El momento de la llegada del cónyuge a casa es fuente de frustración, tensión y discordia en la pareja, un tema que genera riñas. ¿Cómo hacer soportable la espera y cálida la acogida?Has tenido que ir aprisa y corriendo a recoger a los niños porque tu jefe te ha retenido un rato justo antes de salir. Has limpiado de arriba abajo la cocina después de la merienda de los niños porque han dejado migas por todos lados. Te desesperaste durante los deberes porque el pequeño no entiende ni las divisiones ni las restas. Has preparado la cena mientras ibas y venías del cuarto de baño para vigilar que aquello no se convirtiera en una piscina olímpica. Has hecho gala de tener una paciencia ejemplar y de disponer de astucias miles durante la cena para que los niños se terminen su coliflor gratinada, mientras maldecías la norma de “comer cinco porciones de frutas y legumbres al día”.
Has luchado duro para que se laven los dientes. Y ahora que tus queridos pequeños están (por fin) listos para llevarlos a la cama, responsabilidad que suele recaer sobre tu marido, en el momento preciso que comienzas a suspirar y a otear en el horizonte un descanso bien merecido, recibes el fatídico mensaje de texto: “No me esperes, hay mucho trabajo que terminar, llegaré tarde”.
Él no sospecha, tan sumergido está en su celo profesional, que con esas pocas palabras acaba de desencadenar una tempestad emocional hecha de lágrimas, furia y desesperación, más o menos contenidas según el estado de cansancio de ella y de su resistencia postraumática.
Caballero, he aquí, en pocas palabras, la imagen de lo que precede a tu regreso a casa: circunstancias atenuantes, admítalo, para el humor negro que a veces se apodera de las damas. Porque ella contaba contigo para que la relevaras con los niños, porque esperaba pasar la noche contigo, porque compara tu situación (sin estrés por los horarios de salida) con la suya (carrera a contrarreloj toda la tarde a merced de las horas de guardería).
Después de esto, ¿cómo puede ofrecerle la dama a su marido una cara sonriente cuando vuelva a casa? ¿Cómo mantener el buen humor, que tiende a deteriorarse a medida que las manecillas del reloj giran y giran?
Damas, ocúpense con algo agradable
Una vez que todas las tareas que te incumban hayan sido completadas, encuentra una ocupación que te guste y que te absorba gratamente mientras esperas la llegada del caballero. Puede ser un buen momento con tus hijos, un buen libro, esa revista a la que te suscribes pero que nunca tienes tiempo de leer, escuchar música, enviar un correo electrónico o llamar por teléfono a tu mejor amiga…
Olvida la lavandería de última hora, los platos acumulados desde el día anterior o las cuentas por pagar, solo acentuarían tu melancolía. Transformar la espera en un momento agradable y relajante preservará tu buen humor y evitará servir un surtido de muecas a tu querido como aperitivo.
Caballeros, avisen de su retraso
Es cierto, caballero, que tendrás más posibilidad de ser recibido con una sonrisa si informas a tu mujer de un eventual retraso y si este es realmente ocasional y no se repite día tras día.
Sin mencionar el gratinado que se seca en el horno y que un día ella dejará que se queme para enseñarte buenos modales, la actitud de tu esposa hacia ti cambiará si sabe a qué hora llegas a casa. A veces la imaginación femenina es desbordante, y puede evitarse fácilmente una discusión si se le pone fin antes de que el guión se vuelva dramático.
Hablar de “yo” en vez de “tú”
Llega el momento en que el Caballero cruza (por fin) la puerta de entrada… y evalúa de inmediato la temperatura ambiente. Cuando es glacial y ambos tienen excelentes y legítimas justificaciones para, el uno, llegar tarde (porque hay que dar de comer a la familia), la otra, tener mala cara (por la sobrecarga máxima de tareas que atiende), entonces la disputa llega rápidamente.
Antes de que el ajuste de cuentas degenere, intentad expresar vuestras emociones en primera persona en lugar de abrumar al otro con reproches maliciosos. Decir “estoy cansada de ocuparme de todo yo sola” es mejor que “¡ya podrías volver a casa antes!”.
Intentad dialogar para averiguar las razones de la otra persona antes de acusarla. Tratad de mirar con perspectiva y sonreír, para que mañana él se apresure un poco más para volver al calor del hogar familiar.