No son casualidad. Reconducen siempre a una relación con la realidad de la persona Al leer la Biblia se descubren modos de concebir y entender el nombre bastante diferente del uso moderno. Para los antiguos, en general, el nombre lleva algo de la realidad de la persona. Familia Cristiana (28 de mayo) cita algunos entre los más importantes.
Antiguo y Nuevo Testamento
“Adán” evoca su origen de la tierra, de la que fue modelado (‘adán‘ en hebreo suena parecido a ‘adamah, tierra: Gn 2,7).
El nombre de una persona puede estar relacionado con su comportamiento (1 Sam 25,25: “a ese bruto de Nabal, pues su nombre quiere decir El Loco, y se ha dejado llevar por su locura).
El nombre puede encerrar el destino de una persona: así Ex 2,10 explica el nombre de Moisés (en realidad un nombre egipcio, como en los nombres de los faraones: Tut-mosis, Ra-mses, etc.) con el verbo mashah, “salir de”: salvado de las aguas, y salvar será la misión de Moisés frente a su pueblo por parte de Dios.
Josué, en cambio, es el jefe militar que, al suceder a Moisés, guía a las tribus de Israel a las primeras conquistas tras el fin de la deportación en Egipto. Su nombre significa “El Señor Salva”.
Otros nombres son explicados con etimologías populares, por semejanza al nombre con una raíz hebrea (ej. Gn 35, 18: “lo llamó Ben-Oní – o sea, hijo de mi dolor -, pero su padre le dio el nombre de Benjamín” – hijo de la derecha, nombre “de buen presagio”, pues es el último de los 12 hijos de Jacob y es predilecto).
Luego nos topamos con nombres cuyo significado es curioso: Nacor, hermano de Abraham, que significa “aquel que ronca” (¿quizá una característica del personaje?)
Débora significa “abeja” (un augurio de los padres para que fuera trabajadora como el insecto en cuestión).
Tamar significa “palma” (deseo de fecundidad)
Ester, de origen hebreo, se llamaba Adasa (o también Hadassah, nombre hebreo que significa “mirto”). Cuando entra en el harén del rey recibe el nombre de Ester, que deriva del nombre bíblico de origen asirio-babilónico, que significa “estrella”, “astro”.
Un Tárgum (libro de la Biblia hebrea escrita en arameo) explica que ella era mucho más bella que “la estrella de la noche”.
Pablo: el gran convertido se dio este nombre que significa “pequeño” o “último” a causa de su pasado de perseguidor de los cristianos.
Jesús y Dios
El nombre de un héroe se relee en clave simbólica: Jesús, que en hebreo es Yeshua recuerda la raíz hebrea yasha, “salvar” y es “presagio” de su misión (explicación dada explícitamente por Mt 1,21).
El “nombre” de Señor (en griego kyrios) se le da a Jesús por el Padre con la resurrección (Flp 2,9-11)
Con base en ese contexto, el nombre revelado por Dios (YHWH, el tetragrama sacro, a menudo transcrito como Jahweh) tiene que ver con la liberación de Egipto: en este acontecimiento Dios se da a conocer como aquel que “está presente en su pueblo, está “a su favor”, se une a él en un camino de intercambio hacia la libertad.
Por qué es necesario tener un nombre
Sin el nombre no se existe (Qo 6,10) y sin nombre un hombre no vale nada (Jb 30,8). Otras expresiones bíblicas están vinculadas a esta concepción del nombre, que lleva los restos de una mentalidad mágica.
Dar un nombre significa “hacer existir”, es decir “dominar” (la tarea dada por Dios al hombre: Gn 2,19). Conocer el nombre de alguien significa poder ejercitar poder sobre él (Mc 1,24: El espíritu impuro que pretende conocer el nombre de Jesús)
El nombre es de alguna manera el alter ego de la persona: donde hay nombre, hay persona. Decir, por lo tanto, que en el templo habita el “nombre de Dios” significa que lo habita el mismo Dios (Dt 12,5). El nombre es tan “próximo” a la persona que los judíos no pronuncian, por respeto, el nombre divino, usando en cambio perífrasis (una es precisamente “el Nombre”, ha-shem).
Pronunciar el nombre de un objeto es pretender poseerlo (2Sa 12,28). Quien ha escrito sobre sí el nombre de Dios es su servidor (Is 44,5). Aquel sobre quien se pronuncia el nombre de un poderoso está bajo su protección: así en la bendición por parte de un sacerdote el nombre divino es puesto sobre el pueblo y Dios lo bendice (Nm 6,27).