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Por qué debemos dejar de presionar a los adolescentes para que actúen como adultos

MOTHER AND DAUGHTER
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Elizabeth Pardi - publicado el 25/05/18
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Porque no son adultos, y tratarles como tales les roba una parte importante de su infanciaHace dos meses, en respuesta al trágico suicidio de un estudiante de instituto de Newport Beach, California, el director de una escuela vecina recurrió a Facebook en un intento de arrojar algo de luz a la creciente presión a la que se enfrentan los adolescentes de hoy.

“Hay mucho que sopesar y muchas conversaciones y cambios por delante”, escribió el director Sean Boulton, quien señaló que mucha de la desesperación que sentía el ya difunto estudiante venía del estrés en el colegio. El chico de 16 años dejó “escritos que hacían mención a las presiones de la escuela y de criarse en [el distrito escolar] Newport-Mesa”.

Aunque Newport Beach es una comunidad especialmente pudiente donde la educación superior y las carreras bien remuneradas son la norma, la presión que sentía este estudiante de segundo curso de instituto para rendir de forma excepcional no se limita a su caso.

De hecho, hay un nivel de estrés y ansiedad sin precedentes entre los adolescentes, en gran parte debido a la competitividad académica.

“Cuando pensamos en tener un ‘Suspenso’ en una clase es (…) el fin del mundo”, lamentaba Boulton. “Lograr ‘Sobresalientes’ en clases de AP [un programa avanzado que acerca al nivel universitario y puede garantizar el acceso a ciertas universidades; NdelT] se ha convertido en la norma… Constantemente debatimos sobre notas de exámenes, becas nacionales al mérito, puntuaciones de lectura, estudiantes de AP, comparaciones con otros distritos escolares y es entonces cuando empezamos a perder nuestra alma colectiva… y a nuestros hijos”.

Sin embargo, tristemente para los jóvenes, el tiempo que tienen para ser niños está desapareciendo. La libertad de expandir su imaginación de forma desestructurada y despreocupada sin supervisión adulta o intervención se está extinguiendo poco a poco. “[Hoy en día], jugar es casi una actividad en vías de extinción”, señalaba un artículo de la revista TIME el años pasado.

Cuando pensamos en jugar, lo habitual es imaginar a bebés con bloques o niños de primaria jugando en un patio de recreo. Pero en realidad, los cerebros de los adolescentes también se están desarrollando todavía y, por ello, no pueden gestionar de forma adecuada las mismas presiones y exigencias que un adulto maduro.

“La infancia debe ser despreocupada, feliz, memorable”, declaró Mary Nelson, ministra de juventud de un instituto en Ohio. “En la actualidad los padres hacen todo lo que pueden para poner a sus hijos en el camino del éxito futuro. Y aquí está el problema. Si los preparamos para tantísimo éxito, ¿en qué momento les estamos arrebatando su infancia?”.


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No hay nada malo en que los padres deseen el éxito académico de sus adolescentes. Pero en un tiempo en que “la obsesión por las admisiones en la universidad [se ha] desmadrado”, según explica Boulton, la presión puede sentirse a veces como un tremendo peso para unos adolescentes que, en muchos aspectos, siguen siendo niños.

“Crecer es difícil independientemente del momento en que estés creciendo”, reconoció Amanda Butler, trabajadora social clínica y terapeuta especializada en niños y adolescentes. “Hay muchísimo que procesar y si el proceso es precipitado, puede crear mucho estrés y confusión mental, emocional y física”.

Por ejemplo, explicó Butler, un adolescente a quien “piden que asuma una función para la que su desarrollo no está preparado (…). Asumir la apariencia de un adulto o un horario adulto”. Obviamente, esto varía de un adolescente a otro, ya que algunos están preparados para gestionar más que otros. En cualquier caso, lo importante es que los padres sean conscientes de los límites de sus hijos.

“¡Equilibrio!”, declaró Nelson. “Encontrad equilibrio. Aseguraos de que vuestro hijo quiere hacer una actividad. Si le está estresando o le crea inquietud, quizás no sea saludable. Hay que dejar que se diviertan en la escuela y no [esperar] que saquen un sobresaliente en todas las clases o todos los exámenes. Decidles que, siempre que lo intenten lo mejor que puedan, vosotros estaréis orgullosos de ellos y les querréis igual. Solamente recordad lo que significaba ser niño para vosotros y la libertad que teníais para trastear, salir con los amigos y hacer tonterías. No digo que permitáis que vuestros hijos hagan cosas ilegales. Solamente que les deis espacio para respirar, relajarse y no sentir la presión de la vida”.

Butler coincidió, señalando que “es importante que los niños se involucren en cosas que disfruten (…) y tengan equilibrio en la vida. [Los padres] tienen que vigilar a los adolescentes y comprobar cómo se sienten con la carga que tienen encima”.

Preparar a un hijo para un futuro prometedor al mismo tiempo que se le permite tener tiempo para ser, bueno, un niño, exige un equilibrio complejo, difícil de alcanzar, eso es comprensible. Pero está claro que muchísimos adolescentes tienen hambre de disfrutar de más libertad. Simplemente necesitan más tiempo para absorber todo lo que la infancia les trae.

“Supongo que si de verdad queréis que vuestro hijo tenga una infancia, preguntadle si la están disfrutando”, sugirió Nelson. “Preguntadle si [todo este trabajo] les merece la pena o si dentro de diez años mirarán atrás (…) con el corazón compungido pensando en las oportunidades que dejaron pasar… incluso si esa oportunidad era simplemente la de estar hasta las 2 de la madrugada con los amigos hablando de nada y comiendo dulces”.

Porque si no puedes disfrutar de esa inocencia y libertad siendo niño, entonces ¿cuándo?

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