¿Están bien orientadas las políticas antidroga?Los médicos en Estados Unidos dicen que aunque a menudo hay buenas razones para que un paciente reciba medicamentos recetados como OxyContin, Vicodin o Percocet por un período de tiempo, estas píldoras presentan graves riesgos.
“Cuando a alguien se le receta un opioide legítima y apropiadamente, puede volverse dependiente”, le dijo a CBS News el psiquiatra de adicciones Dr. Laurence Westreich, profesor asociado de la Universidad de Nueva York.
“Algunas personas tienen dolor crónico y los opiáceos le sienten bien. Ayudan contra la ansiedad: muchas personas dicen que dan una sensación general de bienestar”, explicó Westreich. Y es cierto, pero quizá demasiado confuso para un país en el que el abuso de estos calmantes que dan “sensación general de bienestar”, también han acelerado las muertes por sobredosis.
Alrededor de ochenta por ciento de los opioides recetados del mundo son utilizados por los estadounidenses donde se emiten cerca de 250 millones de recetas de opiáceos por año, según estimaciones de la información que posee el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de Estados Unidos.
Un problema comunitario
A medida que aumentan las sobredosis de droga fatales, muchos estadounidenses ven la adicción a las drogas como un problema en su comunidad local, independientemente de si viven en un área urbana, suburbana o rural.
Este puede ser el resumen de una reciente encuesta del Pew Research Center (PRC) sobre las preocupaciones del público tras las alarmantes informaciones de fuertes aumentos en el número y la tasa de sobredosis fatales de drogas en los tres tipos de comunidades –urbanas, suburbanas y rurales– durante los últimos años.
En promedio, 88 de cada cien estadounidenses sostienen que la adicción a las drogas es un “problema” real (de mayor o menor importancia, pero problema al fin y al cabo) de su comunidad. Donde mayormente se percibe como un “problema mayor” es en el entorno urbano (50 por ciento de los encuestados por el PRC en ciudades de Estados Unidos así contestaron).
La adicción a las drogas ha aumentado por la epidemia del consumo de opiáceos obtenidos con receta médica. Esto ha obligado a que el presidente Donald Trump declarara en 2017 que esta epidemia era ya una “emergencia nacional de salud pública”.
Y lo es. Las estadísticas de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) subrayan el costo mortal que los opiáceos y otras drogas han tomado.
A nivel nacional, 63.600 personas murieron por sobredosis de drogas en 2016, el año más reciente del que se dispone de datos completos. (Los datos preliminares sugieren que el número de 2017 será incluso mayor). Se trata de un aumento de 21 por ciento respecto del año 2015, y casi el doble de las 34.425 muertes por sobredosis de drogas que ocurrieron una década antes.
Los opioides, que van desde drogas ilegales como la heroína hasta analgésicos recetados, han desempeñado un papel especialmente letal: alrededor de dos tercios (66 por ciento) de las sobredosis fatales en 2016 involucraron un opioide.
¿Estarán bien orientadas las políticas de control?
Los condados urbanos, suburbanos y rurales han experimentado un crecimiento significativo en las sobredosis de drogas mortales, de acuerdo con el CDC.
En 2016 hubo 19.172 sobredosis fatales en condados urbanos (25 por ciento más más que el año anterior), mientras que en los condados suburbanos experimentaron 36.424 de esas muertes (22 más que el año anterior) y los condados rurales vieron 8.036 muertes (nueve por ciento más).
Las muertes por sobredosis aumentan bruscamente entre los hombres afroamericanos que habitan en áreas urbanas de Estados Unidos. La tasa de aumento específica entre esta minoría étnica fue de cuarenta por ciento entre 2015 y 2016.
Sin embargo, son las mujeres y los hombres estadounidenses de raza blanca los que siguen encabezando la tremenda crisis de muerte por sobredosis de droga: 25 muertes por 100.000 habitantes, mientras que entre la comunidad afroamericana son 17 muertes por cada 100.000 habitantes.
Por cierto, aquellos que han sido calificados como los principales causantes de la inundación de drogas que hay en el “mercado” de Estados Unidos, los hispanos, presentan la proporción más baja de muertes por sobredosis de droga: nueve muertes por cada 100.000 habitantes. Y los blancos (40 por ciento) son quienes menos consideran que las drogas son un “problema importante” en su comunidad (sea urbana, rural o semiurbana).
¿No habrá en todo esto una equivocación mayúscula en la dirección de la política anti drogas de Estados Unidos?