ha realizado, porque Dios la ha cumplido para nosotros, los hijos, resucitando a Jesús”.
Teniendo en el corazón esta promesa de Dios, prosigue el Papa, el pueblo se puso en camino, y con la seguridad que deriva de saberse un “pueblo elegido”. El pueblo, a menudo infiel, “se fiaba de la promesa, porque sabía que Dios es fiel”. Y por esto seguía adelante, fiándose de la fidelidad de Dios.
También nosotros estamos en camino: estamos en camino. Estamos en camino … y cuando hacemos esta pregunta – “Sí, en camino: pero en camino, ¿adónde?” – “¡Sí, al cielo!” – “¿Y qué es el cielo?”. Allí empezamos a resbalar con las respuestas, no sabemos bien como decir “qué es el cielo”. Y muchas veces pensamos en un cielo abstracto, un cielo lejano, un cielo … sí, se está bien allí … Algunos piensan: “Pero ¿será aburrido estar allí, toda la eternidad?”. No: el cielo no es eso. Nosotros caminamos hacia un encuentro: el encuentro definitivo con Jesús. El cielo es el encuentro con Jesús.
Según el Papa, debemos volver a este pensamiento: “Yo estoy caminando en la vida para encontrar a Jesús”. Un encuentro que nos hará gozar para siempre, afirma Francisco. Pero se pregunta: “¿Qué hace Jesús, mientras tanto?” Y responde: “no está sentado esperándome, sino que, como dice el Evangelio, trabaja por nosotros. El mismo lo dijo”Tengan fe en mi” y “voy a prepararles un lugar”. “¿Y cuál es el trabajo de Jesús? La intercesión. La oración de intercesión”.
Jesús reza por mi, por cada uno de nosotros. Pero esto debemos repetirlo para convencernos: Él es fiel y Él reza por mi, en este momento.
Francisco recuerda las palabras de Jesús en la Última Cena, cuando a Pedro le promete: “yo rezaré por ti”. Y dice: lo que dice a Pedro lo dice a todos nosotros: “Yo rezo por ti”.
Y cada uno de nosotros debe decir: ‘Jesús está rezando por mi’, está trabajando, nos está preparando ese lugar. Y Él es fiel: lo hace, porque lo ha prometido. El cielo será este encuentro, un encuentro con el Señor que fue allí a preparar el lugar, el encuentro de cada uno de nosotros. Y esto nos da confianza, hace crecer nuestra confianza.
Jesús es el sacerdote intercesor, hasta el fin del mundo. “Que el Señor nos de esta conciencia de estar en camino con esta promesa – concluye el Papa – que el Señor nos de esta gracia: de mirar arriba y pensar: ‘El Señor está rezando por mi’ “.