Seguro que su hijo Dalton Jackson no olvidará la lucha de Stephanie para llegar a verlo con el diploma en la mano.Una madre hace lo que sea por su hijo. Stephanie Norcortt no lo ha tenido nada fácil. En 2015 le diagnosticaron el síndrome de Lynch, un cáncer colorrectal hereditario, y por ello está ingresada en el Hospital Baptist East, de Memphis (en el estado sureño de Tennessee, Estados Unidos).
El sueño de Stephanie ha sido, a lo largo de este tiempo, que su hijo mayor Dalton Jackson se graduara. Dalton aparecía en las conversaciones con los médicos, en los objetivos que Stephanie explicaba a su familia…
La enfermedad de Stephanie es incurable hoy por hoy, y a pesar de su juventud, el estado de la joven mamá es terminal.
Dalton Jackson, por su parte, transcurridos estos dos últimos cursos, tenía previsto celebrar su graduación el 18 de mayo, es decir, mañana. Su colegio, Halls High School, así lo había organizado.
Sin embargo, Stephanie no quería perderse un acto tan grande en la vida de su hijo y, ni corta ni perezosa, escribió a la escuela solicitando algo excepcional: poder ver la graduación de Dalton con sus propios ojos.
Ante una petición tan conmovedora, el colegio tomó cartas en el asunto y después de hablarlo en el claustro de profesores y con los padres de los alumnos que este año se gradúan, decidió facilitar al máximo los deseos de Stephanie y cumplir su sueño cuanto antes.
Hace dos semanas, los pasillos del hospital cambiaron de luz y sonido. En una sala amplia se habilitó espacio para que fuera posible el acceso de Dalton y su familia, así como el de los compañeros de clase del muchacho y sus amigos. Stephanie fue llevada en la cama hasta el lugar y sin necesidad de levantarse pudo seguir la ceremonia. Por fin a Dalton le impusieron las vestes académicas y le otorgaron el diploma.
Hubo tiempo para risas, lágrimas y palabras de mucho amor. Sonó “I Won’t Let Go” (algo así como “No te dejaré marchar”), de Rascal Flatts.
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Stephanie sabe que la graduación de su hijo no cambia su diagnóstico. Ya en 2012, esta enfermedad hereditaria provocó la muerte de la hermana mayor de Dalton, Amber, cuando tenía 21 años. Sin embargo, cada instante vivido ha supuesto un baño de felicidad, según ella misma ha explicado.
A los médicos les decía que “su niño se iba a graduar” y que por eso aguantaba lo que la enfermedad le iba llegando. Stephanie ha podido ir sorteando los dolores y la pena. Ahora, lejos de desmoronarse, llega el momento de luchar más si cabe, porque cuenta con un hijo que ha madurado aceleradamente en esos dos últimos años. Los dos han cumplido sobradamente su parte.