Casarse es un acto pleno de libertad y se funda más que nada en el conocimiento personal. Narrado por quien celebró muy enamorado sus bodas de oro.
Recientemente he enviudado después de poco más de cincuenta años de matrimonio. No estoy triste sino conforme, agradecido, y no pienso caer en la nostalgia.
Mi esposa vive en otra dimensión con una realidad más bella que la que aprecian hoy mis sentidos y solo espero el feliz reencuentro con ella después de unos cortos y dulces años más aquí en la Tierra junto a los míos.
Precisamente, mi nieta que recién se ha puesto de novia, me ha visitado en estos días, y su lema en tales ocasiones es: café y galletas más una sabrosa plática.
Desde niña fue la de las preguntas: “Abue, ¿por qué esto? ¿por qué lo otro?”
Esta vez muy seria me propuso: “Abue, cuéntame sobre ti y la abuela cuando eran novios”. Mirándome con intensos ojos agregó: “¿cómo se enamoraron y cómo conservaron su amor durante tanto tiempo?”.
Me pedía que le hablara del buen amor y comencé por contarle que su abuela y yo teníamos defectos cuando nos conocimos. Algunos desaparecieron con el tiempo, otros los metimos en control y otros más simplemente estuvieron siempre presente en nuestra vida.
Aprendimos a amarnos con todos nuestros defectos, e incluso a través de ellos, pues nos exigieron el contrapeso de las virtudes del otro para sobrellevarnos y ayudarnos.
También le comenté que nuestros atributos físicos, nuestra inteligencia y voluntad se fueron rindiendo con el tiempo pero que, por encima de todo, nuestro amor siguió echando raíces cada vez más profundas.
Todo empezó en nuestro noviazgo donde nuestras hormonas, emociones, sentimientos, razones y motivos contenían la esencia de nuestro enamoramiento. Fue sin embargo nuestra decisión de interiorizarlos lo que había hecho posible el amor verdadero.
Con romanticismo pero con los pies en la tierra, sembramos en esa etapa lo que cosecharíamos durante nuestro matrimonio: amor, pureza, ternura, lealtad y tantos otros sentimientos que nos unieron íntimamente con un amor para siempre.
Entonces no tuvimos la necesidad de pensar mucho para decidir casarnos pues contábamos con trasparencia de nuestro ser personal que nos daba la certeza de que:
- Podíamos dejar ver nuestros defectos y limitaciones, sin complejos ni artificios.
- Éramos ilimitadamente libres.
- Estábamos decididos a ser el mayor bien para el otro.
Mi nieta me escuchaba con gran seriedad cuando le dije convencido que el fracaso de muchos matrimonios se podría evitar si se apreciara correctamente que casarse es un acto pleno de libertad y que se funda en un conocimiento más personal que racional.
Que uno no se casa con una radiante sonrisa o con una bonita cabellera, con un agraciado físico o con una brillante inteligencia, o con tal o cual temperamento… Todas estas cosas de las que la persona dispone están sujetas a las contingencias del hoy. Mañana quien sabe.
Uno se casa con la persona y a esta no la mide el tiempo o las circunstancias, es por eso que el amor personal no pasa nunca, entre todo lo que nos pasa y se pasa.
Es así, que en el noviazgo se trata de agudizar el ingenio para intuir el ser personal único e irrepetible del otro, y no solo para calibrar más lo natural y común que igual pueden tener tantas personas.
Por lo que, antes de casarse, es muy importante que medie el tiempo suficiente para conocer mejor todo aquello de lo que la persona carece o dispone. Es necesario conocer a la persona tal y como es.
Realidades muy distintas que algunos descubren antes, otros poco después y lamentablemente los hay quienes demasiado tarde, o nunca.
Y existen dos manifestaciones muy importantes que pueden ser indicio de que el matrimonio puede ser viable.
- A nivel de inteligencia y voluntad: el progresivo crecimiento en las virtudes, sobre todo las que se refieren a su amistad mientras son novios.
- A nivel personal: Que ambos permitan el irse conociendo paulatinamente como las personas que son y están llamadas a ser si se vive de cara a la verdad.
En caso de que esto no suceda, más vale no casarse.
Mi nieta esbozó una pícara sonrisa, es una joven inteligente que estuvo en todo de acuerdo, ya que todo en ella se encuentra muy cerca de su ser personal disponiéndola para el buen amor. Espero en Dios que haya encontrado quien la merezca.
Fue una tarde de café, galletas y una sabrosa plática.
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