Durante el Ángelus Francisco recuerda algunos de los milagros de Jesús como el de la hija de Jairo
En el Ángelus del 1 de julio de 2018, el papa Francisco expresó que “Jesús es la fuente de vida, que devuelve la vida a aquellos que confían plenamente en él”.
Y para ello, comentó el Evangelio según San Marcos que narra “dos milagros realizados por Jesús” –dijo Su Santidad- los cuales describe casi como una especie de “marcha triunfal hacia la vida”.
Se trata del milagro realizado a la hija de Jairo, uno de los líderes de la sinagoga, quien acude a Jesús y le ruega que vaya a su casa porque su hija de doce años está muriendo.
Jesús acepta y va con él; pero, a lo largo del camino, llega la noticia de que la niña está muerta.
La fe atrae el poder salvador
“Podemos imaginar la reacción de aquel papá” -expresó el Papa, y continuó– pero Jesús le dice: “¡No tengas miedo, solo ten fe!“.
Llegado a la casa de Jairo –prosigue el Papa- Jesús saca a la gente, entra a la habitación solo con sus padres y tres discípulos, y al dirigirse a la difunta dice: “¡Niña, yo te lo ordeno, levántate!” e inmediatamente la niña se levantó, como si despertara de un sueño profundo.
Aunque no es el único milagro que narró el Papa, también comentó el de la curación de una mujer que sufría de hemorragia y fue sanada tan pronto como tocó el manto de Jesús.
Un milagro -aseguró Francisco- que es ejemplo de que la fe de esta mujer “atrae el poder salvador divino que existe en Cristo”.
Estos dos milagros tienen como centro “la fe” y muestran a Jesús “como la fuente de vida” y como “el que devuelve la vida a aquellos que confían plenamente en él”.
Gracias a ellos se comprende –aseguró el Papa– “que todos son admitidos en el camino del Señor” y por tanto, “nadie debe sentirse como un intruso, una persona abusiva o alguien que no tiene ningún derecho”.
Sólo temer la muerte del corazón endurecido
Aunque para tener acceso a su corazón –puntualizó Francisco– “solo hay un requisito”: “sentirse necesitados de sanación y confiar en Él”.
Y es por ello que nosotros también estamos llamados, dijo el Papa, a “aprender” y a “imitar” estas palabras que liberan y estas miradas que devuelven, a los que no lo tienen, “el deseo de vivir”.
Por último, habló de la única muerte que hay que temer: “la del corazón endurecido por el mal”.
El Papa aseguró que el pecado, para Jesús, “nunca es la última palabra”, porque Él nos ha traído “la infinita misericordia del Padre”.
E incluso si nos caemos –concluyó-, su voz suave y fuerte nos alcanza y nos da fuerzas para levantarnos.