Siendo arzobispo de Buenos Aires, el cardenal Jorge Bergoglio la frecuentó con asiduidad, acompañando a los sacerdotes de la pastoral de las villas en su trabajo.En una reciente alocución por videoconferencia, el Papa Francisco volvió a conectar con la Villa 31. Lo hizo durante la inauguración de una nueva sede de Scholas Ocurrentes en la Argentina, que funcionará allí, en esa humilde barriada, inaugurada con un acto simultáneo en Colombia y Mozambique. Durante las palabras de la presentadora, se evocó la importancia que el barrio tiene para el Papa.
Se trata de un humildísimo barrio, villa como se le conoce en la Argentina, ubicado en el barrio de Retiro. La habitan no menos de 40.000 personas. No es la villa más grande, pero sí acaso la más emblemática por estar a metros de las zonas más caras y exclusivas de la ciudad, así como también acompañar la entrada central a la ciudad por auto, tren y ómnibus.
Los primeros asentamientos en la Villa datan de la década del 30, cuando el Estado autorizó en el medio de la grave crisis mundial a que allí se aposten inmigrantes que erigieron humildes casillas. Con varias idas y vueltas y llegadas de nuevos habitantes, en general inmigrantes o provenientes del interior del país, la villa se fue confirmando en el tiempo y sus vecinos organizándose en torno a un barrio que ya sentían como propio, y no simplemente de paso.
Ya en la década del 60, y en torno a una grave situación política y social, llegó a la villa 31 el Padre Carlos Mugica, desde donde llevó adelante una gran labor pastoral entre los más pobres.
El padre Mugica, asesinado en 1974, llegó a decir: “Señor, sueño con morir por ellos: ayúdame a vivir para ellos. Señor, quiero estar con ellos a la hora de la luz”. Tras su muerte, fue velado en su capilla de Cristo Obrero, allí en la Villa, esa que había sido bendecida en 1970, y fue llevado en procesión hasta el Cementerio de la Recoleta, a escasas cuadras, pero símbolo de la Buenos Aires rica en la que había nacido.
La presencia de los sacerdotes continuó ininterrumpidamente en la villa, que comenzó a ser llamada también como Barrio Carlos Mugica. Siendo arzobispo de Buenos Aires, varios años después, el cardenal Jorge Bergoglio la frecuentó con asiduidad, acompañando a los sacerdotes de la pastoral de las villas en su trabajo.
Él mismo erigió en parroquia la capilla Cristo Obrero, en 2007, desde la que se organizan actividades orientadas a dotar de dignidad a vecinos porteños en ocasiones estigmatizados y olvidados. Entre ellas, funciona la Casa Vocacional San Juan Bosco, creada en 2011 para acompañar las inquietudes vocacionales de los jóvenes de la Villa que aspiren a ingresar al Seminario Metropolitano.
Con sus capillas, santuarios y centros la parroquia Cristo Obrero lleva el pulso de un pueblo con el que camina, con el que llora, con el que se alegra, una porción de Buenos Aires que convive con la violencia y los dramas más horribles, pero que reivindica uno de los primeros nombres con los que se conoció a esta Villa, allá por el siglo XX: Villa Esperanza.