Rompe la rutina o una etapa difícil con lo inesperado. Eso no es ni caro ni barato, solo se relaciona con el cariño.Sabemos que la rutina es uno de los enemigos letales del amor. Cuántas parejas confiesan sentir nostalgia de aquellos días en que había chispa, novedad y en v había mucho camino por andar.
Lo mismo puede ocurrir en la familia: nos conocemos tanto, que llegamos a casa por la noche y ya no nos dirigimos la palabra. La familia bien, gracias, decimos si alguien nos pregunta. Pero es un “bien” se supervivencia: no les ocurre nada malo, no están muriendo. Sin embargo, en nuestra alma, tal vez el amor esté acercándose peligrosamente al pasillo de los congelados.
Y en el trabajo, es posible que hayamos colocado el piloto automático y dejemos que los días vayan pasando sin sobresalto. Pero, ¿sabemos si nuestros compañeros son felices?
La rutina enlaza con la frialdad, el distanciamiento y al final el desamor. Si paramos a pensar, seguro que esa orientación que toma nuestra vida no nos satisface. ¿Qué hacer? ¿Cómo romper esa bola de nieve que ha empezado a caer por la pendiente?
Hay un detalle que siempre nos va a ayudar y funciona seguro: sorprender a la persona. Incluso a los que dicen que no les gustan las sorpresas, en realidad les gustan cuando desprenden amistad y aprecio.
No hablo de preparar una fiesta sorpresa que nos va a llevar un mes. Hablo de:
- Pequeños detalles.
- No costosos económicamente.
- Que muestran haber dedicado un tiempo a pensar en la persona.
- Que no son pretenciosos.
- Que llegan al corazón.
Alguno dirá: “pero si yo no soy de sorpresas…”. Entonces, si te consideras el más patoso del cosmos en las relaciones personales, pide ayuda: al camarero del bar que frecuenta esa persona, a una buena cocinera, a un amigo común, a los hijos… Pregunta sus gustos y sus costumbres, y eso te orientará.
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Una nota sobre la mesa
A veces sorprender es hacer que se encuentre el cenicero vaciado de colillas y limpio. Otras veces, si alguien está triste y necesita hablar, es una nota sobre la mesa con un “vale por un café a media mañana”. O un whatsapp con un enlace a un artículo y un “he pensado que te gustaría este tema”.
Estos días una amiga mía funcionaria va a jubilarse. En la pequeña celebración en el lugar de trabajo, en la administración pública, se han implicado todos los empleados de la planta, no solo sus compañeros más inmediatos, y van a hacer de coro para que parezca que son una multitud. Parafraseando la publicidad del tinte de pelo, porque ella lo vale.
Una colega que me explicaba los preparativos me hizo notar el buen ambiente de colaboración que hay estos días mientras deciden entre todos qué van a cantar.
Otras dos amigas mucho más jóvenes me contaban lo tierno que resulta un post-it del marido con un “te quiero” en el frigorífico o en el espejo del baño. Madrugas y cuando aún no has conseguido despegar los dos párpados de los ojos, ves que te espera una notita de él: ¿se puede pedir algo más bonito para empezar la jornada?
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Al corazón le gustan las sorpresas
No dejemos las sorpresas para los niños en Navidad. El corazón humano está ansioso de sorpresa porque en ella va una carga (grande o pequeña) de amor.
¿Recuerdas a Richard Gere en “Bailamos”? Un matrimonio puede ser fiel y quererse durante años, pero hay que saber abrir caminos, renovar el amor: con bailes de salón o quién sabe si con una cena que saque a alguien de la cocina por una noche.
No es necesario que sorprender sea caro. ¡No hace falta pasarse por Tiffany para impactar! Descubre los parques de tu ciudad o el café de un museo, aprende a leer el firmamento para localizar su constelación, anota en el calendario vuestros aniversarios…
Con los amigos y la familia, ingéniatelas del mismo modo. Porque el verbo que mejor conjuga con el cariño es “dar” y eso poco tiene que ver con el dinero.
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