Es italiana, pero ama México: “Aquí está mi casa, porque aquí vive la Virgen de Guadalupe”.Tiene 94 años. Es enfermera de profesión. Jubilada, hace muchos años. Le llaman “La abuela peregrina”. Acaba de postrarse por cuarta ocasión en su vida a los pies de la Virgen de Guadalupe en su santuario de Ciudad de México. Se llama Emma Morosini. Es italiana, pero ama México: “Aquí está mi casa, porque aquí vive la Virgen de Guadalupe”.
Este mes de mayo, mes de María, “la abuela peregrina” llegó, después de caminar desde Monterrey (al norte de México) 40 días con sus noches, a la Basílica mariana más visitada del mundo: la Basílica de Guadalupe (22 millones de peregrinos cada año).
La primera vez que visitó a “La morenita del Tepeyac” fue hace veinte años. La última había sido a los 84 años de su edad: hace diez años. Lleva peregrinando por todo el mundo los últimos 25 años. Cuando no está en camino, sigue apoyando, como enfermera, a los enfermos más necesitados.
“Pedir por la paz y por los jóvenes”
Su peregrinaje, solamente ayudada por un bastón y una pastilla para controlar la presión arterial, la ha llevado a Israel, Croacia, Brasil, Argentina, Polonia, Portugal, Francia, Austria, España y varios otros puntos de la geografía mariana del mundo.
Su peregrinación está ligada a la paz y a pedir por los jóvenes. De hecho, tras besar el suelo de la Basílica de Guadalupe, Emma lo primero que hizo fue pedir por los jóvenes de México y de todo el mundo. Y por las familias, para que la Virgen las proteja con su manto amoroso.
Tiene muchos amigos alrededor del planeta católico. A ella le encomiendan sus oraciones. Camina entre cuatro y cinco horas diarias. Mientras lo hace, en solitario, reza el Rosario, medita, pide por los jóvenes. La adversidad no es algo que la detenga. Y es coherente.
“Soy peregrina, no turista”
A El Observador de México relató que en su camino a la Basílica de Guadalupe (una autopista, la 57, que pasa por ser la más circulada de México, conocida también como la ruta del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos), la Policía Federal mexicana –a su paso por Querétaro—le ofreció hospedarla en un hotel de cinco estrellas. Emma dijo que no, porque era “peregrina, no turista” y se hospedó en una sencilla casa de huéspedes.
El domingo pasado, antes de ingresar a la Basílica de Guadalupe, fue atendida por paramédicos y recibió los aplausos de quienes conocieron su historia unos días antes y acudieron como testigos de la travesía.
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Según relata Reporte Índigo, aunque sus amigos de Monterrey le dijeron que “estaba loca”, ella emprendió la hazaña, recibiendo a lo largo de los cuarenta días, revisiones médicas por parte de autoridades y alimentos que le brindaron familias que iba conociendo en su recorrido”.
“Nunca había encontrado un pueblo tan gentil”
Emma agradeció a los mexicanos –sigue diciendo Reporte Índigo— que la ayudaron en su peregrinación y aseguró que “nunca había encontrado un pueblo tan gentil y generoso que la ayudara con su objetivo: promover la paz y pedir un milagro para cada joven del mundo”.
Ya el Papa Francisco le había dicho que se trataba de una “campeona” de la peregrinación, un ejemplo de fe y de esperanza en los jóvenes. En la entrevista que le concedió a El Observador, Emma les dice que ante los peligros y acechanzas del demonio “lo mejor es encomendarse,
inmediatamente, a la Virgen María”.
Lejos de desanimarse por la edad, Emma ya traza planes para seguir peregrinando, seguir pidiendo, seguir predicando, a paso cansino y golpe de bastón sobre las carreteras del mundo, la paz.